Detente y deja que se adelante ese que cree que su tiempo es más valioso que el tuyo, allá él, tú mientras, respira hondo y después, sigue avanzando. Tus planes están trazados, firmes, claros y definidos, no tienen que ser los de los demás, son los tuyos, que es lo que importa.

Deja que cruce aquel que se considera tu contendiente porque lo importante no es alcanzar la meta, si no, cómo se llega a ella y quiénes te acompañaron en el trayecto. En ese recorrido conseguiste los aliados esperados que te serán leales, como también tú a ellos, mientras al otro le puede esperar la presea, pero la disfrutará en la soledad del poder porque su decisión fue irse solo y no hacer equipo, ya sufrirá las consecuencias de su egoísmo; tu misión, en cambio, es no mirar en esa dirección, conocer cuál es tu lugar en la vida y qué nuevos objetivos alcanzar que sean superiores a los anteriores, sin aplastar a otros. Cierra capítulos y abre otros, páginas repletas de emociones y experiencias con aprendizajes ilimitados esperan impacientes por ser escritas y contadas.

Cede tu puesto a quien esté ansioso por ocuparlo, quizá lo podrá hacer mejor porque su ambición sea mayor a la tuya, su furor por alcanzarlo merezca el esfuerzo y fácilmente te esté haciendo un favor que ahora no vislumbras para que te enfiles hacia nuevos horizontes. Tu tiempo en esa posición no te hace irremplazable, agota etapas y asume el reto de asumir otras en qué concentrar tus energías, no te detengas.

Ese cuadro en el organigrama no lleva tu nombre, no eres tú ni te identifica, no te hace la persona que eres, es un aditamento temporal, una eslabón en tu cadena existencial, una estación del tren entre muchas paradas posteriores, no te aferres a lo que nunca te perteneció, mira hacia adelante. El brillo lo irradias tú, dondequiera que la vida o el destino te coloque, circula, no dejes de moverte.

Continúa sin pausa pero sin prisa, el del frente no irá muy lejos, mientras tus huellas sean decididas y certeras. No coloques zancadillas ni te atravieses en el camino de los demás, prepara tu propio sendero y si alguien se interpone, descuida y déjalo pasar que en su afán puede tropezarse y caer de bruces, luego y sin proponértelo, le pasarás calmadamente por el lado. Entiende que en la vida no ganan los más veloces, solo los más resistentes. Cede el paso que tus pies te pertenecen y nadie los andará por ti.

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