El presidente Joaquín Balaguer, cuando hacia nombramientos en el servicio exterior, acostumbraba a otorgar al personal diplomático, un salario simbólico, de un dólar estadounidense para la obtención del pasaporte diplomático. Si el funcionario obtenía dotación, se le daban todos los privilegios tanto en el país receptor como a su regreso a su tierra natal.
Héctor García Godoy, presidente provisional electo después de la Guerra de Abril, el cual fue embajador en Gran Bretaña, Holanda, Turquía, el Líbano, y otros, así como también ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno del profesor Juan Bosch, rechazó la oferta de los militares para que permaneciera en su puesto de canciller.

Es nombrado en el 1966 como embajador dominicano en Washington, Estados Unidos, puesto al que renunció en 1969. Su carta de renuncia decía, cito: “Es mi firme convicción, señor Presidente, que mantener un embajador en Washington de limitaciones económicas como yo, más que una conveniencia puede resultar un gasto innecesario, pues las cosas que se pueden hacer en beneficio de nuestro país se pueden hacer solo a medias por no poder yo pagar ni hacer los gastos que conlleva la vida diplomática.

Estoy seguro que usted podrá conseguir la cooperación de una persona que le permita compensar de su propio peculio las insuficiencias que por razones de nuestra presente situación económica no puede atender el gobierno”.

Y si a esto le sumamos otras cartas de quejas de diplomáticos dominicanos durante los tres primeros períodos presidenciales del fenecido presidente Balaguer, veremos un servicio exterior con mucha precariedad, pero que se esmeraba en cumplir con sus funciones de negociar, representar, observar y proteger los ciudadanos.

Hago referencia de la carta contenida en el tomo I del libro de Política Exterior Dominicana de la analista, ensayista, politóloga e historiadora Mu Kien Adrián Sang, para referirme a las críticas que siempre ha tenido el servicio exterior dominicano en relación a los exorbitantes salarios, como dijo una vez el asambleísta Adriano Espaillat, el cual es una equivocación, pues se confunde la dotación con el sueldo, dos cosas muy diferentes, pues dentro de la dotación están los alquileres de la vivienda, gastos de representación más los pagos administrativos de empleados del país receptor y gastos de la misión.
Ahora bien lo que sí es entendible es la exorbitante nómina que existía en el servicio exterior de nombramientos de cuotas políticas, por el trabajo realizado.

Para terminar por hoy, los sueldos siguen siendo precarios, solo ahora tengo entendido existe un proyecto para mejorarlos. La propuesta del senador Iván Lorenzo, del PLD, de modificar la Ley 716 sobre las funciones públicas de los cónsules, es entendible siempre y cuando le suban la dotación, de lo contrario no tiene sentido. Lo que se debe hacer es mejorarla para que nuestros agentes diplomáticos puedan ejercer un buen trabajo por el bien del país.

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