Nuestros partidos políticos en vez de buscar diferenciarse de los demás, se empeñan en parecerse o, peor incluso, en ser idénticos, con el agravante de que las similitudes se enmarcan en lo negativo. Están bailando encantados y acurrucados el tango “Cambalache” de Enrique Santos Discépolo: “Todo es igual; nada es mejor;/Lo mismo un burro que un gran profesor/No hay aplazaos, ni escalafón;/Los inmorales nos han igualao./Si uno vive en la impostura/Y otro roba en su ambición,/Da lo mismo que si es cura,/Colchonero, rey de bastos,/Caradura o polizón”.

Antes de continuar aclaro que pertenezco a un partido político donde hay gente buena, con sólidos principios morales y con auténtica vocación de servicio, como también ocurre en otras organizaciones; pero esos están perdiendo la batalla, cada vez son menos y su incidencia es apenas una gota en el mar de los pecados.

Nuestros partidos políticos ya casi no tienen personalidad que los definan y los hagan resplandecer para bien sobre los otros. No hay ideología que una a un rebaño cuyas ovejas pueden estar hoy teñidas de un color y mañana de otro y resulta similar. ¿Qué agradable fuera que nuestros partidos políticos, por ejemplo, hubiesen seguido la mística con la que nacieron el PRD y PLD?

No hay requisitos para pertenecer a cualquiera. Cualquiera está inscrito en todos. Cualquiera levanta tres banderas en unas elecciones sin distinguir lo que significa cada una. Cualquiera en teoría es conservador y liberal al mismo tiempo. Cualquiera estando allí se cambia para allá, regresa y se aparta, sintiéndose en sus aguas en todos los escenarios.

El artículo 216 de nuestra Constitución establece que los fines esenciales de nuestros partidos políticos son: 1) Garantizar la participación de ciudadanos y ciudadanas en los procesos políticos que contribuyan al fortalecimiento de la democracia; 2) Contribuir, en igualdad de condiciones, a la formación y manifestación de la voluntad ciudadana, respetando el pluralismo político mediante la propuesta de candidaturas a los cargos de elección popular; y 3) Servir al interés nacional, al bienestar colectivo y al desarrollo integral de la sociedad dominicana.

¿Cuántos conocen los fines esenciales de los partidos políticos? ¿No deberían nuestros partidos políticos al menos tener algo en común y promover que sus miembros y simpatizantes comprendan esos objetivos? Pero parece que la meta es enseñar lo indebido y estar unidos para tales propósitos.

Y finalizo con otra estrofa de “Cambalache”: “No pienses más, échate a un lao,/Que a nadie importa si naciste honrao/Que es lo mismo el que labura/ Noche y día como un buey,/Que el que vive de los otros,/Que el que mata o el que cura/O está fuera de la ley”.

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