La campaña política está en su clímax, a menos de dos semanas para las elecciones municipales. También la contaminación acústica, agudizada por el ruido excesivo que en nuestro país es típico de la actividad político-proselitista. Caravanas, caminatas y reuniones callejeras de los candidatos se desarrollan con música a volúmenes ensordecedores, mediante bocinas fijas o los “discolights” que se desplazan por las calles de nuestras demarcaciones. La OMS alerta sobre los daños a la salud de la contaminación acústica. Más de 70 decibelios perjudican la audición, provocan daño psicológico. Nuestras comunidades sufren diariamente exceso sónico por colmadones, tránsito, etc. Entonces, quienes quieren ser sus autoridades no deberían fomentar más de esto en el ambiente. Quienes se promueven con desorden se descalifica para regirnos.

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