Tenemos moral en alto con respecto al pueblo de Haití; lo hacemos bien. Bajo nuestra soberanía territorial y migratoria, repatriamos los haitianos que penetran ilegalmente a nuestro país sin atropellarles derechos fundamentales. Somos solidarios: les donamos vacunas de covid-19 (que su Gobierno rechazó); haitianas alumbran en nuestros hospitales, sin pagar; niños haitianos estudian en nuestras escuelas, gratis también; donamos universidad, etc. En idea del secretario de la ONU, Antonio Guterres, pasamos el “examen ético” con el pueblo más infortunado del hemisferio y nuestro vecino fronterizo suficientemente, mientras no juzgamos a aquellos sujetos internacionales que no pueden decir lo mismo; pero a nosotros nos presionan al exigir determinada política migratoria que ellos nunca considerarían en sus lares.

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