A mediados de 2018, cuando había violentos disturbios en Haití por aumento de los combustibles y pedían renuncia del presidente Jovenel Moise, ayer asesinado, nos preguntamos si habría empezado nuevo período de inestabilidad política, con esperanza de que no fuera así. El tiempo respondió la interrogante cómo no queríamos; la crisis sociopolítica de nuestro vecino fronterizo se profundizaba para 2019. Después, covid-19 y extrema inseguridad territorial, pandillas armadas matando y secuestrando, dejaban nada bueno que esperar, como al efecto. Al condenar el acto “odioso, inhumano y bárbaro” del asesinato de Moise, el primer ministro Claude Joseph, dijo que se tomaban las medidas para garantizar la continuidad del Estado y proteger la democracia. Esperanza.

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