La única forma de averiguar si podemos confiar en una persona es confiando en ella. De la experiencia de confiar resultará saber si el individuo en cuestión es confiable – y construirse entonces relaciones humanas positivas: amistad, amor, negocios, trabajo, etc.-, o desestimarla, al establecer que no lo es. Por asunto de prevención y autodefensa, entre nosotros hay una marcada tendencia automática, preprogramada, a desconfianza individual; la preconcepción de desconfianza nos protege de engaños y otros peligros. A mayor diferencia socioeconómica más fijación de desconfianza per se, y mientras más desconfiamos, más aventajados y resguardados nos sentimos. Es algo triste; tener que desconfiar en todo caso es calamidad humana y social, no lo normal. Lástima que como pueblo, por supervivencia nos hayamos condicionado a ello.

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