La Semana Santa de 2020 fue “atípica”: no fueron posibles ni congregaciones religiosas ni vacación y recreación masiva por estar en pleno apogeo la crisis sanitaria. La de 2021 resultó ser “normal”, con turismo interno masivo y con el infaltable, triste balance de desgracias personales. Queda ahora esperar a ver si este asueto pascual, segundo de la era covid-19, tendrá consecuencias sanitarias significativas, pues, como se temía, los protocolos de distanciamiento físico y uso de mascarillas para evitar la propagación del virus no se observaron, más o menos como ocurrió con motivo de Navidad y Año Nuevo. De hecho, ahora se notó más acentuado desempacho; hubo fiestas callejeras desde antes de Viernes Santo; el virus no preocupa ni ocupa.

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