Estos tiempos están llenos de casos donde personas cometen acciones de odio y de venganza. Y eso lo vemos en todos los segmentos de la sociedad. Consternados leemos a diario cómo seres humanos son capaces de matar a otros de forma salvaje por discusiones pueriles o por deudas insignificantes. De alguna manera, la sociedad dominicana se ha llenado de violencia, de odio, de resentimiento, de falta de perdón y de sed de venganza. Y eso debe ser cambiado, debemos emplearnos a fondo para llenar de perdón y de amor los corazones de toda nuestra población.

Hurgando entre las enseñanzas de Jesús para caminar en la vida, encontré una profunda reflexión que hice hace unos años y que hoy sigue teniendo mucha validez. En esa ocasión, afirmaba que diariamente vivimos inmersos en situaciones difíciles donde otras personas cometen actos contra nosotros que nos hacen sentir mal y desarrollan sentimientos de odio contra ellos. Todos los días vemos como personas se agreden verbal y físicamente a veces por hechos que no son importantes, y otras veces por acciones verdaderamente inhumanas. En nuestros trabajos encontramos muchas situaciones de desprecio, de no valoración, de abuso. En nuestras casas a veces nuestros padres, nuestros hermanos, nuestras esposas o esposos, nos hacen sentir mal por el maltrato que recibimos.

Estamos muchas veces inmersos en situaciones donde nos sentimos ofendidos, maltratados, abusados y eso hace que desarrollemos un sentimiento de odio y de venganza contra todos los que se han empecinado en hacernos sentir mal o que han atentado contra nuestra tranquilidad como seres humanos. Ante esa realidad que vivimos diariamente es necesario recordar el ejemplo de Jesús para actuar frente a esas situaciones. Una de las grandes en enseñanzas de nuestro Señor Jesús fue saber perdonar.

El perdón es un bello bálsamo de amor que cambia para siempre nuestras vidas. Saber perdonar es caminar la senda que caminó Jesús y es la mejor vía para encontrar la paz y la tranquilidad. Perdonar y amar son las claves de una buena vida, sin importar lo que haya sucedido en contra de nosotros. El apóstol Pablo dice en Colosenses 3, versículos 13 y 14, lo siguiente: “Sean comprensivos con las faltas de los demás y perdonen a todo el que los ofenda. Recuerden que el Señor los perdonó a ustedes, así que ustedes deben perdonar a otros. Sobre todo, vístanse de amor, lo cual nos une a todos en perfecta armonía”.

Perdonar y amar son dos caras de la moneda que todos necesitamos para que nuestras vidas caminen en armonía y perfección para con Dios. Jesús nos enseñó a perdonar y perdonar de verdad, olvidando todo lo que nos hayan hecho porque ahí está la clave del verdadero perdón. Si tú dices que perdonas pero no olvidas, realmente no estás perdonando. Si no olvidas, ese dolor que llevas dentro en contra de quien te hizo un mal se irá agrandando cada vez más y más, y te quitará la paz interior, te alejará de Dios y te mantendrá en tormento y dolor.

El odio es un combustible en tu corazón que hace crecer la llama de la infelicidad y el sufrimiento. Cuando odias, es como si te bebieras un veneno para matar al que odias. Ese veneno del odio sólo seguirá matándote a ti mismo. Debemos perdonar sin importar la magnitud del dolor que nos hayan causado.

Asimismo, debemos amar profundamente a nuestros hermanos y perdonarlos sin importar la magnitud de sus daños. El evangelio de Juan es muy preciso en esto cuando afirma en el capitulo 4, versículo 20, lo siguiente: “Si alguno dice: “Yo amo a Dios”, y al mismo tiempo odia a su hermano, es un mentiroso. Pues si uno no ama a su hermano, a quien ve, tampoco puede amar a Dios, a quien no ve. Jesucristo nos ha dado este mandamiento: que el que ama a Dios, ame también a su hermano”.

Pedro le preguntó a Jesús si era suficiente perdonar siete veces a nuestros hermanos cuando nos hacían daño y Jesús le respondió no hasta siete sino setenta veces siete, queriendo decir con esto que se debe perdonar siempre, sin importar las ofensa que se hayan cometido contra nosotros. Y nunca dejemos de sembrar amor para poder cultivar amor. Y tengamos siempre en nuestras mentes y en nuestros corazones esa hermosa expresión de 1era de Juan, capítulo 4, versículo 8, de que “el que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”. Aprendamos siempre a perdonar todo y a amar sin límites.

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