Ese juez penal, al que de forma genérica hemos hecho alusión, tiene un proyecto de vida y quizás una lucha constante, primero consigo mismo, para forjar su carácter, lo que le ayudará en su toma de decisiones y en la fijación de criterios justos al momento de adjudicar. La otra, no menos importante en virtud de que le pone a prueba, tiene que ver con las amenazas de (iv) traslado y de sometimientos disciplinarios. La primera surge a lo interno del Judicial y la segunda a lo externo de este.

En relación con lo primero, los traslados de jurisdicción por decisiones a contracorriente de los grupos dominantes dentro del Judicial, debo decir que, según creo, se han reducido esas amenazas, lo cual es un avance.

Pero, en administraciones anteriores esos temores estaban a flor de piel en los jueces. Recuerdo en una administración en la que el director de la Carrera Judicial había sido en los años 80 del siglo pasado Jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea Dominicana, que los jueces temblaban, literalmente, al ser llamados por este despacho. Casi daban pena y parecían gorriones indefensos al ser llamados por quien todos, con un excesivo respeto casi militar, llamaban: Don Pablo.

De igual forma, algunos jueces que tenían años en la jurisdicción penal, por mostrar algún nivel de independencia o distancia de las directrices impuestas, fueron trasladados abusivamente a otras jurisdicciones de las que, probablemente, nada sabían. Y tenían que empezar a estudiar de nuevo. Mientras la especialidad, los 10, 12 o 15 años en una materia, seguro con estudios de cuarto nivel en incluidos, los tenían que tirar al olvido ante la nueva realidad.

El otro aspecto al que se ven sometidos los jueces penales en su labor y que pende sobre sus cabezas como la espada de Damocles, son los sometimientos a procesos disciplinarios.

Estos sometimientos a procesos disciplinarios tienen tres fuentes principales: (1) Las denuncias realizadas al través de los medios de comunicación tradicionales y modernos. (2) Los abogados, tanto públicos como privados; y, (3) el Ministerio Público.

La primera se encuadra dentro de los elementos de presión referidos en la Pincelada anterior; la segunda podría ser una estrategia del litigante, pero normalmente con mayores fundamentos que la primera; la tercera, esencialmente, opera como una presión del órgano acusador para ganar sus procesos a toda costa.

El Ministerio Público, tomemos como referencia los procesos mediáticos, realiza constantes amenazas a los jueces, culpándolos de los fallos en los procesos. Y con la capacidad que tiene de colocar en los medios tradicionales y modernos sus planteamientos, ejerce una descomunal presión sobre aquéllos, los cuales, normalmente, están solos, sin un Poder Judicial ni medios tradicionales o modernos que los defiendan.

Entonces, se ven en esta disyuntiva: ¿Hacer lo correcto y enfrentar lo que pudiera suceder o ceder a las presiones del órgano acusador y abonar al populismo penal que nos asfixia?

En esta coyuntura las asociaciones de jueces, como he visto recientemente, deben dar un paso adelante en la defensa de sus asociados.

Seguimos en otra Pincelada.

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