Entre los factores internos que afectan la labor del juez podemos citar: (iii) El carácter del juzgador y las presiones con (iv) traslados y sometimientos disciplinarios que puede recibir, aunque esta última parte, los sometimientos, normalmente provengan de un órgano externo: (v) el Ministerio Público.

También es importante el apoyo que el juez podría recibir del Poder Judicial y las posturas de quien lo presida. En un país presidencialista, esto no puede ocultarse. Al respecto, haremos una serie de pinceladas sobre la legitimidad o ilegitimidad en la elección del actual presidente de la SCJ y sus aptitudes para el cargo, entre otros aspectos.

Volviendo al (iii) carácter del juzgador, en la formación de este influyen múltiples factores. Los biológicos y la formación familiar serían el primer nivel. Luego, el medio en que interactúe y la formación académica podrían ser un segundo nivel. Obvio, estos aspectos son enunciativos.

Al respecto quisiera tocar solo el relativo a la formación académica.

En sentido general, el país tiene pobre desempeño en cuanto a la calidad de su educación. Pésimo en lectura comprensiva y ni hablar de las matemáticas. Esto afecta a la mayoría de la población que utiliza el sistema de educación pública.

En relación con la labor del juez la lectura, la comprensión de lo que lee y un pensamiento lógico, es fundamental. También, como el juez penal se enfrenta a las más bajas pasiones humanas, la cultura universal le abriría las puertas al corazón del hombre. Pero con deficiencias formativas ni hábitos de lectura desde la escuela, al juez le faltarán herramientas que le ayudarían a adjudicar mejor.

Esta deficiencia formativa está en la base de un número importante de jueces penales, los cuales, en su mayoría, provienen de las denominadas “clase media” y “clase media baja” y ven en la judicatura la necesaria seguridad laboral para su futuro. Los “hijos de papi y mami” raramente procuran ser jueces, tienen su vida asegurada en el ejercicio privado de la profesión.

Otro aspecto es la experiencia. Un gran número de egresados de los programas de formación de aspirantes a jueces de paz, nunca se habían puesto una toga para procurar justicia en algún proceso. Esto, de entrada, no los invalida, pero sin dudas realizarían mejor la delicada función que ejecutan si llegaran con alguna experiencia práctica. Los haría ser más empáticos. Es difícil decidir con justicia conflictos, sin una visión integral del proceso que daría, o que contribuiría a ello, la práctica previa y el contacto con la sociedad sobre la que decide. El juez no debe estar en una atalaya ni en una torre de cristal.

Claro, muchos jueces no ejercieron antes y tienen gran cultura jurídica y hasta universal y deciden bien, pero son minoría. Son la excepción a la regla. Por ello es necesario que cada juzgador ponga de su parte para adquirir lo que el sistema educativo nacional no le dio.

Estas carencias, que inciden en el carácter del juzgador: inseguridad laboral, deficiencias formativas, falta de experiencia previa en el puesto y poco apoyo del Poder Judicial, los hacen presa fácil del populismo y de las presiones internas y externas que inciden en sus decisiones.

A veces no es fácil nadar contracorriente. Pero cada uno debe hacer lo correcto.

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