La crisis electoral de 1978 generó uno de los periodos más críticos de la vida política dominicana desde la caída de la tiranía de 31 años del generalísimo Rafael Leonidas Trujillo Molina, a finales de 1961, siete meses después de su muerte violenta en un atentado. Paradójicamente es una de las fases de nuestra historia reciente menos conocida y estudiada. No existe propiamente una bibliografía acerca de esos acontecimientos, por lo que la tarea de reconstruirlos se basó fundamentalmente en entrevistas con protagonistas, periódicos y documentos de la época.

Si bien el tiempo ha jugado su papel sepultando muchas de las inquinas y rencores que existieron en aquellos ya lejanos días, algunas heridas continúan abiertas. Los prejuicios alrededor de esas cicatrices no cerradas hicieron más difícil la labor de reproducir esta historia para el conocimiento y análisis de las generaciones presentes y futuras. A ellas están dirigidas este esfuerzo de investigación. Los hechos narrados en sus páginas no son fruto de la inventiva o imaginación del autor, ni el fruto de las ambiciones y prejuicios de algunos de sus actores. Reflejan los hechos tal y como ocurrieron.

Una obra de esta naturaleza exige la colaboración de un gran número de personas, situadas en diferentes ángulos del espectro nacional e internacional. La primera de las muchas entrevistas que sirvieron para reconstruir los dramáticos episodios de la crisis electoral de 1978 tuvo lugar en Caracas en agosto de 1994, mientras trabajaba en la investigación de un libro referente al atentado dinamitero que Trujillo organizó para asesinar al presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt, en junio de 1960. De esa larga entrevista con el expresidente venezolano Carlos Andrés Pérez surgió la idea de escribir este libro.

A lo largo de los cinco años siguientes, con paciencia y devoción,  fui acumulando informaciones valiosas que me ayudaron a comprender más profundamente muchos de esos acontecimientos y las causas que los motivaron. El estudio de ese periodo breve de la historia reciente dominicana es vital para la comprensión  de su realidad actual. Con la publicación de esta obra espero haber realizado una humilde contribución a la bibliografía política de esta fase trascendental de la vida dominicana contemporánea.

El aparente desenlace feliz del relato, con la instalación el 16 de agosto de 1978 del hacendado Antonio Guzmán Fernández, candidato del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) como Presidente de la República, no confiere a esos hechos un carácter meramente episódico. Por lo general se olvida que ese acontecimiento en particular marcó el comienzo de la que se creyó entonces como la verdadera transición de la larga fase de autoritarismo en que había vivido el país desde 1930 a una real y efectiva democracia participativa. Las transiciones anteriores—como las que experimentó el país en 1962, con la instalación de un Consejo de Estado, después del derrocamiento del gobierno colegiado encabezado por Joaquín Balaguer, y más tarde su propio régimen de doce años, que él trató infructuosamente de prolongar con una nueva reelección en 1978–, no habían sido más que extensiones del pasado con algunas transformaciones cosméticas, no de fondo.

Me encuentro en deuda con infinidad de personas que de alguna manera estuvieron directa e indirectamente conectados con estos hechos . Las entrevistas realizadas apenas meses antes de su muerte con el doctor José Francisco Peña Gómez, fueron esenciales para la reconstrucción de algunos capítulos, especialmente aquellos relacionados con los esfuerzos de su partido para evitar un desconocimiento de la decisión de los electores vertida en las urnas. Los familiares del expresidente Guzmán, su hija Sonia y su yerno José María Hernández, me permitieron con sus recuerdos descifrar algunos enigmas y desembrollar la compleja situación que el estudio de los documentos presentaba en un momento crítico de la investigación.

Estoy en deuda también con el ex-presidente Joaquín Balaguer, el doctor Marino Vinicio Castillo (Vincho), el doctor Práxedes Castillo, y el general Juan René Beauchamps Javier, por los aportes ofrecidos durante largas y provechosas entrevistas. Sin las contribuciones de esas y muchas otras personas, algunas de las cuales aparecen citadas en la obra, hubiera sido casi imposible siquiera haberla comenzado.

Debo un reconocimiento muy especial a la académica norteamericana residente desde hace años en el país, Donna Hicks de Pérez-Mera, por haber accedido a mis ruegos de traducir, lo que hizo entusiasta y gratuitamente, los voluminosos documentos relacionados con el papel jugado por los Estados Unidos durante la crisis electoral de 1978, sin los cuales no hubiera podido recrear importantes capítulos, vitales para la comprensión del periodo. Dos notables intelectuales, el crítico literario y ensayista José Rafael Lantigua, y el profesor universitario Rafael González Tirado, entregaron parte de su valioso tiempo para revisar la obra. Sus observaciones ayudaron  a mejorar el producto final. Mi sobrina, Marielly González, ayudó a aplicar, con su dominio de la informática, las correcciones y ampliaciones que a lo largo de la fase de redacción se fueron haciendo necesarias.

Mencionar a todos aquellos que contribuyeron con sus recuerdos o entusiasmo a la dura tarea de publicar esta obra, algunos a condición de que se les mantuviera en el anonimato, requeriría de mucho espacio, pero justo es decir que su publicación en cierta medida constituye un reconocimiento y homenaje a sus colaboraciones desinteresadas.

Como siempre, a lo largo de estos últimos once años, que he dedicado a la investigación de nuestra historia reciente, el respaldo moral de mi esposa Esther y de mis hijos Lara y Miguel, constituyeron el aliciente principal para llevar a cabo  este proyecto.

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