Marcado por la enfermedad de su hermana y el amor de su papá por la medicina, el doctor Herbert Stern encontró en esta carrera su pasión, la cual ejerce desde 1983
El doctor Herbert Stern vivió una serie de experiencias que fueron claves en su amor por la docencia, la historia y, desde luego, su especialidad: la oftalmología.

Su historia empieza desde 1958, cuando la República Dominicana lo vio nacer. Sus padres, la poetisa dominicana María Díaz y Díaz y el alemán Norbert Marcus Stern Steinberger, un ejecutivo bancario, le enseñaron algo muy importante “que el hombre que no se llena el pecho de gratitud no es bueno. Siempre hay que ser agradecido”, frase que lleva tatuada en su corazón y práctica.

Herbert no conoce lo que es el aburrimiento, porque su tiempo lo dedica a cosas que ama, su familia, la música, en la cual incursionó formando parte del Conservatorio Nacional cuando era un niño; la fotografía, la historia y la oftalmología.

Marcado por la enfermedad de su hermana y el amor de su papá por la medicina, el doctor Herbert Stern encontró en esta carrera su pasión. “La oftalmología es una especialidad que tiene todo lo que a mí me gusta; tiene clínica, cirugía, tecnología e imágenes”, confesó a elCaribe el oftalmólogo, cuya profesión lo ha hecho merecedor de diversos reconocimientos.

“En los últimos años he recibido reconocimientos que me han llenado de orgullo. En el 2016, la UNPHU, mi alma mater, me hizo Egresado Distinguido y fui designado Académico Correspondiente Extranjero de la Real Academia Nacional de Medicina de España. En el 2017, el Colegio Médico me designó como Maestro de la Medicina Dominicana. Realmente es un gran orgullo que tu gremio te reconozca. Y en el 2021, el presidente Luis Abinader me otorgó la condecoración de la Orden Heráldica de Cristóbal Colón en el Grado de Caballero”, dijo muy orgulloso.

1. Nacimiento
Nací en Santo Domingo en junio de 1958. Aquí he vivido toda mi vida, menos cuando hice la especialidad en España. Mi papá era alemán y mi mamá de Jacagua, Santiago. Mi papá vino en 1939, era de la comunidad judía de Alemania. Vino huyendo de los Nazi. Mi papá trabajó en Santiago, ahí conoció a mi mamá. Tenían personalidades distintas: ella era inquieta y él tranquilo. En mi casa no recordamos pleitos, porque mis padres no peleaban. Ellos se llevaban muy bien. Mis padres eran personas muy agradecidas, solidarias y empáticas. Me enseñaron que la gratitud es importante. Mi mamá decía que el hombre que no se llena el pecho de gratitud no es bueno, que siempre hay que ser agradecido. Vivimos por Mata Hambre, cerca del colegio Calasanz en Santo Domingo, donde estudié desde 1963 hasta 1975, luego nos mudamos a la Mahatma Gandhi, en Gascue, y luego al Naco”.

2. Descubre lo que es la muerte
Varias cosas me marcaron que quiero recordar. Cuando uno es niño no tiene idea sobre la muerte. Recuerdo que en los años 60, cuando tenía algunos seis o siete años murió una tía de mi mamá, tía Bélica, Isabel Díaz viuda Ferreras, que era la favorita de mi mamá. Mi madre siempre hablaba de esa tía a quien le llamaba “el rocío de Jacagua”. De hecho, le escribió un poema. Entonces, fuimos a su velorio en San Francisco de Macorís. Los velorios en esa época eran muy diferentes. Recuerdo entrar a la sala, allí estaba el ataúd con una funda de hielo por debajo y velas a los lados. Para mí, fue importante para entender la muerte. Con el tiempo vas aceptando la muerte como una realidad, lo que no te hace nada de gracia”.

3. Enfermedad de su hermana
Otro evento importante en mi vida fue la enfermedad de mi hermana Elfriede, tres años más joven que yo. Cuando tenía alrededor de siete años, en el 1968, de repente comenzó a perder peso, a tener náuseas, a adelgazar… estaba cada vez peor y nadie sabía lo que tenía. Recuerdo que una noche fuimos a la casa del pediatra Jaime Jorge en la César Nicolás Penson, quien fue el primer pediatra en formarse en la República Dominicana. Él cargó a mi hermana que no pesaba nada y la acostó en un sofá marrón para examinarla. Creo que en ese momento dije quiero ser médico. Además, me impactó la actitud del doctor Jorge, era simpático, vivía haciendo cuentos… todo el mundo lo quería. Él dijo no sé lo que tiene, vamos a internarla en el Yunen, que era la clínica que estaba cerca. Durante su internamiento, un primo de mi mamá, Julio Barnes dijo vamos hacerle una glicemia, porque tía Bélica era diabética. Ahí se reflejó que la tenía en 500. Tenía un cuadro muy típico de diabetes, pérdida de peso y hambre exagerada. Pero nadie lo notaba en esa época. Mi hermana debutó como diabética y eso la marcó mucho. En esa época la diabetes era  ignorancia y una sentencia de muerte. Era una época en la que no existía el azúcar y los refrescos de dieta, lo que era difícil y más para un niño. Además, en la época se decía que un diabético no se podía cortar, que no podía tener hijos, que aunque esa percepción fue cambiando con el tiempo, ella lo sufrió mucho”.

4. Inspiración para la oftalmología
Mi hermana comenzó a perder la visión  por la diabetes. Ella era muy rebelde, resistió 50 años, era una ‘tolete’. Tuvo un trasplante renal, cirugía de corazón, perdió la visión, lo que me motivó para estudiar oftalmología. Ella duró 30 y pico de años ciega. Tenía un espíritu tremendo, pero finalmente, el 24 diciembre del 2019 no aguantó y murió. Los primeros años del diagnóstico fueron difíciles. Le decían tú no puedes fumar, pues fumaba. Que no podía comer dulces, pues comía. Era una enfermedad que nadie entendía y al niño lo marginaban”.

5. Amor por la docencia y la medicina
En el Calasanz encontré una de las cosas que me han impactado y moldeado mucho: la docencia. Allí funcionaba la Escuela Nocturna (que por mucho tiempo dirigió el doctor Manuel Morales Lama), era para enseñar a leer y escribir a las personas que trabajaban en la zona. De noche se impartían clases en el mismo colegio y los profesores éramos los alumnos, eso influyó en mi amor por la docencia. Por otro lado, recuerdo que en el Calasanz tenían los Boy Scout, y como mi fuerza nunca ha sido los deportes, entonces era el médico en ese grupo, era quien llevaba el botiquín. A mí papá le gustaba mucho la medicina, como era un inmigrante, y no tenía dinero, tuvo que dejar el colegio y trabajar para ayudar a mi abuelo, pero siempre le gustó la medicina y leía sobre el tema. Además, me inspiró la enfermedad de mi hermana, porque hubo que aprender con los médicos a tratarla”.

6. Especialidad en España y nacimiento de su hija
 Me gradué en el colegio en 1975 y entré a la UNPHU a estudiar Medicina, donde me gradué en 1983. En ese año, hice la pasantía en el Hospital de la Diabetes y practicaba en la Clínica Abel González. Un día me dice el doctor Hazoury que Rotary le iba a donar al hospital el servicio de oftalmología, que si me quería ir para España y así lo hice. Del 1984 al 1988 me fui a España a realizar la especialidad en la Fundación Jiménez Díaz. En 1988, en Madrid, nació mi única hija, se llama Myriam y es abogada, con especialidad en Londres. Su nacimiento fue clave en mi vida, ya que le dio una nueva dimensión de felicidad”.

7. Relación con la clínica Abel González
Empecé a trabajar en la Abel González porque mi abuelo era amigo de Abel González Quezada, el primero de la generación. Cuando uno inicia a estudiar medicina, lo que uno quiere ver es cirugía. Ahí realicé mi primera cirugía en la que participó Abelito (Abel González Massenet), el Padre de la Urología Dominicana”.

8. Inauguración de su consultorio
A mi regreso de España en el 1988, inauguro mi consultorio en la Abel González, tenía que ser ahí, por ser mi casa. Entonces me di cuenta en 1994, de que ese consultorio estaba vacío la mayor parte del tiempo. Trabajaba en el Hospital de la Diabetes, era director del hospital y jefe de Oftalmología. Entonces, sólo el 40 % del tiempo estaba en el consultorio, el resto estaba vacío. Me dije por qué no abro un centro que funcione todo el tiempo, y así surge la idea de esta clínica (Clínica de Oftalmología de Santo Domingo). La inauguramos el 16 de marzo de 1995, ya tenemos 26 años con la clínica. La idea es esa, que siempre haya médicos que funcionen continuamente y que ofrezcan todos los servicios en oftalmología”.

9. Su compañera de vida
En 1998 conocí a Begoña Mínguez, el amor de mi vida, quien es mi esposa en la actualidad. Es una persona extraordinaria. En ese momento tenía 30 años. Ella tiene dos hijos que hemos criado: Javier y Álvaro, muchachos fenomenales, uno vive en España y el otro aquí. Begoña me ha ayudado mucho en los libros que escribo, porque es una gran lectora y sabe mucho de redacción y estilo. Todos los libros que escribo, ella los corrige y los mejora enormemente. Aparte de todo, estoy muy agradecido y ha sido una enorme bendición conocerla”.

10. Amor por la historia
Empecé a interesarme por la historia en el Colegio Calasanz, donde tuve muy buenos profesores, al igual que en la universidad. El tema me gustaba y cerca del año 2000, el doctor Rafael Kasse Acta, quien fue rector de la UASD me dijo que yo debía escribir la historia de mi especialidad,ahí comencé a investigar. Entonces publiqué Historia de la Oftalmología Dominicana en el 2003, la cual va por cuatro ediciones. Para el 2015, publiqué Apuntes y Documentos para la Historia de la Medicina Dominicana del siglo XX, que es un libro de dos tomos. Luego escribí sobre la medicina española en la República Dominicana, entre otros. La historia me ha dado muchas satisfacciones”.

Asociaciones a la que pertenece

Herbert Stern es miembro de la Academia Dominicana de Medicina, donde es vocal de la Junta Directiva y vicepresidente del Capítulo de Gerencia Médica; miembro de la Comisión de Medicina de la Academia de Ciencias de la República Dominicana y de la Asociación Americana de Historia de la Medicina.
Asimismo, de la Academia Americana de Oftalmología y de la Sociedad Dominicana de Oftalmología, de la que fue secretario en el período 1992-1993 y presidente en el período 2006-2007.
Pertenece al Colegio Médico Dominicano, a la Sociedad Española de Ergo Oftalmología, a la Asociación Panamericana de Oftalmología y a la Asociación para la Investigación en Ciencias Visuales, ARVO. Igualmente, forma parte de la Asociación de Médicos Especialistas de la Clínica Dr. Abel González.

Columna
Todos los sábados, desde el 2013, el doctor Herbert Stern escribe para elCaribe “La Historia de la Medicina”.

Distinción
Este año, Herbert Stern fue merecedor de la medalla de la Orden Heráldica de Cristóbal Colón en el grado de Caballero entregada por el presidente Luis Abinader.

Solidario
Mis padres eran personas muy agradecidas, solidarias y empáticas. Me enseñaron que la gratitud es importante”.

Historia
La historia me ha dado muchas satisfacciones”.

Docencia
En el Calasanz encontré una de las cosas que me han impactado y moldeado mucho: la docencia”.

Descendencia
El nacimiento de mi hija en 1988 fue clave en mi vida, ya que le dio una nueva dimensión de felicidad”.

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