Del deterioro por sobrepeso a la mejoría significativa tras cirugía de manga gástrica laparoscópica

Su hermano fue la inspiración y su familia representó el apoyo que necesitaba para pasar el proceso. Así es como Kilsy Martínez inicia la descripción de un camino que inició el 7 de mayo de este año 2021 y que la ha llevado a mejorar considerablemente su condición de sobrepeso.

A finales del año pasado, con 43 años, pesaba 217 libras, tenía diabetes tipo 2, colesterol alto, pequeños episodios de presión alta y según narra “nada iba en mejora, todo iba empeorando”.

Lo que la lleva a optar por una cirugía de manga gástrica laparoscópica o reducción de estómago, al igual que su hermano Amín Abel Martínez, quien como ella, hace un año, tenía una situación de salud similar; sólo que vive en Estados Unidos y el sistema de salud, por su cuadro, le cubrió la cirugía de manera gratuita.

La novedad fue que a los seis meses, él estaba sano de la diabetes tipo 2 y con menos peso. Es el momento en que ella y su familia lo ven como una opción hasta que se pudo materializar.
“Pensé en hacerme la cirugía hace algunos años, en el 2018, inicialmente como algo estético porque no me habían detectado problemas de azúcar”, expresó.

Para el proceso de selección de su médico, Martínez se auxilió de las referencias de amigas que la orientaron al respecto, consultó varias opiniones de especialistas, indagó por las redes y siguió procesos evolutivos de diferentes casos, hasta que llegó al doctor Gustavo Rodríguez Blanco, cirujano, endoscopista, laparoscopista y experto en cirugía bariátrica.

“Una prima contemporánea conmigo se hizo la cirugía, pude ver el proceso de cerca, vi su evolución y decidí hacérmela. Lo primero que el médico hace es evaluar tu historial, te pesan, te miden, ven tu edad. Chequea si eres candidato o no, en mi caso lo era por el índice de masa corporal que estaba en 44 y mi diabetes iba en aumento”, indicó Kilsy.

Para operarse, Kilsy debía tener el azúcar en un punto óptimo y antes de la cirugía logró bajar diez libras. Lo que más le gustó del procedimiento por el que optó es “haber entendido que se trataba de un corte del estómago, que era una intervención duradera y sin efecto rebote, pero que va acompañado de llevar un estilo de vida saludable”.

La inversión total del procedimiento fue de 9,000 dólares, 7,000 del costo del procedimiento y 2,000 repartidos entre exámenes previos, más la comida y los medicamentos que le indicaron durante el primer mes.

Respecto al momento de la cirugía, Kilsy indica que la sensación que sintió fue como cuando te hacen una endoscopia. El tiempo del procedimiento fue de aproximadamente una hora entre dormirse y levantarse nueva vez. El primer día tuvo mucho sueño y al segundo sintió que estaba operada por algunas incomodidades, le pidieron caminar y le dijeron que tenía que sacar gases del cuerpo. En cuanto a lo físico de la recuperación fue todo excelente.

“Lo psicológico influye. Los primeros diez días luego de la cirugía lloras mucho y te arrepientes de lo que hiciste, no encuentras la forma de devolverte. Si hubiera una forma te devuelves porque estás operado del estómago pero tu mente está allí, tienes un hambre mental, un hambre en la boca, quieres y no puedes, los días se te hacen largos, caminas de un lado a otro, duermes, tratas de ver televisión y series. Es incómodo… La gente en tu entorno no te da comida, pero tú la hueles cuando la hacen y lo único que te puedes beber es un agua de caldo y lo más consistente es una compota y no te la comes completa”, expresó Kilsy.

Luego de practicada la manga gástrica laparoscópica por obesidad grado tres, Kilsy comenzó a ver a su cirujano para dar seguimiento al procedimiento de manera mensual; luego a los tres meses, poco a poco, se van agendando las nuevas citas. A la vez, Kilsy inició una nueva etapa con la endocrinóloga y nutricionista, Hilda Escaño, quien la orienta con la dieta y control de peso, vigila su colesterol y los niveles de azúcar, entre otros.

En la primera etapa de su recuperación, las instrucciones que recibió para su alimentación eran las de masticar bien y comer despacio. La dieta estaba compuesta por líquidos que contuvieran pocos residuos y que fueran de fácil digestión, con el objetivo de prevenir efectos secundarios como vómitos excesivos o daños al estómago, debía mantenerse hidratada.

Kilsy se adaptó a pesar los alimentos. Se convirtió en aliada de la avena light, las galletas de soda, frutas sin piel como uva, pera y manzana, gelatina de dieta, lonjas de queso mozzarella, puré de papá, auyama y yautía; y sus dos litros de agua por día, todo en porciones indicadas por su nutricionista y siguiendo con exactitud el esquema de los tiempos, tanto para comer como para tomar sus medicinas.

Actualmente, Kilsy se siente muy bien, activa, se le quitó el cansancio, no le duelen las coyunturas, dejó de sentir el dolor que “la grasa le ocasionaba y el hecho de sentirse enferma todo el tiempo”. Ella pesa ahora 153 libras, lo que indica que ha bajado 64. Aún tiene leves problemas con algunas comidas que hoy le caen bien y mañana no tanto, hay días que está magnífica y que puede comer más; en otros días no le provoca casi nada, pero en sentido general es la adaptación.

Para concluir, dice que para optar por el procedimiento “lo primero es mentalizarse e informarse, ya que no a todos nos pasa lo mismo en la recuperación. Este procedimiento lo recomiendo 100 %, lo único que tienes es que estar consciente de en qué te vas a meter porque no es el método más fácil, pero sí es el más rápido; lo físico es un disparate, el asunto es lo psicológico que todavía pasa el tiempo y es una constante lucha”.

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