EL ACV es la segunda causa de mortalidad en el mundo y representa 6,6 millones de muertes al año

Al referirse la neuróloga Awilda Candelario a la enfermedad cerebrovascular, embolia o trombosis, ictus o apoplejíadas, ACV, la describe como todas las alteraciones transitorias o permanentes de una o varias áreas del cerebro, secundarias a un trastorno vascular, con la interrupción del flujo sanguíneo al cerebro que ocurren de forma aguda, brusca y violenta.

La neuróloga Awilda Candelario.



De acuerdo a la neuróloga, la característica principal de esta enfermedad es la alteración del funcionamiento del cerebro.

Candelario señala que según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el ACV sigue siendo la segunda causa principal de mortalidad en el mundo y representa 6,6 millones de muertes al año.

También es la tercera causa principal de discapacidad. Más de 100 millones de personas en el mundo viven actualmente bajo el impacto de un accidente cerebrovascular, que puede incluir una pérdida devastadora de movilidad, cognición y comunicación, así como efectos negativos en la salud mental, la inclusión social y en los ingresos. Dado que el riesgo mundial de sufrir un accidente cerebrovascular es de 1 de cada 4 (un aumento de 1 de cada 6 hace solo una década), para la doctora es impactante que solo el 38 % de los gobiernos de todo el mundo informen que tienen una estrategia nacional para abordar específicamente el accidente cerebrovascular, y que solo el 3 % haya identificado recursos para entregarlo.

Candelario explica que cuando uno de los vasos sanguíneos que irrigan el cerebro queda obstruido y hay una disminución importante del flujo sanguíneo, hablamos de un ACV isquémico; en cambio cuando hay una rotura de un vaso cerebral estamos hablando de un ACV hemorrágico.

“La gravedad de esta lesión dependerá de la zona del cerebro que se vea afectada, así como del tiempo que haya pasado entre el inicio de la enfermedad y el comienzo del tratamiento revascularizante de la zona afectada”, destaca la especialista.

Entre los factores de riesgo, sostiene que están: diabetes, niveles elevados de colesterol, tabaquismo, enfermedades cardiacas (arritmias, insuficiencia cardiaca), vida sedentaria, obesidad, uso de anticonceptivos orales, drogas y alcohol.

“Aproximadamente, un 30 % de los pacientes pueden tener síntomas previos, de aviso, de escasa duración, llamados “ataques isquémicos transitorios”. Es importante su identificación, ya que puede evitar un infarto cerebral posterior”, subraya.

A pesar de su elevada prevalencia, Candelario revela que muchas personas aún no saben qué es el ictus ni cuáles son sus causas o consecuencias.

Reconocer los síntomas

Por cada minuto que pasa, según la galena, las posibilidades de recuperación se reducen, debido a esto es primordial reconocer los síntomas y signos del ACV.

Los síntomas deben ser reconocidos por el paciente, familiares y allegados.

Según Candelario, los más habituales son: pérdida de fuerza en la mitad del cuerpo (cara, brazo y pierna del mismo lado), dificultad para hablar, pérdida de sensibilidad u hormigueos en la mitad del cuerpo, pérdida súbita de visión en un ojo y dolor de cabeza muy intenso distinto del habitual.

Prevención

La prevención disminuye el riesgo, dice Candelario. Además, indica que esta debe hacerse a cualquier edad, pero sobre todo a partir de los 45 años, a fin de identificar los factores de riesgo. Su control reduce drásticamente el riesgo de ACV”, manifiesta.

“Es vital acudir de manera precoz a un centro hospitalario para instaurar el tratamiento cuanto antes y aprovechar la neuroplasticidad del cerebro que hace que, en esas primeras horas, sea más fácil recuperar las funciones cerebrales afectadas”, aconseja la especialista.

Diagnóstico

El diagnóstico del ACV se basa en la valoración clínica y la realización de pruebas de neuroimagen (tomografía, resonancia magnética cerebral) y doppler transcraneal y carotídeo.


“Cuanto más tiempo permanece interrumpido el riego sanguíneo, mayor es el riesgo de sufrir secuelas permanentes. El tratamiento intenta reabrir, en el menor tiempo posible, los vasos obstruidos”, explica la doctora.

Durante la fase aguda, señala que el tratamiento consiste en disolver los trombos que se han formado.
Durante la rehabilitación, asegura Candelario, los enfermos aprenden a convivir con las secuelas físicas y psíquicas del ACV. “Gracias a la plasticidad, el cerebro puede compensar algunas de las funciones desaparecidas”, puntualiza.

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