El término autoficción advierte la complejidad que subyace en la relación entre el escritor y su obra

Más actualizado que nunca antes, el género autobiográfico —hypomnemata, comentarii, vita— se yergue como afirmación expansiva en la cultura del Occidente de nuestros tiempos…
Georges Gurdoff, en ‘’Conditions et limites de l’autobiographie’’.

Les insto, lectores de Cultura, me acompañen en esta incursión al flanco más significativo del libro Los entresijos del viento, de Freddy Bretón: la voz del yo. Se trata de adentrarnos en la literatura dominicana más actual y, a la vez, de dimensionar la capacidad de la memoria humana cuando es dirigida a la estructuración de una obra artística. Se trata igualmente de poner atención, desde el espíritu, a los signos de los tiempos.

Ya antes Jeannette Miller (Revista Palanca, octubre 2020) se refirió al contenido del texto y a su poder para “devolvernos la esperanza’’ a través del particular ordenamiento de la palabra escrita, “unas memorias donde todo cabe, desde el maravilloso personaje del Cura Cantor, que se tardaba en dar la misa pero estimulaba los deportes y hacía caridad, hasta los ‘recuerdos de un huerto claro’ donde las experiencias con el abuelo cosechador de tabaco resultan determinantes’’. La señora Miller, conocida intelectual dominicana, nos resulta una magnífica guía a fin de que ampliemos sobre algunos rasgos del libro que nos ocupa y los que son evidentemente sus características definitorias, es decir, la hibridez y la autoficción.

Al tratar de literatura autobiográfica no es posible abstraernos de referir a Gusdorf y a su clásico ensayo de 1948 (“…Felizmente, la autobiografía no ha esperado que los filósofos le otorguen el derecho a la existencia’’.). El tema había sido desarrollado primero por Dilthey, naturalmente desde el punto de vista de la pedagogía. Con posterioridad Philippe Lejeune nos ha legado un paso más en la reflexión y en Le pacte autobiographique avanzó en 1975 hacia la definición de este tipo de escritura –‘littérature personnelle’ le llama en principio-. Dos años más tarde Serge Doubrovsky acuñó el término ‘Autoficción’ al advertir la complejidad que subyace en la relación entre el escritor y su obra; es decir, la performatividad del yo, como aspecto que vuelve irreconciliable la distinción entre referencialidad y ficción. La autoficción encuentra albergue en la brecha divisoria entre biografía y ficción.

Portada del Libro Los entresijos del viento, de Monseñor Freddy Bretón.

“Y como quería ver profundamente,cerré los ojos…’’.
F. Bretón.

En nuestro siglo XXI, durante el recorrido teórico que tiende a deslindar las posibles confusiones en torno a las escrituras que de diferentes maneras conciernen a la primera persona de singular llegamos al nominativo ‘pacto ambiguo’ propuesto para definir las relaciones literarias que conlleva la autoficción explorando la brecha entre biografía y ficción en que se albergaría. El pacto ambiguo considera las relaciones opositivas que contribuyen a una definición por la negativa. Manuel Alberca en ‘El Pacto ambiguo. De la novela autobiográfica a la autoficción’ proclama que ‘’El privilegio de la literatura autobiográfica consiste en que nos muestra, no simplemente las etapas de un desarrollo vital, cuyo inventario es finalmente tarea del historiador, sino, el esfuerzo de un creador para dotar de sentido su propia leyenda’’.

Este tipo de proceso creativo particular, el de la autoficción, dificulta la delimitación de toda obra artística que se inscriba en este subgénero. Su doble referencialidad, a diferencia de la autobiografía, permite que el lector juzgue la obra teniendo en consideración dos pactos ficcionales: el novelesco y el autobiográfico. En su afán de rescate de las experiencias vividas el autor es,en palabras de Alberca, un recitador, un relatador o comentarista; en resumen, un ‘narrador-autor’ al margen de la trama.

‘’Los entresijos del viento’’ implica una novela en tercera persona, con un emisor exterior al sujeto donde el narrador se dirige a su lector avalando los hechos relatados o los contradice, une dos episodios o se aleja de la intriga con una digresión y aporta a la existencia una voz en solitario que corre paralela a la historia. Son estos los conceptos de la autoficción en los que se enmarca el texto al que aludimos galardonado con el Premio León Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2020. Freddy Bretón narra con fluidez y sin pausa, sin detenerse en contemplaciones y directo al rescate de sus experiencias esenciales para exponerlas sin falsas modestias. En cada porción narrativa deja entrever que se autonutre de las vivencias del pasado, al tiempo que aprecia cada experiencia con toda la dignidad propia del hombre que ha ofrendado su vida desde temprana edad a favor de un ideal superior a sí mismo.

Desde la voz de su memoria el autor proclama la eficacia universal del concepto familia, y en particular de la suya, enarbolando el vigor imperecedero de los ancestros cuya vigencia nos descubre con la mayor naturalidad y orgullo. Es la suya, expuesta de forma decidida, “(…) la historia de una espiritualidad que permanece contra viento y marea, originada y sostenida por la esplendidez de la inocencia”, en palabras de Miller: “De hecho, la seguridad se refleja en sus referentes simultáneos -el biográfico y el ficticio- siendo así que ‘él’ siempre está ahí: en el ruido de una hoja, en el canto de un pájaro, en la sonrisa de un desconocido… y en los términos impresos en un libro capaz de devolvemos la esperanza’’. Se trata la edición, en definitiva, de ‘un viaje al interior de nuestra campiña’. En realidad, de una tranquila y tradicionalmente católica campiña ubicada en el centro mismo de la zona norcentral dominicana. Se vale el narrador de personajes como Doroteo o su amiga confidente Prisca a fines de imprimir veracidad y movimiento a las vivencias contadas, en ocasiones combinadas con fábulas y cuentos insertados dentro del relato mismo.

La intención de la escritura en la autoficción es la reconstrucción del ‘yo histórico’ o introspección ontológica. Esta autobiografía novelada se nos presenta como escritura única, definitiva y al mismo tiempo en renovación. Y en general con inevitable tendencia al elemento ficcional por sus continuos saltos en el tiempo, reflexiones, relatos dentro del relato, incrustos de versificación en un esquema de prosa. Debido a los rasgos referidos es por lo que ‘’Los entresijos del viento’’ presenta ese carácter circular tan propio de este tipo de literatura que según Gusdorf no puede alcanzar la recreación completamente objetiva del pasado, sino que consiste en una ‘lectura de la experiencia’.
Se escriben los hechos pasados desde una perspectiva vivencial que requiere a su vez una reelaboración. El lector es el encargado de comprobar el grado de fidelidad de los datos. En este sentido podemos hablar de relato prospectivo pero en definitiva, nos referimos a la naturaleza ficticia que corresponde a la identidad del Yo como un hecho biográfico.

Es de destacar la presencia del elemento lúdico en la novela. Nuestro autor despliega una maravillosa vis cómica definitivamente graciosa y de gran atractivo. Muchas de las múltiples ocurrencias narradas nos conducen sin dificultad a la carcajada, como el caso de la vaca que mantenia mientras comía las orejas en alto escuchando un larghetto de Beethoven, de modo que ‘’cuando el violín solista entró en la parte más tierna, levantó de nuevo las orejas’’. Y así numerosas historias propias de la vida bucólica y otras de suelo urbano o de suelo extranjero.

En el texto que nos ocupa el autor genera en el lector una inequívoca sensación de identificación y de reconocimiento; y tal es, absolutamente, el efecto propio de los contenidos con valor universal. Justamente el carácter híbrido se sustenta en la dualidad referencia-ficción que otorga especial importancia a la metáfora como tropo dominante donde todas las manifestaciones de brisa y viento son las protagonistas. El ‘yo’ se expresa a sí mismo mediante las metáforas que Bretón crea y proyecta: no existió el autor como existe ahora o siquiera como era antes de crear sus metáforas: sin embargo vemos y tocamos su yo, y además vemos y tocamos las metáforas, así podemos ‘conocer’ el ‘yo’ representado.

Las muestras de producciones literarias anteriores y particularmente los fragmentos de poesía estructuran definiéndole, el rasgo de hibridez. Remito con alegría al lector de estas líneas a toda la poesía de Freddy Bretón, en la seguridad de que disfrutará de una experiencia estética en verso, límpida, con la transparencia y sencillez más sublime. Ya su poesía temprana –siempre con el viento presente- despliega el poder y la dignidad del ‘Yo’ proclamado (Y cuando se hayan dispersado mis cenizas/ y del viento no cuelgue ni el olvido/ ¡que hablen las mil bocas de la piedra/ ¡que se levante la pared bruñida!/, en ‘’Oración para pedir un incendio’’. ‘’Arbol de la ribera’’ e igual el extenso poema ‘Itinerario’ son sencillamente piezas maestras de nuestra más reciente literatura nacional.

Finalmente, a causa del carácter de escritura autoficcional surge ante el lector de ‘Los entresijos del viento’ el dilema ya propuesto por Lejeune entre sujeto autobiográfico, nombre y firma, la fidelidad al contrato de lectura –el pacto autobiográfico- y la coincidencia de identidad entre autor, narrador y personaje. Sin embargo, ya desde las primeras etapas de la narración la identidad del autor se conduce sin traba alguna posibilitando la consideración inequívoca del valor objetivo del texto y su disfrute. Esta escritura novelada nos lleva al encuentro con la reconstrucción de una vida mientras percibimos la búsqueda, tácita -aunque maravillosamente fresca y libre de ataduras-, de un grado convincente de conexión entre texto y sujeto al tiempo que se establece, de hecho, la estructura estética esperada respecto al binomio narrador-personaje que descubrimos actualizado en el transcurso de toda la lectura. //

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