Desde 1977, cada 18 de mayo el Consejo Internacional de Museos (ICOM) festeja el Día Internacional de los Museos

Mayo es un mes muy especial, en el que celebramos fechas memorables. Y es que desde 1977, cada 18 de mayo el Consejo Internacional de Museos (ICOM) festeja el Día Internacional de los Museos. Cada año se externan las preocupaciones que generan los museos a nivel mundial y se intenta la búsqueda de soluciones en conjunto.

La idea de crear esta estructura arquitectónica como medio para exhibir la herencia de un colectivo, “está asociada a la identificación del hombre con su cultura y al reconocimiento del valor testimonial de ciertas evidencias como patrimonio”. Así lo confirma José Linares en la obra “Museo, Arquitectura y Museografía” (1994).

El antecedente inmediato del museo lo tenemos en la antigua Grecia cuando Ptolomeo Filadelfo construyó en Alejandría un conjunto arquitectónico. El mismo integraba anfiteatro, observatorio, biblioteca, estudio, jardín botánico, salas de trabajo y colección zoológica a fin de investigar y estudiar lo que se había compilado en cuanto a literatura, arte, filosofía, especies naturales y descubrimientos científicos. Sin embargo, el origen de la palabra museo está en su equivalente en griego “mouseion”, denominándose así al conjunto de obras de arte que se exponían en los peristilos y pórticos de los templos.

Claro que, desde la existencia misma del hombre, el arte ha estado presente en las pictografías de las cavernas y en la representación tridimensional de lo humano, así se manifiesta en todo momento y lugar, logrando un mayor desarrollo a través del apoyo de reyes y nobles.

En todo esto, la iglesia pasa a ser de los primeros espacios abiertos al público en los que se concentran obras de arte. En los templos se combina arquitectura, pintura, escultura y otras manifestaciones artísticas como es el caso de la orfebrería, la cerámica, los vitrales y demás elementos decorativos y con fin ceremonial. El arte en las iglesias pasa a tener un carácter pedagógico y moral en el proceso de formación de los fieles.
El mecenazgo juega un papel protagónico, sobre todo, en lo relativo a la producción de las artes visuales y, consecuentemente, con la conformación de los museos. Así, porque sin apoyo económico, no sería posible acumular piezas y sostener la clase artística, contribuyendo este aporte a que el artista se concentre en los elementos estéticos y no propiamente en la creación de una obra comercial. Esto tiene como valor agregado, generar cierta estabilidad en el creador con el firme propósito de que su sensibilidad no se vea menguada por ruidos externos y se concentre en el fin social y humanístico del arte. Cabe destacar que el concepto “mecenas” se asocia a la figura de Cayo Mecenas (finales del siglo I a. C.), por su apoyo sistemático a las artes durante la Roma de Augusto.

En todo esto, el poder político, concentrado fundamentalmente entre monarcas y, más tarde compartido también con la curia romana, jugó un papel protagónico. Así también tenemos los botines de guerra que dan lugar a la exhibición del “gabinete de los botines de guerra”, en el palacio del rey Nabucodonosor II en la antigua Babilonia, mientras que, en Roma esta práctica nos lega el inicio del coleccionismo privado mediante las pinacotecas del cónsul Lúculo (1:106.57 C.) y la del emperador Adriano (76-138 a. C.). En el antiguo Egipto, los objetos cotidianos que acompañaban a los faraones, luego eran exhibidos en sus enterramientos.

Origen de los museos

El origen de los museos debe atribuirse al coleccionismo, acción asociada a la acumulación de obras u objetos con el propósito de exhibirlo a un colectivo. El ejercicio mismo de reunir piezas de valor patrimonial, obedece a un respeto por el pasado, así como al sentido de pertenencia y por qué no, al derecho de propiedad. Asimismo, se asocia el coleccionismo con el prestigio social, el deseo de perpetuarse para la memoria histórica, la promoción del mecenazgo e igualmente el amor por el arte.

La precedente puntualización respecto al coleccionismo se configura durante el Renacimiento, pues más que reconocer el valor económico de las piezas, se procuró su valoración histórica, artística y documental.

Acogiéndose a esta denominación, tenemos al francés duque de Berry (1340-1416) al que Von Schlosser califica como el “primer coleccionista moderno”, quien se interesó por documentar sus piezas más que por la mera de ostentación de las mismas.

Coleccionismo

El proceso de colonización y conquista de América motoriza el coleccionismo, destacando la principalía de Santo Domingo, ya que, como primera civilización europea en el Nuevo Mundo, aquí llegan las primeras obras de arte acompañando a las flotas de don Diego Colón y doña María de Toledo. A esto se suma, la construcción de numerosos templos, destacando la primera catedral en América, la de Santa María de la Encarnación en la que se concentra un valioso patrimonio artístico de carácter religioso.

Es en la segunda mitad del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX que se suscitan las formalidades en torno a la idea moderna del museo. La Revolución Francesa y la Revolución Industrial contribuyen grandemente en el progreso de la causa, pues de estos eventos se desprende la conformación del primer museo de carácter público con sede en el Palacio Real del Louvre.

A la mitad más uno del siglo XIX ve la luz la Exposición de Comercio en Londres, inaugurando así el Palacio de Cristal y, con ello, un ciclo de actividades culturales, entre ellas certámenes, ferias y exposiciones a disposición del público.

Es en el siglo XX que se consolida el museo como institución arte. El desarrollo de las vanguardias europeas, supone una crisis ante la necesidad de la exhibición de las piezas en espacios sin interferencia, es decir, que generen competencia visual. Esto supone repensar la arquitectura para establecer nuevos diálogos. De manera que lo que se asumió como una negativa, pasa a revolucionar todo el entramado respecto al museo y lo que en él se exhibe.

Es precisamente durante el siglo XX que se abre una ola de museos. Todos los países querían tener un espacio destinado a la exhibición de bienes culturales como instrumento de consolidación urbanística y social. De esta forma se apertura un nuevo capítulo para el coleccionismo, permitiendo la aparición de varios espacios destinados a la conservación a nivel mundial.

Oportuno es señalar que el Consejo Internacional de Museos (ICOM), ha consignado que “son museos las instituciones de carácter permanente que adquieren, conservan, investigan, comunican y exhiben para fines de estudio, educación y contemplación conjuntos y colecciones de valor histórico, artístico, científico y técnico de cualquier otra naturaleza cultural”.

Herencia colonial

En el contexto dominicano se rescata la herencia colonial, dimensionada y puesta en escena a través del Museo de las Casas Reales, entidad de carácter histórico concebida para los fines en 1973 por el presidente Joaquín Balaguer, pero es el 31 de mayo de 1976 que se reconoce legalmente como Museo Nacional Dominicano con el acto inaugural en presencia del Rey Juan Carlos I de España.

La edificación que acoge el museo, se encuentra cargada de mitos e historia. Sus muros se erigieron para instalar la Real Audiencia, la Capitanía General, siendo además sede de gobierno.
Actualmente, sus salones exhiben piezas relacionadas con la vida y costumbres de La Española, en los tiempos del Virreinato de las Indias.

A la fecha, son muchos los museos y centros de bienes culturales que pululan en la República Dominicana, tanto de carácter público como privado. Algunos bien conservados, otros dejados en el olvido y, también, en carpeta de ser ejecutados.

La República Dominicana precisa y merece un Museo de Arte Dominicano que recoja las obras más puntuales, amén de que el Museo de Arte Moderno (creado en 1976 como Galería de Arte Moderno y pasando en 1992 como Museo de Arte Moderno), continúa acogiendo las obras desde la creación de la Bienal Nacional de Bellas Artes en 1942.

El Estado dominicano ha relegado en buena medida el coleccionismo al sector privado, salvo contadas excepciones. Así las cosas, es meritoria la labor desplegada por el Centro León Jiménes, el Museo Bellapart, el Centro Cultural Perelló, el Museo Cándido Bidó, el Centro Cultural Mirador Santo Domingo, el complejo del Museo y Escuela de Arte y Diseño de Altos de Chavón, entre otros importantes espacios destinados a la promoción del patrimonio nacional. No obstante, es imperiosa la participación activa del sector público para la consolidación del patrimonio nacional.

Cada ciudad merece un museo, medio a través del cual puedan dar cuenta de la memoria colectiva y, en este mismo orden, cada país precisa de una estructura en la que se logre resumir el devenir histórico nacional. Ojalá se apoye al Ministerio de Cultura desde el Poder Ejecutivo, y no a ninguna otra instancia, para que pueda encaminar las acciones necesarias para la preservación y promoción de los museos en la República Dominicana.

Informe
El antecedente inmediato del museo lo tenemos en la antigua Grecia cuando Ptolomeo Filadelfo construyó en Alejandría
un conjunto arquitectónico”.

Detalle
En los templos se combina arquitectura, pintura, escultura y otras manifestaciones artísticas como es el caso de la orfebrería, la cerámica, los vitrales y demás elementos decorativos”.

Principio
El antecedente inmediato del museo lo tenemos en la antigua Grecia cuando Ptolomeo Filadelfo construyó en Alejandría un conjunto arquitectónico”.

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