Colón, en la mitología, era el domador de monstruos marinos de cuchimil cabezas

El personaje de Cristóbal Colón siempre me atrajo, quizás por el miedo que le tengo al mar. Porque una cosa es su belleza vista desde la orilla o como las pinturas rusas de Iván Aivazovsky, Konstantín Krugovijin, Alekksandr Dórogov y muchos otros influenciados por el primero cuando no existía la cámara fotográfica. Colón, en la mitología, era el domador de monstruos marinos de cuchimil cabezas, amansador de olas gigantescas y jefe de una banda de piratas tuertos y con patas de palo tal y como se veía en el matinée.

Para el V centenario de la llegada de los españoles, había preparado una exposición pictórica que expuse en la Galería del Complexe G, que es el último piso (el 31) de un edificio de Quebec y que le da la vuelta en 360 grados. Esa exposición la traje al Museo de Arte Moderno de Santo Domingo en la era de Alberto Bass y cuando uno se tropezaba en cualquier salón con Humberto Soto Ricart que murió creyendo que era crítico de arte y que estaba por encima de los pintores.

Pero sentía que me faltaba algo por decir más allá de las expresiones plásticas de mis inmensas telas que fueron apreciadas por Miguel Cocco como para incluirlas en la colección de Aduanas.

Con la formación de un comité continental con sede en México se preparaba una “celebración” jamás vista porque esta vez contaba con la participación del pensamiento intelectual más avanzado y se cuestionaba la heroicidad de Don Cristóbal, sin dejar de reconocérsele su valentía al atravesar el Atlántico y desafiar todas las teorías existentes que iban de creer que La Tierra era cuadrada o plana, tal como lo manifiesta hoy día el gran astrólogo Jair Bolsonaro.

Por primera vez se haría en 1992 una serie de actividades que en vez de festejar la llegada o el “descubrimiento” de América, se cuestionaba hasta el nombre con el que los gobernantes sumisos a España seguían las “alcaguaterías” del llamado “día de la raza”.
El debate sobre la inexistencia de las razas quedó probado. Existe una sola raza, la humana, fue la conclusión.

El famoso “choque de dos culturas” resultó ser un eufemismo que escondía la destrucción de una civilización que no tuvo la casualidad de haber inventado la ametralladora o la bazuka y menos la pólvora como hicieron los chinos que les sirvió para preservarse a pesar de las incursiones japonesas nada amigables.

Por primera vez se denunció la masacre de Colón, sus hijos, Hernán Cortés, Pizarro, Balboa que en nombre de la Reina de España abusaron de los indefensos e ingenuos indígenas del continente. Vox y el Partido Popular de España hablan hoy de la liberación de la dictadura que hacía sacrificios humanos, pero omiten que esos sacrificios, fruto de sus creencias religiosas, no se comparan con la enorme cantidad de mujeres quemadas “por brujas” de la Inquisición, ni de los herejes de cualquier edad que fueron eliminados por el fanatismo religioso.

Se ha hecho un cálculo de la población, según los datos de los testigos de la época, como lo fue el Padre Las Casas. Aznar se burla del presidente de México porque sus nombres no existieran sin la conquista, y Manuel López Obrador le preguntó que de dónde viene Aznar.

Por primera vez se inició un movimiento ciudadano que exigía a los gobiernos quitar todo símbolo que le rindiera homenaje y especialmente las estatuas del almirante lo que se ha venido haciendo poco a poca desde entonces.

No son pocos los que la ofuscación les lleva a pensar que el continente ganó por quedarnos la “rica”, “exquisita” e “inimitable” lengua española, como si las civilizaciones tainas, aztecas, mayas, incas, etc. hubiesen sido mudas. Es como si fuera una película de vaqueros en que una banda de bandidos asalta una casa del oeste americano. Matan al propietario y sus niños y la madre sobrevive. En el ataque a los ladrones se les cae un reloj. ¡Ah que suerte! Ahora puedo saber la hora, ¡Qué dicha! Perdí mis hijos, mi esposo, caballos y vacas, pero ahora tengo un reloj.
Qué suerte tuvieron los tres indígenas que quedaron vivos porque ahora hablan español, aunque más de un millón fueron masacrados.

Todas las civilizaciones tuvieron y tienen un idioma propio y, que no sea el español, no les impide hacer descubrimientos importantísimos en el área de las matemáticas, la ciencia, las artes, como, pongamos, los árabes. ¿Acaso la Literatura fue un invento de ese idioma?, ¿No existían cuentos y narraciones riquísimas en otros idiomas?

Defender el protagonismo de Colón por el “viaje del idioma” es un argumento tan válido como afirmar que todo el que poseía una máquina de escribir era un escritor.

Como el desarrollo del pensamiento humano es dialéctico y los cambios no se dan de buenas a primera, es normal que en 1992 (año del V centenario) no se derrumbaran todas las estatuas de Colón ni de los demás responsables de las barbaridades ocurridas durante la colonización, pero 29 años después el Colón de México que fue esculpido por Manuel Vilar e inaugurado en el 1892, será sustituido por la joven de Amajac como homenaje a los indígenas.
En Canadá se han derribado estatuas de la Reina Isabel y en los Estados Unidos, dominado todavía por ese espíritu kukluxklanista, han tumbado, junto a Colón, estatuas de Robert Lee y los esclavistas. Las estatuas de Leopold II, aquel sanguinario que arrasó con medio mundo en el Congo, han caído por el suelo aunque España mantiene todavía a Franco cabalgando en caballos de bronce.

En Quebec formé, junto a René Zelaya y Don Raúl Padilla, el Comité que no aplaudiría a Colón. Mi aporte fue un comic, muñequito, inspirado en una mezcla de Colón y Amaury Villalba, mi amigo y compañero de trabajo en la Editora Alpha y Omega de Miguel Cocco y Minerva. A Colón lo acompañaban dos personajes: Yimi Zuagar y Mr. Card. Para la edición continental se publicó en español en México y Honduras con prólogo de un alemán que se hacía llamar Diego Kloss, quizás por temor a que los tataranietos de Cortés, sin cortesía, lo descubrieran y le cortaran la lengua. El mismo Kloss hizo una traducción para la edición alemana y en Quebec salió la versión en francés.

Como la Historia la cuentan los que ganan y sus adulones, nos obligaron a celebrar “el día de la raza” cada 12 de octubre con sus respectivos desfiles de escolares inocentes y la misma píldora que todavía nos quieren hacer tragar.

Por otro lado, no podemos negar la calidad y el valor artístico de esas esculturas que casi siempre fueron ejecutadas por maestros como la que fue colocada en el parque Colón cuando el presidente Ulises Heureaux le encargó a Manuel de Jesús Galván la tarea de irse a París y buscar quien la hiciera. Se preparaba la celebración en grande del lV Centenario. Ernest Gilbert fue quien realizó la escultura magnífica que debe ser llevada al Museo de la Civilización Dominicana (el mal llamado Museo del Hombre). En su lugar debería colocarse una enorme cabeza de Enriquillo o Anacaona por un escultor de verdad.

La jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, confirmó que será “La joven de Amajac” la obra que sustituya el Monumento a Colón sobre Paseo de la Reforma.

La mandataria capitalina también hizo referencia a la petición que hicieron diferentes colectivos para colocar un monumento relacionado a la lucha de las mujeres contra la violencia de género y que sirva como homenaje a las víctimas de la violencia machista. Algo semejante piden en la capital dominicana y una ocasión de bandeja de plata para el Ministerio de Cultura alzarse con la gloria.

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