Tras el final de las guerras fratricidas entre cristianos y musulmanes en la Península Ibérica en 1492, los judíos sefarditas se vieron obligados a convertirse al cristianismo o abandonar los reinos ibéricos. Como la corona castellana era por entonces el único poder colonial en el Caribe, antes del siglo XVII no hubo de forma manifiesta judíos en la región, aunque como sostiene Natalie Zacek los conversos y sus descendientes participaron en el proceso de occidentalización de la región, de hecho, desde finales del siglo XVI se encuentran asociados en los principales puertos del Caribe al tráfico de esclavizados.

Forzados por la situación, muchos de los judíos que rechazaron convertirse al cristianismo se exiliaron forzosamente a los Países Bajos, sin lugar a duda uno de los lugares de mayor tolerancia religiosa de toda la Europa de la Edad Moderna como narra en su novela Herejes Leonardo Padura. Una vez asentados, los judíos sefarditas aprovecharon la situación encontrada y se adhirieron, a comienzos del siglo XVII, al proyecto imperial holandés que por entonces se había apropiado de Recife en el Brasil portugués y con ello se convirtieron en los principales suministradores de azúcar de Europa. En esta ciudad se erigió la primera Sinagoga de América. Desde siempre los Países Bajos fueron una tierra de colonos políglotas y, tal vez por ello, antecediendo a otros estados europeos enlazaron una empresa imperial multilingüe y étnicamente diversa que pudieron aprovechar los sefarditas antes del declinar del mercantilismo.

Cuando Recife fue retomado por los portugueses eran los mayores expertos en el cultivo, procesamiento y comercio del azúcar y sus derivados; la melaza y el ron. Temiendo las represalias de la Inquisición portuguesa dirigieron su destino hacia las colonias holandesas e inglesas del Caribe. La experiencia azucarera y el conocimiento del negocio les hizo ser recibido sin mucha dificultad y evitar demasiadas reticencias de aceptación social.

Tras la diáspora judía de Recife, en 1661, los encontramos en Barbados,en ese momento la más rica colonia de la América Inglesa donde impulsaron la expansión de la plantación azucarera. La introducción del crédito, el uso de técnicas modernas de cultivo -como el Polder System-, la traída de costosas maquinarias y el suministro regular de mano de obra esclavizada desde las factorías africanas holandesas de Luanda y Elmina contribuyeron a ello. En las islas inglesas trataron de obtener cartas de patentes de ciudadanía porque en lugares como Jamaica, sufrieron restricciones en el comercio por el celo que levantaban sus fortunas y debieron pagar generosas contribuciones al erario real además de quedar limitados para ejercer cargos públicos o participar de las milicias, instituciones ambas que otorgaban prestigio social.

A Curazao llegó también parte de esta diáspora sefardita brasileña. La isla holandesa estaba administrada por una compañía privada independiente y sin interferencia de la monarquía por lo que no fueron tan fiscalizados. La emprendedora comunidad sefardita pudo ocuparse de las finanzas, la navegación y el transporte en el comercio trasatlántico de textiles y la trata humana. Mientras tanto la élite protestante quedó vinculada a la compañía ocupando los principales cargos relacionados con el gobierno.

A pesar de ser agobiados por prescripciones legales y prejuicios populares en muchas colonias británicas los judíos florecieron en las Indias occidentales británicas. Los exiliados de Recife y sus descendientes, como sostiene Natalie Zacek, cimentaron una extensa red Atlántica conectada con sus correligionarios en diversas partes del Caribe, en Surinam, los Países Bajos, así como con en las trece colonias especialmente New York y Newport.

Su experticia en la producción y la distribución de azúcar, su familiaridad con los idiomas y el manejo de los mercados americanos de España y Portugal les permitió funcionar con amplios canales de información, finanzas y comercio a través de las fronteras imperiales del mundo Atlántico. En el mundo Caribe tuvieron, también, la fortuna de tener la piel blanca y como en el desarrollo azucarero que impulsaron en las islas la proporción de hombres negros aumentó vertiginosamente durante el siglo XVIII y XIX, llegaron a convertirse en un símbolo de credibilidad en las sociedades caribeñas. Las primeras Sinagogas del hemisferio occidental se establecieron en el Caribe. La primera en Willemstad, la segunda en Bridgetown, ambas a mediados del siglo XVII. En 1704 los judíos de Jamaica establecieron la Sinagoga de Neveh Sahlom en Spanish Town.

Un militar español llamado Francisco Saavedra, prisionero, en 1780 en Jamaica, se dio a la labor de escribir un diario que describía la isla para conocimiento de la inteligencia española y escribió unos pasajes sobre los contactos con representantes de esta comunidad con los que estableció relaciones y obtuvo noticias útiles. En él narra cómo un anciano llamado Aaron Henríquez le llevo a conocer la Sinagoga que no resaltaba por tener un edificio notable. Lo acompañó también a casa de un judío rico, llamado Jacobo Bernal, quien les brindó un excelente convite en donde asistían muchos oficiales británicos y personas distinguidas. En agradecimiento le regaló varios libros españoles y Henríquez, que los apreciaba mucho, le obsequió con una traducción de los salmos en verso español hecha en el siglo XVII por un rabino de Jamaica e impresa en Londres. Quedó maravillado con la variedad de metros que usaba el autor y la destreza con la que manejaba el idioma castellano y por ser una edición que no se hallaba en España.

Contada esta bella anécdota concluía el escrito recogiendo este último comentario sobre la comunidad judía jamaicana, de la cual decía que mantenía buen trato con los ingleses y que existían un gran número de ellos, que vivían en la opulencia, pues eran los factores del contrabando con las posesiones hispanas por lo que le daban mucha importancia al conocimiento de la lengua española.
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Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World. “This project has received funding from the European Union´s Horizon 2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska Curie grant agreement Nº 823846. Dirigido por Consuelo Naranjo Orovio desde el Instituto de Historia-CSIC”.

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