El comerciante mató al changador de un balazo y el asunto está ahora en manos de la ley. Esa ley que —al decir de Anatole France—, “en su magnífica ecuanimidad, prohibe, tanto al rico como al pobre, dormir bajo los puentes, mendigar por las calles y robar pan”.

Para peor, la ley está en manos de los jueces y “Muchos jueces —al decir de Bertolt Brecht— son absolutamente incorruptibles; nadie puede inducirles a hacer justicia”.

Cuando se declara abierta la sesión, la sala del tribunal se reviste de dignidad, la acostumbraba dignidad ficticia que reina en los tribunales, y desde el primer momento uno empieza a sospechar que los jueces van a condenar al muerto, al guía o a la viuda del muerto:

JUEZ (AL COMERCIANTE): ¿Usted mató a ese hombre?
COMERCIANTE: Sí, me atacó de improviso.
JUEZ ¿De qué manera?
COMERCIANTE: Quiso matarme a traición, con una piedra.
JUEZ: ¿Conoce algún motivo para ese ataque?
COMERCIANTE: No.
JUEZ: Escúcheme, no trate de aparecer más cándido de lo que es. Así no llegará a nada, hombre. Si, tal como usted mismo lo dice, trató al coolí con guante blanco, ¿cómo explicar el odio del coolí contra usted? Solamente si puede explicar ese odio, se justificará que haya obrado en defensa propia. Piense un poco.
***
Es evidente que el juez suplanta el papel del abogado defensor. Se trata de establecer que el cargador tenía motivos para matar al comerciante y que el comerciante tenía temor de que lo mataran. No faltaba más, el cargador, o el cadáver del cargador, está siendo víctima de la justicia de clase que lo condena a priori. Y sin embargo, ingenuamente, el guía cree tener “la prueba de su inocencia en el bolsillo” y la viuda del cargador espera con mayor ingenuidad “una indemnización”.
JUEZ: ¿Encontraron la piedra con que el coolí lo amenazó?
GUÍA II: Ese hombre (SEÑALA AL GUÍA I) la sacó de la mano del muerto. (EL GUÍA MUESTRA LA CANTIMPLORA.)
JUEZ: ¿Es esa la piedra? ¿La reconoce?
COMERCIANTE: Sí, es esa.
GUÍA: A ver qué tiene que ver esto con una piedra. (VIERTE EL AGUA)
JUEZ II: Es una cantimplora, no una piedra. Quería darle agua.
JUEZ III: Es evidente que no tenía intención de matarlo.
JUEZ: Esto no puede ser verdad. (AL COMERCIANTE.) ¡Sugieren que él le estaba ofreciendo de beber!
COMERCIANTE: Debió ser una
piedra.
JUEZ: No, no fue ninguna piedra. Usted mismo ve que es una cantimplora.
COMERCIANTE: Pero yo no podía suponer que era una botella de agua. No había razón alguna para que ese hombre me diera de beber. Yo no era amigo suyo.

JUEZ: Usted reconoce, con razón, que el coolí debía odiarlo. Al matarlo, por lo tanto, ha asesinado usted a un inocente, pero sólo porque no sabía que era inofensivo. A veces le ocurre lo mismo a nuestra policía. Tiran contra una masa de tranquilos manifestantes, sólo porque no pueden imaginar cómo esa gente no los baja del caballo y los lincha. Esos policías, en realidad, tiran sólo por miedo. Pero tener miedo es una muestra de que razonan bien. Por lo que usted declara, no pudo pensar que el coolí fuese una excepción.

COMERCIANTE: Sí, hay que atenerse a la regla y no a la excepción
JUEZ (CANTA):
La regla es: ojo por ojo, diente por diente. /Tonto es quien pretende una excepción. / El hombre cuerdo nunca puede esperar / que su enemigo le ofrezca bebida.
***
El guía también canta otra canción sobre la excepción y la regla:
GUÍA (CANTA):
En el sistema que hemos creado / ser humanitario es una excepción. / Quien es humano sufre las consecuencias. / Teme a quien te parezca amistoso. / No dejes que nadie se acerque a ayudarte. /Si a tu lado hay un hombre sediento, cierra pronto los ojos, tápate los oídos. / Si a tu lado alguien jadea, / no te acerques cuando te implora ayuda. / ¡Ay de aquel que se deja arrastrar! /
Das de beber a un hombre / y el que bebe es un lobo.
***
Los miembros del tribunal se retiran a deliberar, pero se trata de un mero formalismo, la sentencia ya está escrita. La víctima es necesariamente el culpable. En las palabras del juez queda claro que la justicia no es igual para todos. La gente de clase baja no puede pretender justicia frente a la gente de clase alta. El sistema lo prohíbe:

JUEZ: … el tribunal considera suficientemente probado que el coolí no se acercó a su patrón con una piedra en la mano, sino con una cantimplora. Pero aun tomando en cuenta este hecho, resulta más admisible que el coolí quisiera matarlo con la cantimplora que darle de beber. El changador pertenecía a una clase de hombres que tiene motivos verdaderos para sentirse en situación de desventaja. Para gente como él es lógico y nada más que lógico querer defenderse contra un reparto injusto del agua. Más aún, hasta puede parecerle justo a esta clase de gente, según su mentalidad limitada y unilateral, basada únicamente en la realidad, vengarse de su torturador. Cuando llegue el día de ajustar cuentas, sólo ellos podrán ganar. El comerciante no pertenece a la clase a que pertenecía el changador, Por tenía que ponerse en guardia. El comerciante no podía esperar un acto de camaradería por parte del changador, tan mal tratado, según él mismo lo declaró. Su razón le decía que estaba amenazado al extremo. Por fuerza debía preocuparse en una región totalmente despoblada. La falta de policía y de tribunales le daba a su empleado la posibilidad de sacarle su parte de agua con violencia. Por lo tanto, el acusado obró justificadamente en defensa propia, y tanto da que haya sido amenazado realmente o que sólo se creyera amenazado. Teniendo en cuenta las circunstancias expuestas, debió sentirse amenazado. Por ello, se exime de culpa y cargo al acusado, y no se hace lugar al pedido de la mujer del muerto.

LOS ACTORES:
Así termina la historia de un viaje. / Lo han oído y presenciado. / Han visto lo habitual, / Lo que constantemente se repite. / Y sin embargo les rogamos: / Consideren extraño lo que no lo es. / Tomen por inexplicable lo habitual. /Siéntanse perplejos ante lo cotidiano / Traten de hallar un remedio frente al abuso / pero no olviden que la regla es el abuso.
FIN
***
En este mundo podrido, el bien no triunfa más que excepcionalmente sobre el mal. El triunfo del bien sobre el mal, del amor sobre el odio, de la bondad sobre la maldad es excepcional. Casi todo lo que intentan hacernos creer es una mentira. La historia que aprendemos es una permanente celebración del crimen como hazaña y la codicia como virtud. Lo que parece ser regla en realidad es la excepción y la excepción es la regla… Pero nada —dice Bertolt Brecht— debe parecer imposible de cambiar.

Posted in CulturaEtiquetas

Más de gente

Más leídas de gente

Las Más leídas