Hace una semana falleció el dominicano que llegó a ocupar más cargos gubernamentales, legislativos y diplomáticos de su generación. Es lo que destacan las crónicas de don Víctor Gómez Bergés. Hablan muy poco de su dedicación a la escritura, con obras fundamentales para comprender la compleja, pero apasionante etapa que le tocó vivir, de la que fue protagonista, en el país y en el extranjero.

Tanto en este espacio como en otros medios, comenté las publicaciones del fenecido, las cuales conservo como gratos recuerdos, apreciando sus dedicatorias, con imágenes de actividades culturales en las que coincidimos, como fue la puesta en circulación del libro Anselmo Paulino: El ojo mágico de Trujillo, cuyo autor es el colega Manuel Nova, donde el escritor hizo de presentador y este servidor tuvo la responsabilidad de la semblanza biográfica.

Causas de dos derrotas, Balaguer y yo: La Historia, Toda la Verdad y un ensayo sobre el papa Juan Pablo Segundo, fueron libros que comentamos en los medios de comunicación, lo que era motivo para que el autor nos llamara o escribiera para darnos las gracias, recibiendo la respuesta de que no eran necesarias, ya que como periodista era nuestro deber promover las obras imprescindibles para la comprensión de la sociedad.

En sus obras Gómez Bergés nunca olvidaba sus orígenes, genealógicos y biográficos, desde el Santiago de los Caballeros que lo vio nacer, con una infancia feliz entre Montecristi, Puerto Plata, el bucólico Gaspar Hernández (allí su padre fue comandante policial), y Moca, donde hizo el bachillerato, hasta establecerse joven en la capital cuando todavía llevaba el nombre de Ciudad Trujillo.

Los libros del recién fallecido escritor ilustran al lector sobre el tránsito traumático entre el fin de la dictadura y el surgimiento de la democracia, con sus ingredientes económicos, políticos, sociales y espirituales. Las crónicas que informaron la muerte del intelectual tampoco resaltaron que fue el fundador de la Universidad Agroforestal Fernando Arturo de Meriño, en Jarabacoa (1996), donde trabajé bajo su rectoría como encargado de Comunicaciones. Despedimos a un gran dominicano.

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