Cada vez se hace más frecuente la incursión de personas provenientes de congregaciones evangélicas en la publicación de obras en los géneros considerados seculares, desde sus puntos de vista teológicos y hermenéuticos. Fernando Aquino, un joven pastor protestante nacido en el fronterizo y sureño municipio de Bánica, provincia Elías Piña, descarga sus pasiones terrenales en su musa Rosanna de León, su esposa, madre de su hija Saray Aquino de León.
En el poemario El amor y otros sentimientos, Aquino expresa que lo dedica “a Dios, quien ha creado todas las cosas buenas, en gran manera, para que la disfrutemos”, junto a su familia, compañera y vástago. Al mostrarse como un admirador del Creador, defiende la auténtica creatividad poética al invocar la expresión del Nobel mexicano Octavio Paz, quien dijo que “cada poema es único. En cada obra late, con mayor o menor grado, toda la poesía. Cada lector busca algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: es que ya lo llevaba dentro”.

El poeta y pastor de Bánica no ve contradicción en servir a Dios y cantarle a su mujer: “Tengo sed de ti; sed, de beber de tus fuentes; de refrescarme en los arroyos de tus caricias”. En el poema Te veo porque estás en mis ojos, un intenso lirismo está presente, como en Me dieron a escoger. Entre las flores, la fortuna, los tesoros y otras dichas, canta: “Escogí a mi Rosanna, la perla de gran precio/ la flor de mi vergel./ Es ella a quien ama, mi corazón en llama,/ Como un sello eterno, por tenerla en mi alma./ Es que no existe fortuna/ Con que pueda igualarla”.

Muchos cuestionarían que Aquino, como hombre de fe, exprese que sin su musa, “No quisiera esa vida, eso no sería vida”, porque, “Lejos de ti, Rosanna, la vida es una pena”. En un mundo como el que le ha tocado vivir al autor, con todos los valores sometidos a cuestionamiento, su poemario viene a ser un canto de esperanza.

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