Basada en hechos reales, nos trae a 5 jóvenes condenados por violación. Ellos negros adolescentes, la victima una joven blanca. Los 5 eran inocentes. Si para uno es indignante hasta la saciedad, no consigo imaginar lo que para ellos significó cada día de esos 23 años de tinieblas desde la ocurrencia inicial en el 1989 hasta el 2002 cuando son absueltos. Pero es precisamente eso lo que nos trae su narrativa: el corso psicológico y físico ejercido por sus verdugos y que se sufre abismalmente sabiéndose inocente. Es humillante que sin pruebas físicas condenen por las feroces “pruebas circunstanciales”, como suelen ser cantidades significativas de las condenas a negros que son el 90% de los 2,16 millones de personas en prisiones, una tasa de 655 presos por cada 100.000 habitantes –la mayor del mundo–. Los negros son el 12% de la población de USA, y el 40% de su población carcelaria (como se ve en el documental “The Central Park Five” de Ken Burns sobre el caso y el revelador dato de las cárceles privadas contratadas por el gobierno). Pues bien, la orientación auspiciosa de su narrativa contradice la realidad: ser negro y latino, son de esas “circunstancias” adversas para que te condenen. Que los 5 estuvieron en el lugar a la hora de la violación, les basta tanto a la justicia (de clase) como a quien te arresta y te incrimina, te tranca, y cuando sales se asegura que solo puedas trabajar como peón “limpiando mierda” –dice un diálogo–. Destaca que jamás dieron su brazo a torcer cuando la justicia los conminaba a un acuerdo de aceptación de los cargos. Ese hecho manifiesto de replicar inocencia es un leitmotiv de la narrativa y de la composición de los personajes en vía contraria al prejuicio social que se profundizó contra ellos con fama de violadores dada por los medios que se dieron gusto torturándolos moralmente. El magistral guión y la puesta en escena nos lleva de las manos mostrándonos lo que son esas prisiones: un submundo esférico que te intima a una conducta cónsona con la de un perro amaestrado. La dirección de arte se ocupa de darnos esa atmósfera. De todas las actuaciones la que acentúa por el desarrollo del personaje y su fuerte empatía es la de Jharrel Jerome que encarna a Korey Wise, con un sazonado paquete de diálogos, envuelto en una trama pensada a partir de los detalles. En Netflix.

HHHHH Género: drama judicial. Duración: 4 episodios de 60 minutos cada uno.

Posted in Crítica Cine

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