Hemos venido siguiendo con especial atención la carrera de Soraya Abu Naba’a, una de las artistas jóvenes con mayor posicionamiento en el mercado internacional, que ha centrado sus energías en formarse, al tiempo que cultiva una obra meritoria, tanto desde el punto de vista formal como estético.

Soraya se ha nutrido de su tradición familiar, sin perder de vista su vínculo con República Dominicana, espacio que considera como su lar nativo, teniendo en cuenta que nació en Miami y es de madre dominicana de ascendencia libanesa y de padre jordano.

La investigación es parte importante en su proceso creativo. Se mantiene explorando su entorno con la finalidad de comprender ciertos procesos biológicos y sociológicos, al tiempo de emplear su obra como una voz para representar a quienes no tienen la posibilidad de ser escuchados.

Desde hace algunos años, ha venido mostrando su preocupación por los feminicidios, empleando su producción visual como un medio para la alerta en la defensa de los derechos de la mujer y sus garantías. Por medio de las reflexiones de la artista se aprecia cómo la mujer, además de ser un ser paridor, se encuentra expuesta, siendo víctima de maltrato tanto físico como psicológico.

Estos traumas que carga el agresor, son producto de sus hechos y circunstancias. La falta de una estructura familiar estable, las limitaciones económicas, el bajo nivel de educación, así como también la ausencia de valores y principios. Esto revela la descomposición social que acompaña a nuestro medio.

Para contar su historia, la artista se sirve de la pintura, pero también, de la instalación, emplea un método de relleno de estructuras textiles que es una manualidad heredada de su abuela materna Yvonne Nader, quien se dedicó muchos años a empacar objetos, y pasó a estar junto a su esposo e hijos entre los principales galeristas de toda Latinoamérica.

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