Introducción

Celebramos este 7 de mayo pasado, el 87 aniversario del nacimiento de José Ramón Peña, Papilín, seminarista del Seminario Santo Tomás de Aquino, mártir en la cárcel de la 40 y del régimen de Trujillo. Entre los actos celebrativos está una Misa, en Santa Rosa de Lima, la que fue su parroquia, en La Romana. Papilín fue mi compañero en el Seminario.

El licenciado Reynaldo Espinal está escribiendo un libro sobre él, que será puesto en circulación próximamente. Me parece interesante reproducir aquí datos sobre Papilin, del mismo Reynaldo Espinal, publicados ya en Acento.com, en dos entregas sucesivas, los días 29 de enero y 5 de febrero de este 2023.

He aquí la tercera y última entrega.

7-Papilín trasladado de nuevo a La 40, se niega a levantar falso testimonio contra monseñor Juan Félix Pepén, obispo de la Diócesis de Higüey.
“En sus interesantes memorias ‘Un Garabato de Dios. Vivencias de un testigo. 2003’, monseñor Juan Félix Pepén (q.e.p.d.), quien hacía apenas meses había tomado posesión canónica como primer obispo de la Diócesis de la Higüey, erigida en 1959, relata en la pág. 138 de ellas, lo siguiente:

“Recibí entre otras noticias la información de que Luis Ramón Peña, Papilín, el seminarista romanense preso, había muerto en la cárcel… asesinado por el SIM, Servicio de Inteligencia Militar. Mucho tiempo después, unos veinte años por lo menos, un compañero de cárcel me completó la información. Papilín fue asesinado salvajemente porque se negó a acusarme de participar en un supuesto contrabando de armas por las costas de Higüey que la mente enferma de aquellos infelices había tramado presentar como una prueba de la conspiración de los curas contra el gobierno. Cosas del pasado que es mejor olvidar y pedir al Señor que no se repitan. Pero el martirio de este joven, su heroísmo y fidelidad, no pueden ser ignorados por el bien de su pueblo”.

¿Qué ocurrió, realmente, conforme el testimonio de Valera Benítez y otros testigos de lo acontecido?
Preciso es recordar que tras la publicación de la Carta Pastoral, viraje inesperado de la Iglesia que Trujillo no esperaba después de muchos años de entendimiento y colaboración, el objetivo del tirano era silenciar y ridiculizar a los obispos firmantes de aquel memorable documento, que marcaba distancia contra sus desmanes y atropellos.

Jhonny Abbes García, ya enseñoreado como jefe del SIM, en pleno ejercicio de su maligna genialidad, ideó el plan macabro de acusar a la Iglesia de conspirar contra el régimen y estar brindando su apoyo a los jóvenes luchadores clandestinos del 14 de Junio con el propósito de derrocar al gobierno.

Según el macabro plan que ideara al efecto, agentes del SIM enterrarían un cargamento de armas próximo a las playas de Macao, en el Este del país. Serviles del mismo cuerpo represivo se encargarían de desenterrar las mismas, haciéndose pasar por agentes revolucionarios.

Luego de su fingido apresamiento, procederían a acusar al joven obispo de Higüey, monseñor Juan Félix Pepén, de ser el responsable de recibir y hacer la distribución de las armas que desde el extranjero habían enviado un grupo de exiliados.

Luego se producirían innumerables apresamientos, detenciones y atropellos, como represalia ante el supuesto complot, lo mismo que se planeaba, como confirma Valera Benítez, el apresamiento de obispos y sacerdotes y la expulsión de los dos pastores extranjeros firmantes de la Carta Pastoral, es decir, monseñor Panal, oriundo de España, obispo de la Diócesis de Vega y monseñor Reilly, norteamericano, Obispo responsable de la entonces Prelatura, hoy Diócesis, de San Juan de la Maguana.

Aunque monseñor Ricardo Pittini, italiano, arzobispo titular de la Arquidiócesis de Santo Domingo, también había firmado, ya su salud era muy frágil, no obstante lo cual, en meses previos, había sido objeto de asedios y desconsideraciones.

Para completar la macabra orquestación; como colofón de la siniestra farsa, sólo faltaba una escena: que uno de los “supuestos” revolucionarios que recibiría las armas, testificara públicamente, rubricando con su firma un falso documento preparado por los amanuenses a sueldo del régimen, contentivo de la vil acusación contra monseñor Pepén que sería leída por radio y televisión y amplificada a todo el mundo por la maquinaria propagandística del régimen.

El escogido por Johnny Abbes para firmar la bochornosa delación y hacer la presentación pública de la misma fue Papilín y a tales fines, fue mandado a buscar desde la Victoria a La 40.

Papilín rehusó abiertamente obedecer aquella orden inicua y, como refiere Valera Benítez: “con su negativa hizo fracasar el montaje de Abbes García. Por eso lo mataron. Emprendió así, deliberadamente el camino de un sacrificio en circunstancias difíciles de imaginar, pero que yo conocí cabalmente”.

8-La muerte de Papilín.
“Tras su valiente negativa a firmar aquel documento infame preparado por sus torturadores, acusatorio contra monseñor Pepén, la saña de los esbirros contra Papilín iría in crescendo. Freddy Bonnelly, su compañero de prisión, y de los últimos en verle con vida, tras encontrarse en el falso juicio a que fueron sometidos, referiría en su impactante libro testimonial, anteriormente citado, que a Papilín “lo torturaron tanto que ese día lo obligaron a ponerse una camisa de mangas largas y abotonarse el cuello para que no se vieran los moretones”.

A Freddy le reveló, además, que creía que no volverían a verse, porque sabía que lo ahorcarían.

Testimonios refieren que pasó por varias cárceles, siendo su último destino la de la Vega. Allí lo encerrarían en una solitaria celda, al lado de la prisión de las mujeres, en la que permaneció hasta después de agosto de 1960. Días después, en una noche triste, refiere una fuente: “Los caliés Yulimin Lara Clemente, Meneíto y Chino Puello lo esposaron y en otra celda lo asesinaron a garrotazos. Al día siguiente en saco de henequén era llevado fuera de la fortaleza el cadáver de aquel héroe, para sepultarlo en una hondonada cualquiera del Valle, para que allí bajo cántico rumoroso de los pinos, descanse junto a la tierra de esos hombres humildes que tan entrañablemente amó”.

Aun hoy, nada sabemos respecto al destino final de los despojos mortales de Papilín. Como refiere el padre Vinicio Disla en su interesante trabajo ya citado: “Sus huesos no se sabe dónde gimen. Tal vez en las montañas. Tal vez en las barrancas de algún río. Tal vez en esas fosas del tirano. Tal vez los tiburones. Tal vez las llamas consumieron sus carnes…No sabemos…”.

Lo que sí sabemos, es que el digno y edificante ejemplo de fe y compromiso patrio de Papilín perdurará por siempre en los corazones de aquellos buenos dominicanos capaces de justipreciarlo”.

Conclusión

CERTIFICO que los datos traídos aquí son fidedignos.

DOY FE en Santiago de los Caballeros a los tres (3) días del mes de mayo del año del Señor dos mil veintitrés (2023).

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