Hay muchas: no cocer en el camerino, no mencionar a los ofidios y mucho menos usar el color amarillo.

En el estreno de Salomé, de Oscar Wilde, los bocetos de la escenografía proponían el amarillo como dominante y les fue muy mal a la obra, cuya exhibición pública fue prohibida en Gran Bretaña hasta 1958. La repulsión contra ese color empezó en febrero del 1673 con Moliere. Él estaba interpretando un personaje de su obra El Enfermo Imaginario vestido de amarillo. En medio de la presentación comenzó a toser y murió unas horas más tarde.

También, el color púrpura o morado es tabú para muchos artistas italianos. En la era medieval, durante el periodo de la cuaresma (en el cual los sacerdotes se vestían con capas o túnicas moradas), estaban prohibidos los espectáculos y, por lo tanto, actores y saltimbanquis eran obligados a cesar sus actividades. A pesar de que dichas prohibiciones han pasado, muchos artistas aún se niegan a llevar este color. En el Teatro Regio de Turín, Pavaroti canceló sus actuaciones debido a que el techo del teatro es de color morado.

No se le ocurra a nadie dejar una escoba en el escenario. Ella barrería con la buena fortuna.

Las herraduras son de muy buen agüero. La creencia empezó con los griegos. Como estaban hechas de hierro, que es bueno para espantar malos espíritus, y tenían la forma de la luna, símbolo de la fertilidad y la fortuna, se pensaba que eran determinantes para la suerte del evento escénico.

Es de mal gusto desearnos… ¡buena suerte! Pasaría exactamente lo contrario. ¿Mucha mierda? Desear esto es muy positivo. La práctica se origina en Francia. Antes solamente los acaudalados podían antes ir al teatro. Lo hacían en coches tirados por caballos. Cuando en los alrededores de los teatros se acumulaba mucho excremento significaba que la concurrencia había sido buena.

¿Qué te rompas una pata? Con ello se procura el efecto inverso. La tradición empieza en el siglo XIX. Los espectadores acostumbraban a tirar monedas en el escenario y para recogerlas los actores tenían que “doblar la rodilla” buscándolas.

En boca del lobo (In bocca al lupo). Tradición italiana que se le desea a los actores y que presupone un desafio. Equivale a “que te coma el lobo”. Parte de que la loba es feroz y tiene terribles colmillos; sin embargo, transporta a los lobeznos con mucha delicadeza.

¡Nunca les regale claveles a una actriz! La superstición viene también del siglo XIX. Si el director de la sala quería decirle a la actriz que su contrato sería renovado, le enviaba rosas. En cambio, si eran claveles los que mandaba significaba que la artista estaba despedida.

Si usted entra a una obra sin pagar, la tradición ordena dejar una moneda en los camerinos para que esta atraiga muchas otras. La gente de teatro piensa siempre que si un ensayo general sale mal, es augurio de que habrá un exitoso estreno.

La maldiciones en el teatro son frecuentes. No hace mucho tiempo se encontró un tableta de cobre, de mediados del siglo II A.C, enterrada bajo el anfiteatro de Atenas, con una terrible invocación:

“Dios infernal, quien quiera que seas y me escuches,
recibe esta sangre a partir de este día y de esta hora,
de este instante, hagas desaparecer a Naupas la del Coro,
y a Tespis el deuteragonista, los hagas sufrir como tú sabes…”

Otra invocación envidiosa fue encontrada en una tableta de plomo y probablemente sea del siglo I de nuestra era. Fue descubierta en Alejandría, enterrada bajo el Teatro del Apolo:
“Matad ,eliminad, herid a Gallicus el padre de Prima
lo antes posible, dentro del anfiteatro.

Atadle los pies, los miembros , los sentidos, la médula!”
En algunas de mis puestas en escena he encontrado en el escenario ofrendas y conjuros a favor y en contra. Una vez alguien dejó una invocación para que una de mis primeras obra fracasara. Los dioses invocados no concurrieron a la cita y el mal se le devolvió para siempre. ¡Telón!

Muchos piensan que usar el color amarillo en una obra teatral atrae la mala suerte.

¡Obras malditas!

Entre ellas están El Señor de Pigmalión, Robin Hood y muy especial-mente Macbeth. A esta última, con sólo nombrarla en las inmediaciones de un teatro se invoca la mala fortuna. Sólo la nombran como “la obra escocesa” o “la obra del Bardo”. En su primera representación, Shakespeare se vio obligado a hacer el papel principal femenino, porque el muchacho elegido para ese rol se enfermó súbitamente y murió. La historia enumera teatros incendiados, actores fallecidos en medio del escenario y otras calamidades. Uno de los pocos que se atrevió a realizarla en estos tiempos fue Peter O´Toole. Ese año todo le salió mal a él.
La zarzuela La Tempestad, de Ruperto Chapí, es otra obra maldita. En los teatros y lugares donde se ha expuesto, la desgracia se ha cebado con ellos. Al parecer la mala suerte se inicia en una parte llamada la Romanza de la amapola. En esta escena se ve como una gitana, llamada Amapola, lee la mano al protagonista.

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