El fenómeno fan sigue siendo un gran misterio sin resolver para el campo de la sociología, que no ha podido aún explicar el proceso por el que algunas personas se convierten en seres extraordinarios, idolatrados por miles de individuos anónimos o clubes de seguidores.

Es el caso de la banda coreana BTS que, desde su surgimiento en 2010, acumula miles de fans dispuestas casi a cualquier cosa con tal de estar más cerca de Jin, Suga, J-Hope, RM, Jimin, V y Jungkook.

“BTS es parte de nuestra banda sonora diaria: nos acompañan con su música al trabajo o al lugar de estudio, en nuestros ratos libres, cuando estamos felices o cuando notamos que el mundo se nos echa encima; y nos recuerdan que, a pesar de todo, lo más importante es ser uno mismo”, explican a Efe desde su club de fans en España.

Y es que para las ARMY -como se hacen llamar las seguidoras de BTS en el mundo- la música de este grupo coreano trasmite “mensajes que reflejan la situación de muchas personas y consiguen ayudar, de una forma u otra, a quienes la escuchan”.

Música que trasciende y que además, viene acompañada por una labor social que hacen de BTS un grupo “muy comprometido”, por ejemplo con donaciones recientes a hospitales por la pandemia, lo que ejerce “una muy buena influencia en la sociedad ofreciendo un mensaje esperanzador, amable y crítico a la vez”.

Una doble vertiente, la puramente musical y la solidaria, que ha llevado a las chicas del club de fans BTS España a viajar por toda Europa para asistir a sus conciertos e incluso a estudiar la cultura y el idioma del país coreano. “Una compañera está actualmente en el país aprendiendo el idioma”, concretan.

Esta idolatría no es novedosa ya que, si bien la palabra fan surgió en Estados Unidos a finales del siglo XIX, el fenómeno por el que algunas personas sienten sentimientos de familiaridad y devoción hacia desconocidos surge muchos siglos antes. “En la Grecia Clásica algunos filósofos tenían sus fans, así como las personas que competían en las Olimpiadas o algunos profetas de tipo religioso, que eran capaces de tener una conexión extraordinaria con una parte de la sociedad”, explica a Efe el doctor en Sociología Jordi Busquet.

Y es que la palabra carisma, que los sociólogos asocian al surgimiento de los fans, tiene sus orígenes en el mundo religioso. “Un fanático es el guarda del templo; artistas y deportistas pueden tener este carisma, esta magia que es un misterio porque hay algunos que lo tienen y otros que no”, añade.

Un auténtico enigma que convierte a personalidades llenas de claroscuros, como Maradona, en personas profundamente admiradas, humanizadas por unos defectos que les proyectan en los demás “no solo como héroes, sino como personas con sus virtudes y sus defectos”, dice Busquet.

Todo ellos en una relación absolutamente desigual, que se puede entender como si de un amor no correspondido se tratase, en la que “el fan se muere por su ídolo”, pero el ídolo seguramente no conoce al fan e incluso tiene que protegerse, más aún en estos tiempos de redes sociales en los que “es mucho más fácil establecer una relación de tú a tú”.

No obstante, esto no implica que los fans desarrollen estas emociones tan intensas por tener “una vida vacía”: “Todos podemos tener una pasión en cualquier ámbito. Sí es cierto que en algunos casos puede ser incluso patológico, pero si sabes combinar tus obligaciones con tus pasiones no creo que haya ningún problema”, señala el sociólogo.

De hecho, el fan también recibe muchísimo del ídolo. “En realidad, el fenómeno fan es bastante universal, va más allá del mundo del deporte o el arte. Y yo creo que no tiene ni edad ni sexo. Los jóvenes pueden ser fans de una forma muy intensa, pero hay gente mayor que le gusta la ópera y cuando murió Montserrat Caballé el mundo se les vino encima”, razona Busquet.

El fenómeno por el que algunas personas sienten sentimientos de familiaridad y devoción hacia desconocidos surgió hace muchos siglos antes.

Seguidores de todas las edades

Raquel Egea es la presidenta del Club de Fans Oficial de Rozalén, un grupo formado por mujeres de todas las edades, de hasta 50 y 60 años, unidas por la sensibilidad y las letras de la cantautora nacida en Albacete en 1986.

“Me atrevería a decir que somos un club de fans especial. Rozalén como artista es admirable, pero lo que la potencia es cómo es María (su nombre es María de los Ángeles Rozalén Ortuño): su forma de ser, de estar, de contar cómo es la vida”, admite Egea.
Este fenómeno es heterogéneo y, bien entendido, no se dirige a una sola persona: “Todas seguimos a más artistas, hay que diferenciar el fenómeno fan del fanatismo: que nos guste una cantante no significa que vivamos solo por y para ella en plan obsesivo”, arguye Egea.

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