Por más de 22 años, Margarita Luciano impartió clases de Matemáticas y Recursos Audiovisuales en la Universidad Autónoma de Santo Domingo

Margarita Luciano obtuvo el Premio Nacional de Literatura Infantil, el cual guarda celosamente junto otros que ha recibido, no solo como escritora, sino también como docente.

Junto a Eleanor Grimaldi recorrió “casi medio país” con sus actividades literarias, por entender que los niños y niñas de los pueblos no tenían la oportunidad de relacionarse con ella. De esos recorridos, recuerda con cariño a un niño de Cotuí que caminó 10 kilómetros para participar de una de sus actividades culturales, y su disposición de caminar hasta 20 si ellas volvían todas las semanas.

“Lamentablemente nosotras no pudimos volver a Cotuí, pues también teníamos que visitar el Sur y el Este del país”, lamentó la escritora, quien además trabajó durante 10 años en la Secretaría de Educación en el área de Matemáticas, aunque a veces colaboraba en departamento de Didáctica y de Audiovisuales cuando hacía falta personal. La profesora Luciano López está casada desde 1977 con Rafael Sang, con quien tiene dos hijos.

  1. Matera por elección
    Nací en Santiago y me crié en San José de las Matas, por eso me considero matera. Mi casa tenía un patio enorme, era el lugar de juegos de todos los muchachos del pueblo entero. Mi mamá nos tenía sus disciplinas, decía que había que hacer las tareas antes de jugar. En ese patio jugábamos La pelegrina, Trúcamelo, Cortina de palacio, La caraqueña, El gato y el ratón, jugábamos varones y hembras. También hacíamos angelitos. A veces se armaban pleitos porque había muchachos que hacían trampas, pero nos queríamos como hermanos. Mi primo Nelson era el jefe de los juegos, era como mi hermano, murió a los 23 años en un accidente. En el patio habían más de 30 matas de mango de diferentes tipos, recuerdo que varios niños se cayeron ellas, entre ellos uno de mis primos que era muy cabeza dura. Ese día mi mamá le dijo que no se subiera, que la mata tenía las ramas podridas, pero no hizo caso. Él no se mató porque durante la caída las ramas lo fueron amortiguando, pero quedó inconsciente”.
  2. Sus padres
    Mi papá se llamaba Joaquín Luciano y mi mamá Dilia López. Murieron casi juntos. Tuvimos mucha suerte de tener padres como ellos. En la casa mi mamá hacía lo que ahora le llaman tertulias literarias, reunía a sus amigas y leía una novela. Ella la dramatizaba primero y luego las demás opinaban, mientras nosotros observábamos todo eso y lo fuimos captando. A mi papá le encantaba la historia, nos contaba sobre la Segunda Guerra Mundial. Él tenía un armario ,al que le decía el armarito, estaba lleno de libros, los tenía con llave y si uno de nosotros hacía algo glorioso, nos permitía leer uno de esos libros. Eso para mí era un honor. Éramos ocho hermanos, pero murieron dos varones que eran gemelos”.
  3. Hermosas veladas
    En Las Matas anualmente se hacían lo que le llamaban veladas que era una presentación teatral. En ellas éramos actrices, mi mamá escribía poesías y ayudaba en los guiones. Una señora que se llamaba Clara Grullón, que era la esposa del único médico en Las Matas, como era modista ayudaba con los vestuarios para las presentaciones. También participábamos en la banda de música que el famoso maestro Cerda preparaba todos los fines de semana, era una maravilla esos conciertos, la gente bailaba mucho. Fue maravillosa aquella época”.
  4. Llegada de los americanos
    Cuando tenía once años, a San José de Las Matas llegaron unos americanos del Cuerpo de Paz, era la primera vez que visitaban el lugar y uno de ellos terminó casado con mi hermana mayor. Ellos daban clases de inglés gratis en el Club Centro Serrano. A mi hermana y a mí no nos querían aceptar porque era para personas de 15 años en adelante, entonces mi mamá les preguntó qué era lo que necesitábamos para que nos aceptaran y ellos les dijeron que gramática. Ella les dijo que de inglés no sabía, pero sí de español. El asunto fue que nos aceptaron. Después de un tiempo la gente empezó a salir del curso, pero nosotras no, mamá nos decía que cuando uno empieza algo no debe dejarlo a medio talle. En ese curso solo quedamos seis personas, entre ellas mis dos hermanas y yo. Lamentablemente el club se quemó por un cortocircuito, era de madera, entonces mi mamá ofreció una terraza de la casa para que dieran las clases. El americano que estaba enamorado era quien daba las clases. Después mi hermana y él se casaron y luego de un tiempo se fueron a vivir a los Estados Unidos”.
  5. Escuela modelo
    Realicé mis estudios en la Escuela Trina Moya de Vásquez en San José de las Matas hasta el tercero de bachillerato. Era una escuela modelo. Estaba dirigida por Mercedes Batista Montalvo, le decían doña Mecho. Las maestras y los maestros eran muy buenos, tenían mucha formación y eran súper exigentes. Teníamos que hacer un cuaderno diccionario con el abecedario y si uno no se sabía una palabra la tenía que anotar en la letra correspondiente, buscar el significado en el diccionario y escribirlo, y si tenía derivado construir oraciones con ella. En esa época uno decía que los maestros embroman mucho, pero a la verdad que aprendimos de ellos”.
  6. Llegada a Santo Domingo
    Cuando vine a la capital tenía 16 años, eso fue en el 66, aquí terminé la secundaria, mis hermanos mayores terminaron la secundaria en Santiago y ya tenían que ir a la universidad. Mi padre fue el primero que vino, porque mi mamá no quería salir de Las Matas. Como papá era contador, encontró trabajo de una vez, personas amigas lo ayudaron. Mis padres siempre nos decían que teníamos que hacer una carrera universitaria, por eso vinimos a la capital porque en Las Matas no había oportunidad. Aquí nos mudamos en la calle Santomé, en la casa de una prima que había comprado otra vivienda y nos cedió esa. Mamá decía que teníamos que estudiar porque no sabíamos el marido o la vida que nos iba a tocar, que todo el mundo tiene que tener preparación”.
  7. Bachillerato
    Estudié el bachillerato en el Colegio Nuestra Señora de la Altagracia, para entonces estaba en San Carlos, me quedaba cerca de la casa. Recuerdo que los profesores nos preguntaban con mucha sorpresa dónde habíamos estudiado, pero fue que la escuela de Las Matas fue un centro modelo. Me destacaba mucho en matemáticas y español, aunque también me gustaba la historia, mi papá nos enseñó a amarla, decía que teníamos que saber de dónde vienen nuestras raíces, lo que ha pasado con nuestro país para así evitar que ocurra lo mismo. Nosotros hicimos amigos que todavía conservamos, tanto de Las Matas como de Santo Domingo, como Aura Francisca y Julito, además muy buenas maestras como Rosina Taliamonte, que daba clases de matemáticas. También la profesora Rosita García y Carmen María Castillo, muy buenas maestras. La directora Alicia Guerra era genial, además era como una especie de supervisora, sabía de todo, la queríamos mucho, ella vivía con las Altagracianas en Los Prados”.
  8. Estudios universitarios
    Estudié una Licenciatura en Educación mención Matemáticas y en Educación mención Lenguas Modernas en la UASD. Me gradué en el 76. Para entonces había que coger español, inglés y como tercer idioma ofrecían italiano, ruso y francés, entonces elegí el francés. Mis profesoras fueron Marianne de Tolentino y Yanil de Rodríguez, ambas francesas. Siempre digo que mi generación fue privilegiada, porque tuvimos muy buenos maestros como Ivelisse Prats, Zoraida Heredia, Daniel Cabrera, a quien le decían Cabrerita, entre muchos otros. Cuando en los 90 comenzó la reforma en educación, ya sabíamos todo eso porque la profesora Ivelisse nos la había enseñado en sus clases. Eran profesores que estaban bien al día”.
  9. Docente universitaria
    Duré más de 22 años dando clases en la UASD, comencé en el Liceo Experimental en el 75. Un año después empecé en facultad con la materia Recursos Audiovisuales. La profesora Maritza Rossi y yo escribimos un libro sobre los recursos audiovisuales, porque no había libros, lo hicimos en tres años. Recuerdo que la primera vez que les puse un trabajo a mis alumnos me iba a caer para atrás, esos muchachos no sabían escribir, cuando les decía que me leyeran un párrafo y me explicaran de qué trataba no sabían. Les expliqué que no estaba ahí para enseñarles a leer y escribir, pero que iba a tener que hacerlo. En mis horas libres me iba al salón de profesores y allá iban para que les ayudara. Recuerdo que mi esposo me decía que me iban a matar, que esa no era regla de la universidad, entonces le contesté que era mi regla como profesora. Hoy en día mis estudiantes me agradecen el gesto, donde quiera que me ven me dan las gracias por enseñarles a leer y a escribir, hasta una placa de reconocimiento me entregaron como agradecimiento”.
  10. Anécdota
    Mis libros son un poco de añoranzas de San José de Las Matas. Recuerdo una vez que iba en una guagua para asistir al velorio de una prima en un campo cerca de Las Matas, un señor no me quita los ojos de encima, pensé que tal vez me le parecía a alguien. Cuando me desmonté en el mismo lugar que él me preguntó por mi nombre. Cuando le dije que me llamaba Margarita, él continuó diciendo mis apellidos Luciano López, le pregunté que cómo los sabía y me contestó que yo había escrito sobre ellos, que era la única persona que había escrito sobre San José de las Matas, que se sentían orgullosos de mí. Luego me preguntó si era gallera, me comentó que el libro que escribí sobre gallos es de una persona con conocimiento de ellos, entonces le contesté que para ello visité galleras, además de que leí libros de Fradique Lizardo y Ramón Emilio Jiménez para documentarme. También le dije que consulté a mi primo Agustín Espinal. El hombre me dijo que todo eso estaba muy bien, salvo que en Las Matas no se afectan los gallos, que eso es en el Sur básicamente. El señor me dijo que él se encargó de que en Las Matas todos leyeran mi libro y me dio las gracias por escribirlo. Además, me comentó que todas las semanas lo leía en las galleras y cantaban el Gallito Pinto, que cantaba Francis Santana. Recuerdo que en pleno velorio ese señor me quería presentar ante las personas que estaban ahí y que no me conocían, pero no lo permití por respeto a mi prima. Pero el señor hizo que me parara en una parada de motoristas y les dijo que yo era la de la gallera. Eso fue una risa entre todos, yo gocé mucho, de eso hace más de tres años”.

Premio Nacional de Literatura Infantil

“Recibir el Premio Biblioteca Nacional de Literatura Infantil fue algo gloriosa, soy la segunda en obtenerlo, la primera fue Lucia Amelia Cabral en 2021. Aunque concursé en ese primero, lo ganó ella. Ese premio lo ideó Rafael Peralta Romero, actual director de la Biblioteca Nacional y también es escritor de literatura infantil y para adultos. El acto de reconocimiento fue hermoso, Rafael hizo un discurso precioso, Leonor Grimaldi fue la que me presentó, hubo la participación de niños.

Recuerdo que presentaron el video de una niña llamada Rocío y de un niño llamado Esdras, ellos dieron una opiniones que asombraron a todo el que estaba en el acto. Eso me emocionó bastante, me iban haciendo preguntas sobre los guloyas, sobre cacique Enriquillo, entre otros personajes, él leyó mi cuento “Quien se robó el verde”, dedicado a San José de las Matas. Cuando terminó de leerlo, dijo que le dio deseos de ser escritor y que ese libro también le enseñó que la naturaleza hay que cuidarla. En el acto también estuvieron niñas del Hogar Doña Chucha y les leí mi cuento “El carrito trepador” y una canción que compuso Nelson Liriano, que es un cuentacuentos. La pasamos muy lindo”.

Orgullo
Mi papá se llamaba Joaquín Luciano y mi madre Dilia López, murieron casi juntos. Nosotros tuvimos mucha suerte de tenerlos como padres”.

Reconocimiento
Cada vez que hacíamos algo bueno, el premio que nos daba mi padre era leer uno de los libros que tenía en su armario cerrado con llave”.

Educación Superior
Cuando vine a la capital tenía 16 años, eso fue en el año 1966. Aquí estudié el cuatro de bachillerato y realicé mis estudios universitarios”.

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