Sin un ingreso fijo, los hermanos Adolfina y Juan aseguran que esta será su peor Navidad

Santo Domingo. La Nochebuena es en un tiempo de regocijo, alegría y de mucho derroche para algunos hogares, sin embargo, Adolfina Vizcaíno, de 51 años y su hermano  Juan Ortiz.

Por la pandemia la mujer perdió su empleo, mientras su hermano ya no puede vender algodones dulces en las escuelas

Santo Domingo. La Nochebuena es en un tiempo de regocijo, alegría y de mucho derroche para algunos hogares, sin embargo, Adolfina Vizcaíno, de 51 años y su hermano  Juan Ortiz, de 60, aún no han pensado qué tipo de alimentos pondrán en la mesa en la Nochebuena.

Ambos residen en la calle Respaldo la Marina del sector La Ciénaga, en el Distrito Nacional, en una vieja casucha de tablas, dividida con cartones que heredaron de su madre, quien falleció hace 20 años. Indican que pasarán la Navidad acompañados de Dios.

“Ojalá que el Gobierno me ayude con un empleíto y espero que para nosotros esto mejore y más ahora que el Gobierno nos va a desalojar (en referencia a los movimientos de personas por el proyecto Domingo Savio)”, es lo único que pide Adolfina.

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La dama que sufre de osteoporosis califica esta Navidad como la peor de todas debido a que en las anteriores contaba con un empleo. Ha laborado en tiendas y comedores, “pero este año no he conseguido nada y menos ahora con esta pandemia”.

Lamenta que por su edad muchas empresas no quieran contratarla, por lo que entiende que los empleadores primero deberían probar la capacidad de las personas antes de rechazarlos. Asegura aceptaría un empleo de conserjería.

“Porque lo importante es ganar algo para sobrevivir, para uno mantenerse, sin aspirar a lujos ni nada de eso”, expresa la señora quien no pudo concluir sus estudios primarios.

En medio de las calamidades por la que atraviesan, Adolfina ve como “una mortificación menos” que tanto ella como su hermano no tienen hijos. El único que tuvo murió de pulmonía cuando apenas cumplía un año de edad.

El ingreso que tenía fijo era “la ayudita” del Gobierno a través FASE y hace varios días que no le funciona: “me sale fondo insuficiente”.

“No sé si fue que me la quitaron o me salió el plástico, porque dique a los que les sale el plástico no le está saliendo por la cédula”, precisó.

Juan Ortiz

Su hermano el botellero

Ante su dura y cruel realidad, Juan se siente feliz debido a que puede gozar de una perfecta salud, “esa es mi mayor riqueza. ¿Qué hace una gente con tener dinero y no poder disfrutarlo?, no hay ninguna felicidad ahí.

Es esa misma salud que le ha dado las fuerzas durante los últimos ocho años, para salir de su casa día por día con la esperanza de poder encontrar botellas suficientes en las calles, venderlas y así poder comer. Para eso usa un viejo y deteriorado triciclo en el que se apoya para poder subir una cuesta al final de la calle donde reside para llevarlas al puesto de botellas.

Algunos de los vecinos, que no están ajenos a la crítica situación de los hermanos, le guardan botellas, las cuales vende a 80 centavos cada una.

“Yo tengo que dar dos viajes con las botellas para poder hacer un chin de arroz porque 100 botellas son 80 pesos y 200, son 160 pesos, es decir, que para poder comer un poquito mejor, tengo que dar dos viajes”, detalló Juan.

Previo al cierre de las escuelas a causa de la pandemia del coronavirus, Juan también vendía algodones dulces en los centros educativos del sector, lo que representa una entrada menos.

Juan manifestó que cuando logra ahorrar un dinerito lo tiene que gastar cuando llueve porque cuando las calles están mojadas se le imposibilita subir debido a que las gomas del triciclo están resbalosas por el desgaste que presentan.

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