Lucha Villa y el alto precio de la belleza: así se apagó su deslumbrante carrera

Lucha Villa y el alto precio de la belleza: así se apagó su deslumbrante carrera
Lucha Villa y el alto precio de la belleza: así se apagó su deslumbrante carrera

En la farándula mexicana pocas figuras hubo como Luz Elena Ruiz Bejarano (Camargo, Chihuahua, 1936), más conocida como Lucha Villa, legendaria cantante de gran presencia y actriz de notable instinto, tenía una belleza particular que la hacía destacarse en cualquier lugar.

Esto, junto con su estatura (1.75, que para el promedio mexicano la hacía una mujer usualmente más alta que sus compañeros de escena) no solo le valió ganarse el afectuoso apodo de ‘La grandota de Camargo’, también le generó una inseguridad que fue creciendo y a la larga la llevó a tener una dismorfia sobre su propio cuerpo, que la llevó a buscar remediar mediante la cosmética, lo que ella consideraba defectos físicos (sus caderas, su cintura, su peso y hasta su estatura), aunque esta inseguridad la ocultaba ante el público, mostrándose siempre como una norteña grande, echada para adelante y muy segura de sí.

Además de cantar — su primera grabación fue en 1961, ‘La media vuelta’, que años más tarde regrabó Luis Miguel— y tener temas inolvidables de grandes compositores, como Juan Gabriel, ‘Ferrusquilla’, José Alfredo Jiménez o Rubén Fuentes, como ‘No discutamos’, ‘A medias de la noche’, ‘Amanecí otra vez’, ‘Qué bonito amor’, ‘Tú a mí no me hundes’ ‘De parte de quién’ y ‘Cielo rojo’, entre otras, que la hicieron una favorita en la radio y tener un gran seguimiento que la acompaña, incluso ahora que lleva casi veinticinco años retirada.

Por otra parte, Lucha además fue una gran estrella de cine y por mérito propio, trabajando con grandes directores como Roberto Gavaldón o Luis Alcoriza, que en 1972 la llevó a ganar el Ariel como mejor actriz por su trabajo en el clásico filme ‘Mecánica Nacional’ en el que representaba, al lado del gran Manolo Fábregas a una abnegada madre de familia y esposa de un mecánico machista e ignorante que la humilla.

Su segundo Ariel le vino en 1978 por ‘El lugar sin límites’, de Arturo Ripstein, en la que interpreó a ‘La japonesa’, como una madame que se hace de la vieja casa que le alquila como burdel al cacique del pueblo (Fernando Soler) al ganarle la apuesta de llevarse a la cama a ‘La Manuela’, el travesti homosexual personificado por Roberto Cobo ‘Calambres’, ambos en las mejores actuaciones de su vida.

Sus últimos dos filmes relevantes datan de 1993; la insólita ‘Encuentro inesperado’ dirigida por Jaime Humberto Hermosillo donde interpreta a una diva de la canción que es cuestionada por su mucama (una formidable María Rojo), que puede o no ser su hija ilegítima; y ese mismo año se estrena la aclamada ‘Lolo’, de Francisco Athié, donde encarna a la miserable pepenadora doña Rosario, un personaje que no tenía nada qué ver con su glamour personal, ganándose el premio de la Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York (ACE) como mejor actriz de reparto.

Pero la tragedia llegó el verano de 1997, cuando la carrera deslumbrante de Lucha alcanzó un abrupto final provocado por una intervención cosmética que terminó en un coma que duró dos semanas y que le dejó secuelas irreversibles que la mantienen alejada de los escenarios.

La fatal operación tuvo lugar el 14 de agosto de 1997, y le fue practicada en Monterrey, Encabezó la intervención el cirujano plástico Eugenio Pacceli, quien fue objeto de la querella legal que interpusieron los tres hijos de Lucha: Rosa Elena, Carlos Alberto y María José, a raíz de esta malapraxis.

Según reportaron medios de la época, durante el procedimiento de liposucción, la paciente cayó en paro cardiorrespiratorio y la anestesióloga procedió a aplicar maniobras, pero se presentó asistolia y el corazón comenzó a fibrilar; la artista fue llevada al Hospital Muguerza de la capital de Nuevo León y al ser admitida en urgencias se indicó que su cerebro había durado menos de dos minutos sin oxígeno, lo que después fue debatido por los médicos que le salvaron la vida, quienes dijeron que dado el daño al córtex del cerebro, la intérprete había pasado más de cinco minutos sin irrigación sanguínea en sus neuroconductores.

Al cabo de nueve días del incidente, el doctor Pacceli aceptó hablar con los medios de comunicación que se agolpaban en la clínica de Monterrey, para conocer el estado de salud de Lucha y cómo ocurrieron los hechos. Categóricamente el galeno rechazó que su clínica careciera del equipo necesario para realizar el procedimiento, de paso aceptando ser el único responsable del percance.

Al paso de los días, la diva reaccionaba poco a poco a los estímulos a que le sometían los médicos y sus familiares, con la esperanza de hacerla despertar de su estado vegetativo. En algunos medios como Ventaneando (que ya existía) se habló acerca de la posibilidad de trasladarla a Houston, mas se le mantuvo en el área de cuidados intensivos del hospital en que se encontraba, ya que su familia consideraba demasiado riesgoso su traslado a EE.UU.

Fue en ese momento cuando comenzó a correr la voz de que la artista no volvería a cantar, aún si llegaba a salir del coma. Sus familiares, en especial sus hijos anunciaron que esto a ellos no les importaba, y lo que deseaban era que su madre sobreviviera, sin que medrase el estado en que se encontrara en caso de despertar.

El 24 de agosto de 1997, el neurocirujano José Luis Assad Morell reconoció que había lesiones residuales en el córtex, tallo, tálamo e hipotálamo cerebral de la paciente y que serían secuelas permanentes si la paciente llegara a recuperarse; señaló también que la falta de irrigación sanguínea y oxigenación de la masa encefálica, necesariamente había causado estragos que eran imposibles de prever hasta qué punto se extenderían en las habilidades cognitivas de la paciente.

El domingo 31 de agosto de 1997, la cantante reaccionó, justo cuando los pronósticos eran cada vez más desoladores. Lucha, informó Assad Morell “salió del coma por la mañana y su estado físico se normaliza”; asimismo señaló que había abierto los ojos, movió extremidades en forma voluntaria, pero permanecía con tubos en la tráquea del ventilador mecánico. Se dijo que de continuar los progresos, se le retiraría el ventilador pues su vida ya no corría peligro, aunque persistía la preocupación de los familiares ante la posibilidad de que tuviera daño cerebral; de todas formas, celebraron que sobreviviera y Lucha Villa abandonó la terapia intensiva esa misma semana.

Los daños que se manifestaron en la cantante se centraron en su lóbulo frontal y su lóbulo temporal, afectando el habla (tuvo que volver a aprender a hablar a leer y escribir, literalmente) y también tuvo problemas de memoria, lagunas y ralentización cognitiva. Aunque en años subsecuentes se sometió en La Habana, Cuba, a tratamientos especializados y se lograron avances importantes, no fue suficiente para que pudiera volver a ser quien antes fue.
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A casi 24 años de distancia del suceso que puso en peligro su vida, sus hijos y nietos están muy agradecidos con los médicos y terapeutas que la sacaron adelante. Lucha continúa con su vida retirada a todo lujo en San Luis Potosí, en compañía de su familia, y ha entrado en contacto, esporádica y brevemente, con algunos medios de comunicación, inclusive, el controvertido comunicador Juan José Origel fue invitado a la celebración por su cumpleaños 84 en noviembre pasado, mostrándola en su plataforma de Instagram.

Hoy la estrella radiante de Lucha Villa está apagada, pero su legado musical y sus inenarrables interpretaciones aún permanecen como testimonio de su paso por la cultura mexicana, donde dejó una huella indeleble que caló muy hondo, como honda fue su inconfundible voz.

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