Aún en ruinas, Haití conmemora 11 años del peor terremoto de su historia

Una década después del terremoto que estremeció a Haití, y al mundo que observaba desde lejos, el país sigue sin solucionar los daños millonarios que sufrió y está sumido en la pobreza. El movimiento telúrico, de magnitud 7.2,

Una década después del terremoto que estremeció a Haití, y al mundo que observaba desde lejos, el país sigue sin solucionar los daños millonarios que sufrió y está sumido en la pobreza. El movimiento telúrico, de magnitud 7.2, dejó más de 300.000 fallecidos, unos 350.000 heridos y fue el preámbulo de otras catástrofes que completaron una década paupérrima para los ciudadanos.

Desde 1842 Haití no había vivido un temblor de ese calibre. El 12 de enero de 2010, hace 10 años, se registró un movimiento telúrico de 7.2 en la escala de Richter, sin duda el peor en muchas generaciones, y el más mortífero por su superficialidad, pues se generó a entre 8 y 13 kilómetros bajo tierra, y por su epicentro, que se ubicó a tan solo 15 kilómetros de la región metropolitana de Puerto Príncipe.

La sacudida en la capital, densamente poblada, fue seguida por dos réplicas de magnitud 6,0 y 5,7 que agravaron los daños, en lapsos de 20 minutos y como resultado la destrucción fue abrumadora. 1.5 millones de personas se quedaron sin hogar, unas 350.000 resultaron heridas y hoy el país aún llora a más de 300.000 muertos.

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Dearrollo, PNUD, el número de muertes fue diez veces superior a la suma de las víctimas causadas por todos los desastres ocurridos en Haití desde 1963, lo que podría explicarse por la fragilidad de las construcciones.

Miles de casas se desplomaron y el 60% de las infraestructuras médicas quedaron destruidas, dejando a la población a expensas de la emergencia sanitaria. También quedaron destruidos varios edificios de valor histórico y político, como el Palacio Nacional, el Parlamento y la catedral de la capital. Hasta hoy, ninguno de esos recintos ha sido reconstruido.

Haití, el país más pobre de América

El desastre debilitó al Estado. Se estimó entonces un daño en el 120% del PIB de 2009, equivalente a 7.900 millones de dólares y la mejoría en los últimos 10 años ha sido mínima; el PIB per cápita pasó de 662 dólares a 765.

En esas condiciones, el porcentaje de la población que vive con menos de dos dólares al día sigue por encima del 60% y el riesgo de padecer hambre es latente. Según la ONU de 10,5 millones de habitantes, cerca de 3,7 millones sufren inseguridad alimentaria.

Y del millón y medio de desplazados, establecidos en campamentos temporales tras la tragedia del 2010, el 99% ya fue reubicado, pero 34.000 personas siguen en los mismos refugios, con grandes dificultades de acceso a sanidad, agua potable y luz.

La república de las ONG

Decenas de organizaciones internacionales acudieron a Haití después del terremoto del 2010 y en la última década se han destinado donaciones millonarias, pero la ayuda no ha sido efectiva. La corrupción, el despilfarro, la burocracia y para muchos, el mal gobierno, son algunos de los factores por los cuales solo una parte del dinero cumplió realmente su destino final.

Se calcula que al menos 11.581 millones de dólares fueron dados a 2.552 proyectos de reconstrucción, pero en realidad los fondos gestionados a través de las ONG fueron incalculables, no controlados y mal gestionados, lo que le valió a la nación caribeña el apodo de «la república de las ONG».

Por su parte, el presidente, Jovenel Moise, que ha sido señalado de corrupto por la población, dijo que el sistema de ayudas es “defectuoso” y que necesita una revisión, que llegaría 10 años tarde a la empobrecida isla caribeña.

Para el mandatario, que asumió el cargo en 2017, «No ha habido una política creíble a largo plazo sobre qué hacer con este dinero» y no se ha dado suficiente voz al propio gobierno del país sobre cuáles son las necesidades o cómo se deberían gestionar los fondos.

Agregó que, «Es mucho dinero y no sé qué se ha hecho con él», también explicó que, en consecuencia, los resultados de la reconstrucción «no son satisfactorios».

El país de las tragedias

Haití se retrata dentro del continente como el país de las tragedias y es que, además de las crisis sociales y políticas que están a la orden del día, es una de las naciones más vulnerables a desastres naturales del mundo.

Así se vio en plena vivencia de las consecuencias del terremoto de 2010. El mismo año, los haitianos sufrieron una epidemia de cólera, importada por los cascos azules de Nepal. 520.000 habitantes se infectaron y murieron al menos 7.000; el control de la enfermedad solo se logró hasta el 2019.

Los cascos azules, de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización en Haití, Minustah, también estuvieron en el centro de la polémica por las decenas de casos de abusos sexuales que cometieron.

La ONU tuvo que reconocer 29 sucesos, que incluyeron relaciones sexuales con menores de edad y 55 denuncias de explotación sexual que abarcaron tanto prostitución como abuso de poder. No obstante, la cifra real de violencia sexual no se conoce, porque muchas mujeres eligieron no denunciar.

Otro foco de abuso fue la ONG británica Oxfam, expulsada de Haití en 2018 después de conocerse que directivos organizaron orgías con prostitutas después del terremoto.

El ciclo de violencia y pobreza que selló la década fue el paso del huracán Matthew, en 2016, cuando se volvió a esparcir la destrucción. El fenómeno natural causó 573 muertes en el suroeste y dejó unos dos millones de damnificados.

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