Habla con elCaribe sobre los óbices que tuvo en su camino hasta convertirse en un jugador con proyección para la NBA

Sosúa, Puerto Plata.- Su madre, Ana Luisa Duarte, le llama “el guerrero”. No es para menos.

Su hijo, a quien tenía hasta estos días más de dos años sin ver en persona, es el protagonista de una historia de muchos sacrificios que rindieron frutos en el baloncesto universitario de los Estados Unidos con los Ducks de Oregon y, muy probablemente, tenga un capítulo en la NBA a partir de julio próximo.

“Yo le digo así y él es un guerrero. Ha superado tantas pruebas. Dios tenía un propósito para él”, dice la señora Duarte, sin poder evitar el surco de su rostro por unas lágrimas que brotan con impulso, al recordar que su vástago empezó a viajar desde los 16 años en busca de un futuro mejor.

“Y eso, que yo no le decía todo lo que pasaba para no cargarla más”, dice Christopher Theoret Duarte a elCaribe en exclusiva desde el amplio balcón de la villa con el Atlántico de guardaespaldas donde se hizo la entrevista.

“Muchas veces estuve solo, sin dinero, sin saber el idioma, pero no podía devolverme para atrás. Yo pensaba en un mejor futuro para mi familia y ella en especial”, agrega el espigado jugador de 23 años de edad, 6´-6´´ de estatura, proyectado para ser seleccionado entre la primera y la segunda ronda del próximo sorteo de la NBA en julio.

Ana Luisa enviudó cuando Chris, el más pequeño de tres varones, tenía unos 11 meses. Ahí llegó el momento de tener varios trabajos en los restaurantes de Puerto Plata. “Había días que la veía temprano en la mañana y ya. Mi mamá se fajó para darnos lo necesario como pobres. Nunca faltó comida”, cuenta Chris en un buen español.

El primer amor del joven Duarte era el béisbol, llevado de la mano de Leonardo, la persona que pasó a ser la pareja de su madre y quien soñaba con que su hijo de crianza fuera pelotero.
De todas formas, el destino obró distinto. “Leonardo es mi papá y yo quería hacer todo lo de él. Él es liceísta y yo también soy liceísta, pero me desencanté de la pelota. Y como yo era alto, pues empecé a jugar baloncesto”, recuerda Chris.

Llegaron los viajes a la cancha cercana al barrio Altos de Chavón, con su entrenador el Torito, a partir de los 13 años. Chris jamás quiso saber del béisbol, a menos que no fuera como espectador.

Tras vestir la franela del CDF de su ciudad natal, en 2013, Chris partió hacia Miami tras buscársela como “un toro” para recibir la invitación a un campamento. “El señor que me recibió no me prometió muchas cosas, pero al menos allá yo podía aprender”, cuenta Duarte. “Me fui con mi maleta y nada más, sin dinero, ni teléfono. Allá pude aprender, pero luego volví para acá (Puerto Plata), porque no me gustaba el trato que me dieron”, añade.
Chris tiene pasaporte canadiense debido a la nacionalidad de su fenecido padre biológico, Christian Theoret.

Un tiempo después fue hacia Filadelfia, donde se quedaba en la casa del entrenador. Entre uno y otro, los años pasaban y Chris tenía el dilema de la edad para completar la secundaria y pensar en una universidad. A los 18 años no sabía para cuál universidad iría, algo elemental si la NBA es el destino final y no tienes las habilidades ni el nombre de quienes saltan desde la secundaria.

“Yo cogí mucha lucha. En ese tiempo de Filadelfia tuve una situación, me fui a Canadá donde un hermano a poner mis papeles en orden y encontré un espacio en una escuela que era para extranjeros y pasábamos tiempo en Massachusetts, pero ahí lloré mucho por todo lo que viví”, dice el buque insignia de Oregon en el pasado torneo de la NCAA.

Cuenta Chris que en ese recinto en una zona rural de la Nueva Inglaterra “había animales peligrosos cerca y uno ni podía andar solo y debía tener cuidado con la comida y el olor porque los podía atraer. Uno vio osos, de todo por ahí”. Además de lo complicado del entorno, el criollo no extraña los viajes de dos horas a una iglesia en Nueva York (Redemption Christian Academy en Troy) los fines de semana ni tener que limpiar la cocina en ocasiones. “Por suerte yo tenía talento para el juego y pude mantenerme porque nunca dejé de trabajar”.

Por sus herramientas para el baloncesto, poseedor de un buen tiro, Chris avanzó hasta encontrar un hueco en Northwest Florida State College, una escuela semisuperior, en la que se destacó por dos temporadas.

Por fin se le aclaraba el panorama después de tantas jornadas aciagas.

En las dos últimas campañas, estuvo con Oregon. En este 2021 incrementó su valía al ser elegido como el Jugador del Año de su conferencia, Pac-12, por Prensa Asociada, y, por igual, obtuvo el premio Jerry West como el mejor defensa tirador del baloncesto masculino universitario. No era para menos. Promedió 17 puntos, 4.6 rebotes, 2.7 asistencias por partido y tiró para un 53 por ciento de ca mpo, para un 43 de tres y un 81 desde la línea de lances libres.

Chris con su madre, Ana Luisa, y su padre de crianza, Leonardo.

Hacia la NBA

Duarte ahora se prepara para el próximo gran paso: demostrar que tiene el talento para ser tomado en la primera ronda el 29 de julio en el sorteo de la NBA.

“Vamos a trabajar fuerte durante estos meses”, dice el dominicano.

Para estos fines estará bajo la supervisión de Justin Zormelo, sobrino del inmortal Eduardo Gómez y en cuyo resumen aparecen nombres como Kevin Durant y el también conocido Dwight Howard, entre otros. “Hemos hecho el esfuerzo para llegar hasta aquí, pero falta un paso. Si Dios quiere lo lograremos”, dice con tono firme “el guerrero” de Ana Luisa.

Posted in Baloncesto, NBAEtiquetas

Más de deportes

Más leídas de deportes

Las Más leídas