La infección por COVID-19 tiene el poder de provocar enfermedades cardiovasculares, exacerbarlas y desencadenar alguna que esté ‘durmiendo’

La relación que existe entre COVID-19 y las enfermedades cardiovasculares es bi-direccional, es decir, tanto los pacientes que tienen coronavirus sin una enfermedad cardiovascular preexistente como aquellos que tienen factores de riesgo de afecciones del corazón como hipertensión, diabetes, obesidad, edad avanzada, pueden desarrollar una infección más severa por coronavirus, asegura Vizmary Pineda, cardióloga internista.

“La infección por COVID-19 puede ocasionar una enfermedad cardiovascular y exacerbar una que haya estado latente”, destaca Pineda, y resalta que los pacientes que ya tienen una enfermedad cardiovascular subyacente tienen mayor probabilidad de morir que aquellos que son sanos desde el punto de vista cardiovascular.

Lamentablemente, de acuerdo a la especialista, entre un 20 a un 25 por ciento de los afectados con la infección por coronavirus van a desarrollar una condición cardiovascular.

Las personas más vulnerables son las que tienen factores de riesgo. Entre ellos están: ser hombre, diabético, hipertenso, estar en sobrepeso con un índice de masa corporal mayor de 30 y estar en edad avanzada (más de 65 años), sostiene la galena.

Ataque del coronavirus

“El coronavirus entra al organismo para poder infectar a la persona y causarle la enfermedad. Ya en el organismo, para entrar a las células lo hace a través de una ‘puerta’ con la enzima convertidora de angiotensina (ECA), que está presente en los pulmones, el corazón, en las arterias, las venas y en el aparato gastrointestinal. Esto quiere decir que la COVID-19 no sólo afecta los pulmones, sino que de una forma directa, ataca el corazón y los grandes pasos que son los que componen el aparato cardiovascular”, menciona Pineda.

Igualmente, indica que el virus puede afectar el miocardio, que es el músculo cardíaco encargado de bombear la sangre al corazón, lo que compone las paredes en sí. “Puede provocar una lesión, una inflamación, que sería la miocarditis; es una forma de provocar insuficiencia cardíaca. En otro orden, hay una forma indirecta y, es por la misma infección respiratoria que provoca; el corazón y los pulmones están en relación, pues una vez los pulmones tienen una complicación, el corazón comienza a trabajar más”, señala.

Además, añade que cuando tenemos una infección respiratoria, asociada a varios virus, y con este en especial, los pacientes tienen una respuesta inflamatoria, lo que se llama una tormenta de cicutina. Esto hace que una placa de grasa, que haya estado dormida durante mucho tiempo, se inflame, se rompa y se forma un coágulo.

El otro punto son las trombosis que se producen, no solamente en las arterias, sino en las venas, y ahí es donde vienen los infartos, explica.

“Cuando se forma este trombo, ese ‘coagulito’ de sangre en una arteria del corazón, en las coronarias va a provocar un infarto. Asimismo, cuando se forme un ‘coagulito’ de sangre en una de las arterias que van al cerebro, pues va a dar un ataque cerebral y, por igual, cuando se forma un trombo en una vena en de las del pulmón o de las piernas, pues entonces se va a generar un trombo embolismo pulmonar”, desglosa la especialista.

Relación con el tratamiento

La otra forma de relacionarse la COVID-19 con las enfermedades cardiovasculares, tiene que ver con el tratamiento que se usa. “Algunas de las medicinas para el tratamiento como hidroxicloroquina, zitromicina, provocan arritmias cardíacas, que son trastornos del ritmo o taquicardias, que pueden provocar una muerte súbita, que es una de las principales causas de muertes por complicaciones cardiovasculares en los pacientes por COVID-19”, comparte la galena.

Según Pineda, las arritmias no solamente se asocian al tratamiento para tratar la enfermedad, sino que también se asocian al mismo estado de miocarditis o de inflamación del músculo que puede desencadenar en fibrosis, y ese tejido que es diferente al normal, pues es pro-arrítmico, predispone que se generen arritmias, taquicardias ventriculares y mortalidad cardiovascular.

“A parte de las manifestaciones clínicas típicas por coronavirus, como son la tos, fiebre, malestar general, dolor en el cuerpo, el paciente puede presentar taquicardia y por el proceso febril o la deshidratación, el paciente puede desarrollar dolor de pecho, que aunque se puede confundir, porque también es una manifestación de la neumonía viral por el coronavirus, es de característica opresiva asociada al esfuerzo, por lo que podemos decir que estamos frente a un infarto”, sostiene.

“Un paciente que esté padeciendo la enfermedad de COVID-19 y que tenga los factores de riesgo cardiovasculares o una enfermedad cardiovascular de base, hipertensión, insuficiencia cardíaca, desarrolla un déficit. Cuando no puede hablar o no puede mover una pierna o caminar, puede estar padeciendo un accidente cerebro vascular o un derrame cerebral”, manifiesta la galena.

El padecimiento a largo o corto plazo

“Estas complicaciones pueden ser a corto o largo plazo. A corto plazo está el infarto, el accidente cerebrovascular, el trombo embolismo pulmonar que puede ser fatal en un alto porcentaje si no se trata a tiempo, y las arritmias, taquicardias, que son agudas. Mientras que a largo plazo están los pacientes que pueden desarrollar insuficiencia cardíaca y una incapacidad en el corazón (que te deja el corazón grande insuficiente, incapaz de ejercer su función de bomba, que es sacar la sangre que llega para suplir demandas metabólicas del organismo, entonces no lo puede hacer). Asimismo, las amputaciones. Pero, ¿qué pasará más allá?, según la doctora, los pacientes de coronavirus lo van a revelar.

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