Recientemente abrieron sus puertas las diferentes escuelas del Distrito Escolar de Brentwood, estado de Nueva York, Estados Unidos.
Como todos saben estamos en medio de una situación especial, debido a la pandemia Covid 19, por esta razón el transporte, protocolo de entrada, permanencia y salida de los planteles educativos, ha cambiado se manera drástica.

Aunque solo se trata de días, apenas una semana y media, la diferencia es evidente.

Autobuses con menos de la tercera parte de su capacidad ocupada. “El silencio y la distancia dentro de los vehículos es desconcertante, aún para los mismos niños”, me comentó una joven que trabaja en el Departamento de Transporte de Suffolk.

Ahora al llegar a las escuelas, solo uno o dos autobuses pueden dejar salir a los estudiantes, los cuales son esperados por un personal destinado a tomarles la temperatura para asegurarse de que no tengan fiebre antes de ingresar a su respectivo salón de clases.

Así transcurre cada día y así será mientras dure la pandemia o si algún rebrote no obliga a un cierre de emergencia.

Sin embargo, donde el cambio llega a ser estremecedor es la conducta y actitud de los niños.

Es asombroso lo conscientes que están los pequeños de la situación difícil en medio de la cual han iniciado y reiniciado su vida estudiantil.

Contrario a lo que se pensaba, es poco lo que hay que decirles sobre el uso de la mascarilla, el distanciamiento social, el no intercambio de objetos y la higiene.

El gran cambio se siente en los pasillos, en los salones, en ese silencio y ese notorio temor que ha tomado el lugar de las risas y ocurrencias de los pequeños.

Un gran cambio en el mundo, del cual los niños no son ajenos. Lo viven y lo padecen.

La escuela es un escenario de esta nueva forma de vida.

Para quienes tienen el rol de conductores en las aulas, y en todo el entorno escolar, adaptarse a esta nueva realidad debe ser estremecedor.

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