El historiador Gordon K. Lewis ha rearticulado varias de las características distintivas de la región Caribeña isleña. De acuerdo con el profesor Lewis todas sus sociedades miembros, aún con sus propias individualidades, han estado forjadas desde el principio por las mismas fuerzas arquitectónicas de conquista, colonización, esclavitud, monocultura del azúcar, colonialismo y el mestizaje racial y étnico junto al desarrollo de una cultura popular que incluye innúmeras erupciones creativas mostrando un sincretismo de formas y tradiciones indígenas, africanas, asiáticas y europeas (Lewis, 1983). En el proceso transcultural presentó, durante cuatro o mas siglos, una historia centrada en lo europeo y se representaron obras para un público de la élite colonial.

Establecidos los parámetros expuestos por Lewis es posible referirnos, respecto a la Dramaturgia a un teatro paralelo al eurocéntrico propio del colonialismo existente, otro tipo de representación que era a su vez más ancestral, vital y extensiva: eran las “obras” orales, los espectáculos populares, las ceremonias y los rituales de las comunidades excluidas del poder, generalmente campesinas, entre ellas las africanas; formas teatrales antropológicas que se complementaban en la música y el baile enmarcados en parámetros de performance popular.

Finalmente, el texto teatral literario como una forma viable de expresión artística es mucho más reciente y su desarrollo corresponde principalmente al surgimiento de los movimientos nacionalistas e independentistas del siglo XIX y más especialmente del siglo XX. Resulta una realidad que el teatro hispano-caribeño constituye un híbrido de lo nuevo y lo viejo, del presente y el pasado, de la experimentación y la tradición; una forma sincrética que comparte con las dramaturgias latinoamericanas la misma historia criollizada y mestiza.

Dramaturgia afro-latinoamericana en el caribe hispánico
La producción de piezas de imaginario de alto impacto desde la estética de la recepción teatral se ha reforzado con textos literarios afro-latinoamericanos ya posicionados en la escena mundial. Ejemplos de importancia son los siguientes: de Jorge Emilio Cardoso El desalojo en la calle de los negros –The Eviction on the Street of the BlackPeople-de 1992; de Costa Rica, El trepasolo, por Quince Duncan –The Lone Climber- de 1993;o de Juan Tomas Avila Laurel, Los hombres domésticos –Homeboys-, publicada en 1992.

En La Habana, San Juan y Santo Domingo tales representaciones de tema afro se han rastreado casi hasta el descubrimiento y disponen de una documentación detallada (Deive, 2015).

En la isla de Puerto Rico inició una tradición la pieza de Alida Subirá, titulada Tun, tun de cielo y tierra,que presentó un universo de gran textualidad pintoresca, popular y folklorica; la autora hace una síntesis del mundo que describe abordando las costumbres y creencias de los negros sin faltar el tratamiento de la religiosidad afrocristiana que aparece desplegada en la temática y en los personajes de la intriga. Loiza Aldea es un pueblo del norte de Puerto Rico cuya población es auténticamente negra.

Los dramas cubanos de tema afro son los más numerosos entre los autores antillanos de habla hispana. Son importantes, entre otras, las piezas Parece blanca: versión infiel sobre una novela de infidelidades,1994,deAbelardo Estorino López;Ruandí de Gerardo Fulleda León;Odebíel cazador de Eugenio Hernández Espinosa; y El rescate de Shangó de Tomás González Pérez.

Un conjunto representativo de piezas de esta naturaleza, de afro-transculturación, incluida la pieza Amanda, del dramaturgo dominicano Giovanny Cruz Duran fue compilado por Juanamaría Cordones-Cook y María Mercedes Jaramillo en el texto Del Palenque a la Escena: Antología Crítica del Teatro Afrolatinoamericano, una edición de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, en 2012.

Amanda, de Jovanny Cruz Durán

La pieza Amanda escrita por Jovanny Cruz Durán da vida artística a una experiencia vital en el imaginario de la afrodescendencia, común al ámbito del Caribe: conjura la diversidad étnica con poesía, ritmo y movimiento. Elementos míticos, cómicos y trágicos sirven de sólido tablado para recrear una historia que devela una rica herencia cultural,a través de los ritos sacro-mágicos del vudú. El vudú, originario de África Occidental, es una de las más antiguas expresiones religiosas del mundo. El tráfico de esclavos hacia América produjo un fuerte fenómeno de sincretismo entre esta compleja y bien esquematizada mitología yoruba junto a las de otras culturas africanas y las creencias cristianas, así como con las religiones nativas de los lugares a donde se transportó a los esclavos.

La variante resultante del sincretismo que se produjo en el área del Caribe entre las creencias que poseían los esclavos trasladados desde el África Occidental y la religión cristiana católica practicada mayoritariamente en esas tierras la convirtió en manifestación teísta de un sistema animista provisto de un fuerte componente mágico. Su práctica presenta una vinculación directa con la cosmología y los sistemas de creencias propio de los tiempos neolíticos. La obra del dramaturgo dominicano asume como centro temático el vudú; Amanda es, sin embargo, una obra profundamente trágica en la que lo sobrenatural predomina sobre la acción.

La música, el canto, los tambores, la danza, el vestuario, la escenografía, la risa, el llanto y las sonoras palabras de origen africano articulan un universo dramático lleno de sugerencias basado en una forma religiosa ancestral, un sistema ritual que los esclavos africanos traídos a la isla Española o de Santo Domingo conformaron a través de un largo y complejo proceso de transculturación.

Amanda la protagonista de esta pieza teatral es una firme creyente y todo su comportamiento está supeditado a la omnímoda voluntad de los misterios. Por otro lado el amor que siente por el baile no tiene límites; se entrega a él con un ímpetu que rebasa los sentidos y al moverse, todo su cuerpo se sacude y convulsiona con frenético arrebato. Amanda es pura vibración rítmica de músculos, fibras y nervios que se agitan a cada golpe acompasado del atabal; la música escandila, saca de quicio, transforma y posee a la mujer.

En la trama de la pieza el personaje principal había prometido a CandeloSedifé —uno de los luases o divinidades voduistas— que consagraría su vida al baile, pero se reveló contra él, incumpliendo el compromiso para complacer a su marido.
Candelo, enojado y vengativo, la abandonó en manos de los petroses y guedeses, seres maléficos y genios de la muerte.La mujer entra en una especie de paroxismo agónico y pide la ayuda de Anaísa Dante Pié, metresa o luá femenino, la cual, por intermedio de la Niña, su “caballo”, le aconseja que vuelva a bailar para Candelo. Intentando solucionar la situación Amanda viaja a Haití, tierra de eficaces hechiceros, para que uno de ellos la libere del mal que le aflige. A partir de entonces la conjura dramática se acelera dando paso a la tragedia. Amanda se estrenó el 16 de mayo de 1991.

Referimos además la edición publicada de Amanda por el Broward Center for the Performing Arts, Andrew W. Mellon Foundation, University of Miami, 2002. El historiador Carlos Esteban Deive hace la presentación de la pieza, misma que se incluye en la compilación de Cordones-Cook.

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