No fue hasta llegar a un proceso tumultuoso que comenzó con primarias cuestionadas, una Junta Central Electoral errática, que jamás se expresó ante las enormes violaciones de campaña y que, con una decisión que nos sorprendió a todos, suspendió las elecciones pautadas para el 6 de febrero de este año, que la mayoría del país se dio cuenta de la necesidad de hacer cambios y de revisar procesos.
El partido de gobierno, más ocupado en otros menesteres, olvidó su misión fundamental y lo que hemos visto en nuestras instituciones en los últimos años es lo que se puede describir como un “inventario de retrocesos”. Esta es una frase del discurso inaugural del presidente Abinader que quedó grabada en mi memoria. Los avances alcanzados en muchas instancias se han diluido y desvirtuado.

Por mucho tiempo esta situación sólo preocupaba a un grupo de periodistas hasta que la juventud y la clase media se hicieron eco de sus preocupaciones y con su clamor despertaron la conciencia nacional. Gracias a sus reclamos las presentes autoridades tienen bien claro los cambios que urgen a nuestro país.

Tenemos ahora un país que se cansó de las mismas caras, se cansó de que todos aquellos que pasaron de ser clase media para tener un estatus de privilegios desmedidos por el simple hecho de ser funcionarios. Se cansó de un congreso que dormía las leyes que más le interesaban al país y que pasaba sin leer las que le interesaba a su clase o al gobierno. Un congreso que perdió una de sus funciones más importantes, la de interpelar.

El partido que acaba de perder el poder perdió vigencia cuando olvidó su compromiso con sus promesas y buenas intenciones del inicio; cuando dejó de escuchar los reclamos de esa clase media, a quien cada día le resultaba más difícil cubrir gastos y observaba con enojo salarios inexplicables y bonanzas al vapor; perdieron poder al no entender que un partido dividido no suma.

El país pidió un cambio y lo obtuvo. El discurso del presidente Luis Abinader, más que apropiado para un momento de crisis, fue conciliador, pero muy claro en los pasos a seguir en los aspectos de salud, economía, educación y justicia.

Fue un gran comienzo. Ojalá no olviden algo fundamental que expresó en su discurso el senador más votado en las recientes elecciones y hoy presidente del Senado, Eduardo Estrella: “quienes asumimos hoy como funcionarios electos, nuevos o ya experimentados, debemos tener muy presente que en la vida pública lo importante no es cómo se empieza sino cómo se termina, por lo que todos debemos día a día cumplir con nuestras responsabilidades ante el pueblo que, con su voto, nos dio su confianza”.

La justicia es un área que había logrado los avances que significaba la institución del Consejo Nacional de la Magistratura y la elección de los jueces por parte del Senado. Todos sabemos la triste e indignante situación actual. Sin embargo, hoy tenemos la esperanza de una justicia de doble vía, donde se pueda oír la voz de ambas partes.

La elección de la magistrada Miriam Germán para ocupar la Procuraduría General de la República es un gran acierto. Los principios y los valores han sido una constante en su trayectoria.

En una carta que ella le escribió al presidente Balaguer, mencionada recientemente en las redes, dijo: “No me sorprenden el desprecio que usted exhibe por el poder judicial, he pretendido llevar un camino de decencia y auto respeto por el que he tenido que pagar un alto precio”.

No se imaginaba la magistrada Germán, ni los dominicanos de bien, que esos valores que sustentan su hacer le acarrearían unas inmerecidas acusaciones y su destitución de la Suprema Corte de Justicia, sobre una evidencia sustentada en un papel anónimo y arrugado.

Hoy la sociedad aplaude la designación de la magistrada y apuesta al cumplimiento de la promesa de una justicia independiente hecha por el presidente. Hoy ella tiene el apoyo de toda la sociedad, con la seguridad de que, sin ánimos de venganza, como lo ha dicho, podrá revertir algunos de los inventarios de retrocesos que hemos acumulado en esa área fundamental.

El camino hacia una mejor justicia, así como a unas mejores salud, educación y economía, no es nada fácil. El presidente Abinader y quienes lo acompañan no pueden perder esta oportunidad histórica de sentar las bases de un país más justo y próspero. Hoy estamos llenos de esperanza renovada, pero no olvidemos que esos cambios y el avance del país requieren también del compromiso y la participación de todos.

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