Dos situaciones sacuden a los países, los colocan en un óptimo momento para sus propias transformaciones. La primera es que en las últimas dos décadas la tecnología basada en la conectividad se transformó en una revolución digital.
De ahí que las últimas generaciones se vienen clasificando en tres categorías. Los “análogos”, nacidos antes de la conectividad; los “millennials”, nacidos desde 1986 en la conectividad; y los “centennials”, nacidos con la era digital, iniciándose este Siglo XXI
Esa revolución del conocimiento y la tecnología ha dado resultados asombrosos. Veámoslo con unos pocos ejemplos.
¿Recuerdan los teléfonos fijos con discados en residencias, negocios y públicos? ¿Y las llamadas de larga distancia?. ¿Los televisores de botones para cambiar de canal o graduar el volumen?

La revolución digital ha transformado las industrias de toda naturaleza, el comercio, la salud, la educación, la cultura, las operaciones financieras, nuestras vidas en general. Las librerías son digitales, las físicas van desapareciendo y es un lujo ser “librero” teniendo una. Pero se accede a cualquier biblioteca en el mundo para hacer consultas, o comprar libros digitales o físicos por internet.

¿Verdad que el mundo cambió desde que inició la conectividad y el inmenso salto a lo digital? Los “análogos”, ni decir los de mi generación, se han resistido y viven un mundo que queda atrás, sólo aceptan, no todos, dar un paso si las circunstancias los obligan.

La segunda situación que ha sacudido a la humanidad es la pandemia del Covid-19. Esta tragedia ha precipitado la revolución digital, porque a falta de medicamentos y vacunas, lo recomendado por médicos y especialistas en salud, es el distanciamiento social.

Ese distanciamiento se logra con el uso de los medios digitales, los cuales acercan a las personas por videoconferencias, para celebrar encuentros de cualquier naturaleza y cantidad de personas.

Además, esta crisis sanitaria ha cuestionado las grandes deficiencias en los sistemas de salud, laboral, educación, etc., y en todos los casos, evidenciado más la brecha digital. Los medios de comunicación impresos se resistían a dejar de serlo, ahora han tenido que transformarse en digitales.

Los partidos políticos están atrapados en este punto de inflexión, entre la pandemia del Covid-19 y la revolución digital. Lo grave es que en ellos predomina la cultura “análoga” y han abandonado las causas que atraen a los jóvenes.

Antes de asomarse la crisis sanitaria del Covid-19, los efectos de la revolución digital y la total desnaturalización de los objetivos fundacionales por la cúpula del PLD, manejada por el titiritero, Danilo Medina, produjeron su división y el surgimiento del nuevo partido Fuerza del Pueblo (FP).

La Fuerza del Pueblo ha iniciado, oportunamente, su “Primer Congreso del Pueblo Profesor Juan Bosch”. Para su realización recordemos que, como un río desbordado, “las aguas arrastran palos, piedras y basuras, aunque ellas se limpian al paso de las nuevas aguas que bajan de las montañas”; o aquello otro de que “en lo nuevo viene también lo viejo”.

He suscrito y retuiteado lo dicho por Leonel, porque el Congreso debe ser un referente:

“Este primer congreso será un espacio participativo, donde juntos trazaremos las pautas que nos permitirán avanzar hacia una organización genuina y democrática, popular, abierta y garante de la Constitución”. 1:29 p.m. 5/8/20.

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