Señor director. El 2020 ha venido con pilas recargables, preparadas en laboratorios para mantenerse activas, y en lugar de ir bajando la carga, irla aumentando vertiginosamente, y provocando un estado de alarma generalizado dentro del sistema social y humano. Incluso hasta la naturaleza misma está revolucionando y acomodándose.
El proceso de evolución ha ido cambiando lentamente el mundo, aunque en los últimos 50 años ha aumentado considerablemente su lentitud. Se podría decir que sobrepasó la velocidad reglamentaria, y como todo lo que suele ocurrir fuera de la escala establecida como patrón normal, ha generado caos y mucha violencia.

La tecnología dicen que ha venido a cambiar el mundo para bien, aunque muchos difieren de eso. Si es cierto que nos ha acomodado en algunos aspectos y ha sido un verdadero alivio y milagro en otros, también nos ha revuelto en un tornado muy difícil que impide mantenernos equilibrados, ha provocado que estemos menos atentos a nuestra supervivencia como colectivo humano, y más atentos a tener protagonismo y competir, que a convivir con los demás, y ha sacado a flote un egoísmo silente, pero muy peligroso.

El mundo que la tecnología empezó a cambiar a grandes pasos, provocando éxtasis temporal y una creciente adicción, sigue demandando más de nosotros, cambiando nuestras prioridades de acercamiento físico por acercamiento virtual, lo cual fuimos aceptando con agrado, dejando a un lado a los más cercanos para a través del ciberespacio presumir de una vida placentera ficticia.
Lo que el internet y las redes no acaban de conseguir, es que nos conformemos solo con la vida virtual, necesitamos mucho todavía ese contacto físico, sentir emociones verdaderas a flor de piel, por eso nos siguen bombardeando con nuevas redes para captar nuestra atención, pero no lo consiguen en su totalidad.
Esta situación de pandemia y terror colectivo, entre otras cosas ha venido para implementar aquello que desde años han tratado de establecer como nuevas maneras de convivencia, el alejamiento físico y el acercamiento virtual, que resulta engañoso, esclavizador, adictivo y egoísta, nos inhibe de la vida real, de la convivencia carnal, y los humanos además de mente y espíritu, somos materia tangible.

El distanciamiento físico que demanda el virus, ha marcado un nuevo ritmo de vida, de manera drástica, dramática y forzada.
El 2020 traerá revoluciones sociales que la tecnología no ha podido lograr, difícilmente volvamos al mundo de unos meses atrás. El miedo está muy latente y el estado de alarma psicológica, ya ha empezado a desencadenar disturbios mentales en las mentes más vulnerables, y revoluciones interiores y exteriores en gran parte del conglomerado social.

Mientras unos se someten, otros se rebelan, esto genera más disturbios y más miedo, provocando más guerras. Así que en lugar de avanzar, parece que retrocedemos. Pero nada es lo que parece, hay un trasfondo en todo esto, estamos transitando nuevos horizontes sensoriales de percepción y estado alerta de consciencia. El 2020 marcará las pautas, y ese cambio de consciencia que se está gestando hace años, esa revolución mental, se hará por fin realidad en todos.
Idalia Harolina Payano Tolentino
Colaboradora

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