Pocas horas habían pasado luego del discurso del 17 de marzo. El Presidente anunció el cierre transitorio de la mayoría de las empresas. Había que aplanar la curva de contagio y los expertos en pandemias no titubearon en la receta: todo el mundo en su casa.
Sin trabajo, no habría ingresos. Había que buscar recursos para transferir a los hogares. Nos pidieron recomendaciones. Propusimos tomar RD$35,000 millones de los RD$40,250 que mantenía el IDOPPRIL. El Gobierno seleccionó las fuentes que consideró apropiadas y tomó la decisión de realizar transferencias a los empleados formales e informales que serían afectados por la decisión. El problema residía ahora en determinar la vía que se utilizaría para realizar esas transferencias en una geografía secuestrada por una pandemia.

La Administradora de Subsidios Sociales (ADESS) que opera bajo la sombrilla de la Vicepresidencia de la República no perdió tiempo. Rápidamente envió a Banreservas, BHD-León, ALNAP y ACAP, las cuatro entidades financieras que canalizan los subsidios de Solidaridad, la solicitud para habilitar más de 700,000 nuevos hogares beneficiarios. La Dirección General de Negocios Electrónicos de Banreservas recibió la solicitud. La Directora contactó a Raúl Ovalle, Asesor Económico del Administrador General, quien había sido previamente informado por el Administrador General, Simón Lizardo, de la tarea encomendada al banco comercial del Estado. Lizardo fue claro. Había que buscar una forma efectiva para que los nuevos hogares a ser beneficiados recibieran la asistencia económica.

¿700,000 nuevas tarjetas? ¿De dónde van a salir los plásticos para esa cantidad de tarjetas? Las tarjetas se manufacturan en Colombia. Resultaba imposible, en medio de la pandemia, pretender que Colombia supliese esa cantidad de plásticos en una o dos semanas. Las cuatro entidades financieras tampoco tenían plásticos disponibles. Ovalle, al percibir la imposibilidad, no pierde tiempo y contacta a Serguey Forcade, el Director General de Tecnología y Estrategia Digital de Banreservas.

“Serguey”, dijo Ovalle, “tenemos un serio problema y el administrador quiere que le presentemos una solución efectiva lo antes posible. Estamos contra el tiempo y con buena parte del personal trabajando desde sus casas. El Presidente va a anunciar en los próximos días un aumento considerable de los beneficiarios de los programas de subsidios sociales que administra la ADESS y no tenemos disponibilidad de tarjetas. Incluso, si las tuviésemos, ¿cómo podríamos distribuirlas rápidamente a más de 700,000 nuevos hogares sin generar aglomeración de gente y sin acelerar la propagación del virus?”

Serguey, un personaje que podría ser extraído de las novelas de Dan Brown ofreciendo asistencia técnica a Robert Langdom, escuchó a Ovalle con detenimiento. El joven dominicano de 36 años, hijo de Ernesto Forcade García, cubano graduado en ingeniería industrial y Liudmila Fadeeva, rusa graduada en electricidad industrial, ambos en la URSS, inició sus estudios de ingeniería de sistemas en UNAPEC y obtuvo acreditaciones en administración y liderazgo, y en estrategia e innovación, ambas del MIT Sloan School of Management.

“Necesitamos crear un instrumento de pago virtual que sea perfectamente compatible con la arquitectura tecnológica en que se apoya Solidaridad”, respondió Serguey. Ovalle, un economista acostumbrado a pensar “out-of-the-box”, escucha con atención. Serguey pide unas horas para hacer algunas simulaciones.

“Raúl, ¿puedes venir ahora? Creo que tengo algo que puede funcionar”. Ovalle arranca hacia el edificio del Centro Tecnológico Banreservas en la Churchill con José Contreras. Serguey, cédula de identidad y electoral en mano, comienza a explicar la solución encontrada. “Raúl, lo primero que necesitamos para estructurar un instrumento de pago virtual que opere con la base tecnológica en que se apoya Solidaridad, es una serie de 16 números, el total de dígitos que exhiben las tarjetas manejadas por la plataforma de VISA. Como sabes, la cédula tiene 11 y si le colocamos delante el PIN de 6 números del banco, tendríamos 17, nos pasamos. Lo que hice fue correr en la base de datos de la JCE que contiene todas las cédulas emitidas en el país, los primeros 10 números de cada cédula, es decir, eliminando el último número en cada una de ellas. Quería saber si al eliminar el último dígito, aparecerían casos de cédulas con el mismo número. No apareció un solo caso. Si colocamos el BIN de 6 números del banco y luego seguimos con los primeros 10 números de la cédula, obtenemos la serie de 16 números que tendría el medio de pago virtual que andamos buscando”.

“¿Cuál es el próximo paso?” preguntó Raúl. “Debemos reunirnos con urgencia con el equipo de CardNet para presentarles la propuesta”, respondió Serguey. La reunión se pautó para las 8 am del domingo 22 de marzo y en la misma, además de los Banreservas boys, participarían Luis Bencosme, por CardNet, Marcial Mejía por Hacienda y Giselle Muñoz, Vicepresidente de Tecnología de CCN, pues en adición a los más de 4,000 colmados de nivel bajo y medio, y almacenes, había interés de integrar a la red de suplidores, a las grandes superficies de ventas de alimentos que representan las cadenas de supermercado y tiendas por departamentos (Nacional, La Sirena, Plaza Lama, Bravo, entre otros), para garantizar un mayor abastecimiento de productos y facilitar su acceso a todos los beneficiarios.

La presentación, previamente socializada con el equipo de medios de pagos y tecnología digital de Banreservas, fue acogida favorablemente, a pesar de que la habilitación del nuevo instrumento de pago virtual propuesto, obligaba a VISA Internacional a cambiar su sistema de procesamiento de transacciones para la región. Se planteó, en adición a la digitación del BIN de 6 números más los primeros 10 números de la cédula, la necesidad de incluir la marcación de un código de validación para tener certeza de que la cédula estaba siendo presentada físicamente en el comercio. Preliminarmente, se propuso un código de 4 dígitos conformado por el mes y el año de nacimiento. Si el “cedulahabiente” nació en enero de 1985, el código de validación sería 0185.

El lunes 23, Raúl y Serguey presentan a Simón los progresos realizados. “Todo está muy bien, pero no me gusta ese código de validación, no es lo suficientemente fuerte; es un código que cualquiera puede dar por teléfono sin necesidad de estar presente en el comercio con su cédula. Hay que buscar un código menos frágil. Aceleren, el tiempo se acaba.” Cargados del stress adicional que el Administrador había depositado en sus hombros, los Banreservas boys se marchan.

La presión funcionó. Dándole vuelta a la cédula, Serguey encontró una geografía en la misma donde aparecen tres números que probablemente ningún “cedulahabiente” se ha tomado la molestia en observar. A partir de esos tres números se acordó construir el código de validación de 4 dígitos: si el código de 3 dígitos inicia con 0, se digita primero 1 y luego el código de 3 dígitos; si el código de 3 dígitos inicia con un número diferente a 0, se digita 0 más el código de 3 dígitos.

“Administrador, ¿podría recibirnos? Creo que ‘habemus’ código de validación”, escuchó Simón de Raúl en llamada por WhatsApp. “¿Y por qué se dilataron tanto? Vengan.” Los “boys” ingresan, explican cómo se construiría el código de validación, en cuál geografía de la cédula aparece el código de 3 dígitos y el entrenamiento que se daría a los comercios que participarían en la venta de productos, para introducir manualmente los 6 números del BIN, los 10 primeros números de la cedula y el código de validación de 4 dígitos. Con el visto bueno de Simón y el envío de la ADESS del archivo de cédulas de los beneficiarios, nació un instrumento de pago virtual único en la región.

¿Resultado? Más de 700,000 nuevos beneficiarios reciben mensualmente entre 5,000 y 7,000 pesos. Casi 4,400 colmados, almacenes, supermercados y tiendas por departamentos venden actualmente más de RD$3,600 millones al mes, aceptando este instrumento de pago virtual. Pero más importante aún, se logró beneficiar a más de 700,000 hogares sin exacerbar la propagación del virus que hubiese provocado la aglomeración de personas recibiendo nuevas tarjetas Solidaridad.

Mientras The Manhattan Project que se ejecutó entre 1942-1946 para poner fin a la Segunda Guerra Mundial, produjo 120,000 muertos y 130,000 heridos con el lanzamiento de Little Boy en Hiroshima y Fat Man en Nagasaki, The Banreservas Project ha logrado salvar muchas vidas y contagios en esta guerra que libra la nación contra el Covid-19. Cuando termine la pandemia, la Nación deberá honrar a sus héroes visibles en esta batalla: el ejército de médicos, enfermeras y trabajadores de la salud que a diario están exponiendo sus vidas para salvar la de otros. Pero también, a los héroes invisibles que con su capacidad de trabajo y su “beautiful mind”, hicieron posible que el Estado dominicano pudiese auxiliar económicamente a cientos de miles de hogares sin exponerlos al contagio de este terrible virus.

Platón afirmó que “la necesidad es la madre de la invención”. Einstein, le siguió los pasos al señalar que “es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias”. Si alguien tiene dudas, observe el ingenio detrás del medio de pago virtual que los Banreservas boys han creado y las posibilidades que han abierto a la necesaria bancarización e inclusión financiera de todos los dominicanos.

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