Para ello, es importante entender el comportamiento que muestra el niño y no entrar en una lucha con él

“Cuando nos iniciamos en el camino de ser padres, lo primero que notamos al cargar a nuestros hijos por primera vez es lo frágiles que son, susceptibles a que si no se tienen los cuidados pertinentes, su salud y vida penden de un hilo que se refuerza gracias a la atención y dedicación que tienen los padres con ellos 24/7”, comenta Regina Pérez de González, psicóloga clínica y orientadora en la sección de Padres de la página web de Galletas Dino.

Para Pérez de González, lo antes expuesto es una razón por la que estamos dispuestos a cualquier cosa por los hijos el resto de nuestras vidas y sin importar qué tan adultos e independientes sean; por esto los defendemos contra los peligros y tratamos de evitar el dolor a como dé lugar. “He recibido casos en consulta, de padres preocupados porque no han podido lograr disciplinar a sus hijos de forma que estos acepten con obediencia la corrección; al contrario, muestran signos de agresividad, frustración y no internalizan el cambio ante las acciones corregidas, sino más bien las continúan haciendo como reto claro a la autoridad”, señala la especialista.

De forma general, sostiene que los niños siempre van a responder mejor a la comunicación, amor, comprensión y empatía de sus héroes –sus padres-; los padres no corrigen porque odian a sus hijos y les quieren castigar haciéndoles sentir dolor para que “aprendan”; normalmente, corrigen porque adoran a sus tesoros y quieren sacar de ellos lo mejor aunque a veces no hayan encontrado las herramientas adecuadas para esta tarea y siguen el patrón ya conocido y aplicado para ellos mismos cuando eran niños.

Si puedo lograr el objetivo deseado, “que mi hijo aprenda de sus acciones sin lacerar su estima, sin herirlo, sino más bien logrando que internalice la importancia de ser bien tratado, comprendido, amado, en medio de la corrección que se realiza con amor, por qué seguir con un método que le ofrece al niño todo lo contrario. Es que nos resistimos al cambio”, comparte con elCaribe la psicóloga.

Pérez de González rememora la época cuando se certificó en disciplina positiva, “no pude evitar recordar aquello que había aprendido hace muchos años cuando mis hijos eran pequeños y yo buscaba alternativas de crianza y corrección que no estuvieran basados en las ‘pelas’ ni en los castigos sin sentido; se llamaba PECES: Padres Eficaces Con Entrenamiento Sistemático. Ambos buscan lo mismo: entender el comportamiento de los niños y la forma de abordar el mal comportamiento para guiarlos de forma efectiva, positiva, afectiva… pero sin dejar de ser firme y respetuosa de ambas partes”.

Indica que para aplicar la disciplina positiva, es importante entender el comportamiento que muestra el niño, reconducirlo con respeto sin entrar nunca en una lucha de poder con ellos: “yo soy el adulto; yo tengo la autoridad”.

Este enfoque no incluye ni la permisividad, ni el control excesivo.
La autora Jane Nelsen en su libro: “Cómo educar con firmeza y cariño”, nos da cinco criterios a tener en cuenta para aplicar la disciplina positiva en nuestra familia:

• Ser amable y firme al mismo tiempo (respeto y motivación).
• Ayuda a los niños a sentirte importante (Conexión ).
• Es eficaz a largo plazo.
• Enseña valiosas habilidades para la vida (Respeto a los demás, herramientas para enfrentar los problemas, responsabilidad).
• Desarrolla las capacidades de los niños y los hace conscientes de ellas.
“En la medida que vayamos aplicando estas ideas en casa de manera consistente, comenzaremos a observar pequeños cambios que nos incentivarán a continuar y profundizar en este método de disciplina positiva. No es fácil criar, pero tenemos aliados para apoyarnos y seguir adelante”, puntualiza.

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