En estos tiempos del mundo patas arriba, se presenta una enorme disyuntiva en lo que a la continuidad del proceso educativo de los niños dominicanos, todos, se refiere. El año lectivo anterior termina de manera traumática ante el avance de una pandemia que nos agarró “asando batatas”. El desarrollo de esta tragedia sanitaria evidenció debilidades y carencias como sociedad, poniendo a prueba todos los sistemas y sacudiendo y traumando su tejido hasta el tuétano, al tiempo que afecta en mayor o menor grado, al resto de la humanidad. Al descarnar los enormes abismos existenciales entre clases económicas, unos, los más pudientes pudieron continuar adecuando plataformas pre existentes y mal que bien agotar los programas para cada nivel. La mayoría, la de las escuelas públicas y de padres con averiados sistemas económicos familiares, no pudieron seguir ese ritmo aunque muchísimos profesores y más aún directores, propiciaron usando WhatsApp y otras vías apropiadas para la comunicación social, encontrándose enormes escollos que daban al traste con esos descomunales esfuerzos. Comprando “paquetitos” cuando alcanzaba, no podía seguir la continuidad y la dedicación necesaria para un buen aprendizaje. El 24 de agosto próximo están supuestas a iniciar las clases del año escolar 2020-2021. Ha circulado en las redes una carta enviada a los ministros de Educación, entrante y saliente, responsables del inicio del proceso. Identificada como Rosanna Salazar da muestras del conocimiento profundo de las características del estudiante criollo, su manera de comportarse y la idiosincrasia del niño dominicano en edad escolar y en ese ambiente. “La salud de cientos de miles de estudiantes, maestros, sicólogos, personal administrativo y de apoyo y en consecuencia de todos sus familiares, no puede ser asunto de un año escolar, sino una prioridad esencial: una necesidad de vida” Así dice la Salzar para oponerse a la apertura de clases de la manera llamada semipresencial, que no es tal. Es más bien presencial alternada. Sin equivocarme, creo que la gran mayoría de los padres rechaza este invento porque no asegura la salud de estos párvulos ni del personal relacionado con estos. Hace en el artículo una gráfica descripción de los estudiantes criollos en sus actitudes y actuaciones. La cultura del distanciamiento choca medularmente con la necesidad afectiva y contacto físico del niño dominicano, en contraste marcado con los ejemplos asiáticos que nos han enviado. Tremenda prueba para un gobierno que a 8 días de instalado, da inicio a un año escolar traumático arrastrando la carga del anterior, inconcluso y cerrado artificialmente. El drama se agudiza con los que han de tomar las traumáticas pruebas nacionales como requisito para continuar con la preparación universitaria. Se trata de un asunto de orden practico que requiere mucho de la sociedad dominicana pero más que nada de los actores de este drama complejo.

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