Señor director. En los dibujos animados de antaño, específicamente “El Coyote y el Correcaminos”, al igual que en “Tom y Jerry” y “Silvestre y Piolín”, los persecutores nunca atrapaban a su presa. Llevándolo al plano humano, dicen que Coyote se llegó a preguntar, “¿Y si lo atrapo, qué haré entonces?” Esto lleva a pensar que acabará el motivo por el cuál existir, y pone a reflexionar a fondo…

Por la pandemia, muchos han perdido su trabajo y otros la empresa que por años, les permitió llevar una vida con cierta libertad económica. No imaginaron un descalabro a tan corto plazo sin haber malas prácticas o culpables, ni se prepararon para hacer otra cosa, y se preguntan qué harán… Están deprimidos, sin fuerzas para emprender nada, ni saben desenvolverse entre la modernidad tecnológica y virtual.

Empresas que preparan eventos sociales, llevan meses cerradas y con pocas probabilidades de abrir, al borde del cierre permanente. Una, porque las personas se están acostumbrando a hacer sus eventos virtuales, resulta más seguro y económico, además del contagio, por la crisis económica a la que ha llevado esto, y otra, por la inseguridad futura, traerá más pobreza y delincuencia. Pero tenemos el poder de cambiar las cosas…

¿Qué haremos para ganarnos el sustento?

¿Cómo nos mantendremos activos, tratando infructuosamente de atrapar nuestra presa para seguir encontrando el gusto por la vida?

¿Qué haremos para que continúe el interés, buscaremos una nueva presa a quién perseguir?

¿Bajo qué expectativas o certidumbres nos afincaremos en el futuro inmediato?

Hay personas que encuentran su incentivo caminando hacia la meta, pero odian llegar, y trazan metas complementarias, nunca paran, no se conciben de otra manera.

Otros necesitan siempre un empleo, no se conciben como sus propios jefes, siempre dependiendo de los lineamientos de otros…

A unos les da lo mismo detenerse o avanzar, se acomodan. A otros, nada les satisface.

Unos se cierran en un círculo limitado, no avanzan, otros quieren abarcar tanto, que se estiran demasiado y colapsan. Unos son como el Coyote, repetidores de acciones inútiles y absurdos, obsesionados por algo, otros son como el Correcaminos, siempre huyendo deprisa, sin tiempo para nada más, y levantan tanto polvo a su paso, que no pueden ver el paisaje y disfrutarlo…

Hagamos un análisis cualitativo, no cuantitativo, reevaluándonos como personas, más allá de lo material, es momento de mirarnos por dentro y luego ver afuera, qué hicimos en perjuicio de los demás o qué dejamos de hacer a su favor y actuar en compensación a eso.

¿Estamos dispuestos a ver oportunidades de cambio donde muchos ven descalabros?

¿Aceptaremos el reto de cambiar los patrones de pensamiento, y la manera de accionar que hasta hoy tenemos?

¿Qué precio estamos dispuestos a pagar, por seguir necia e insensatamente haciendo lo mismo, y esperando resultados diferentes?

¿Por fin estamos listos y decididos a cambiar?

¿Qué haremos para mantenernos motivados y vivos, sin perjudicar a nadie más, y permitiendo que los demás se abran paso a la vida?

La vida no se trata de repeticiones, se trata de saborear cosas nuevas.
Idalia Harolina Payano Tolentino
Colaboradora

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