(Parte 2)
Amediados del año 1895 (según su hija.- El Lcdo. C. Armando Rodríguez, distinguido ciudadano y culto historiador que para aquella época se encontraba también expulso en Saint Thomas, es del mismo parecer) comenzó el General Gregorio Luperón a quejarse de tenaz neuralgia en uno de los últimos molares inferiores e hizo que se le extrajera la muela. La cavidad que ocupara la muela no cicatrizó, mas por el contrario se ulceró.

Comenzaron a alterársele los pies (dice su hija que de estar sentado, pues pasó muchos meses sin salir escribiendo su autobiografía) y está bajo tratamiento con los médicos de Saint Thomas.

En 1896 parece se siente ya muy mal y se ve con el Dr. Mortesen (médico forense de Saint Thomas), le explica su situación y le dice que como él va a morir dentro de pocos días quería saber el precio que el Dr. cobraba por embalsamarlo para que lo trajeran a Puerto Plata. No le había tentado hasta entonces en ninguna ocasión el pensamiento de la vuelta mientras gobernara Ulises Heureaux. En un gesto de gratitud éste va a Saint Thomas en Diciembre de 1896 para traerlo a su hogar. Acepta Luperón la vuelta a la Patria mas no consiente volver en el mismo barco que el tirano. Sale de Saint Thomas hacia Puerto Plata en Diciembre 15 de 1896, llega al puerto de Santo Domingo gravemente enfermo, no desembarca. El Presidente Heureaux lo visita a bordo y dispone que un médico extranjero vaya a asistirlo en Puerto Plata. El doctor De la Fosse es el escogido, y le atiende durante los cinco últimos meses de su vida. En Mayo 15 de 1897 desde Puerto Plata dice en una carta a Don Emiliano Tejera: “… Cuando pasé por la capital y que recibí la cocaína…”

Sobrevino así el mes de mayo de 1897 y se acentúa la gravedad; desde hace meses está postrado en el lecho; estoico también para la certidumbre de su próximo fin, dice en Mayo 20 de 1897 a las 9:30 p.m.: “Los hombres como yo no deben morir acostados” pero apenas puede alzar la cabeza… y los albores del día 21 se ven enlutecidos al igual que el alma nacional, por la muerte de uno de los más grandes varones dominicanos.

Surge la pregunta: ¿de qué murió el General Gregorio Luperón? El Dr. De la Fosse dijo a los familiares de Luperón que fue de cáncer, lo mismo nos manifiesta el Dr. C.A. Zafra, que lo asistió con De la Fosse, según nos dijo. Nos cuenta también éste que frecuentemente De la Fosse extraía pequeñas partículas carnosas de la garganta del enfermo que luego mezclaba con lactosa y preparaba píldoras que administraba al enfermo (¿Terapia de inmunización del cáncer del siglo XIX?).

Nos dice además su hija Doña Luisa que la garganta estaba ocupada “como por un conjunto de cebollas”.

De todo lo anteriormente expuesto, nosotros concluimos que el General Gregorio Luperón falleció a consecuencia de un Epitelioma vegetante de la base de la lengua. Tal afirmación nos la sugiere, a más de lo dicho, la rápida evolución de la enfermedad; los ganglios del cuello que se hipertrofiaron, su decir personal: “soy el undécimo caso de cáncer en la familia”, decía a su hija Doña Luisa, y lo que sucedía a cada extirpación de tejido de la garganta que su médico, el Dr. De la Fosse, practicaba con relativa frecuencia: nuevos mamelones se producían y el enfermo siguió agravándose hasta morir”.

Esta interesante exposición muestra la salud y la enfermedad mortal del prócer restaurador. El doctor Emeterio Betances, domínico-puertorriqueño fue siempre un amigo y médico del general Luperón.

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