Cuantas veces se produce una gran victoria, y en consecuencia una gran derrota, como las verificadas en las elecciones del domingo, se vuelve a la frase atribuida al gran Pequeño Cabo, de que el triunfo tiene cien dueños, y al fracaso lo envuelven en los pañales del la orfandad.
Como observador cercano de momentos trascendentes que condujeron al resonante triunfo conducido por Luis Abinader, y valiéndome de las herramientas de mis experiencias de comunicador social y militante de la lucha por la democracia, es oportuno hacer el siguiente repaso.

Existe toda una escuela de pensadores explicando cómo en la formación de un liderazgo interviene una gran cantidad de colaboradores políticos, familiares, amigos y otros favoreciendo su desarrollo, de modo que a las cualidades y potencialidades del líder se suma el plus de otros contribuyentes que lo complementan en uno u otros aspectos de sus experiencias.

En el caso que nos ocupa, la dirigencia de su campaña y partido, los partidos aliados, miles y miles de colaboradores anónimos, incluso no partidistas, y su familia y amigos contribuyeron con múltiples acciones y recursos al triunfo de Luis Abinader como protagonista del Cambio.

Aunque este triunfo es un producto colectivo, hay momentos decisores de este triunfo que fueron exclusivos de la determinación personal de Luis, cito algunos:

En el contexto de la imposición de la reelección de Danilo en 2016, Luis se erigió en el líder que denunció las múltiples formas de fraude perpetradas por el gobierno y la JCE contra su candidatura y las congresuales y municipales, a riesgo incluso de su vida. Ahí empezó la forja del liderazgo que condujo a esta victoria.

Tan temprano como en noviembre de 2017 Luis propone una gran alianza de partidos, movimientos sociales para rescatar la perdida institucionalidad democrática y dar paso a un modelo de gobierno basado en la igualdad de oportunidades para todos y el desarrollo sostenible. Desde entonces se dedicó con esmero de orfebre a fomentar la unidad opositora hoy triunfante.

Descartó cursos dubitativos a su determinación de vencer, y se empoderó del slogan El Cambio Va, que asumió como las buenas nuevas con que recorrió dos veces el país, sentándose con comunidades y sectores a los que escuchaba y demostraba que el modelo de gobierno del PLD había colapsado en todos sus aspectos y que se hacía urgente y necesario un cambio que transforme al país y conecte con los nuevos tiempos que vive la humanidad.

Un momento estelar de la actuación del liderazgo personal de Luis se produjo cuando contaminado el voto automatizado en el primer ensayo de las elecciones municipales, el PLD presionó para que continuaran las elecciones en esas condiciones, lo que impidió el carácter de Luis emplazando a que fuera anulado todo el amañado proceso, como ocurrió y lideró las gestiones para que fuera reformulado todo el proceso electoral pendiente.

Para coronar el sello de su liderazgo personal, vino la catastrófica pandemia del Coronavirus, en la que brillante y oportuno propuso al gobierno y al país concertar la unidad nacional para encarar los devastadores efectos de salud, economía y política que acarrearía.

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