BARCELONA. – El Barcelona resolvió sin brillantez el derbi, sumó una victoria funcionarial por la mínima (1-0) gracias al gol de Luis Suárez y envió matemáticamente al Espanyol a Segunda División.

A puerta cerrada, sin público, sin gritos y sin ambiente, el derbi fue menos derbi que nunca. Hubo dos expulsiones, sí, pero apenas un par de discusiones entre los futbolistas en aquel momento concreto y una sensación de vacío que demostró la tristeza del fútbol sin aficionados.

Al Espanyol no le quedó ni el consuelo de alejar, quien sabe si ya definitivamente, al Barça del liderato. Consciente de que descuenta sus días para despedirse de Primera División, el equipo de Rufete se tomó de buena gana el partido y le puso las cosas difíciles al gigante azulgrana… Y demostró que, como decía Johan Cruyff, ‘una flor no hace verano’.

La ejecución anotadora

En el minuto 56, se rompió la igualdad (0-0). Ganó Griezmann la línea de fondo, asistió a Messi, cuyo disparo rebotó en Cabrera y dejó el balón suelto a la altura del punto de penalti, desde donde Luis Suárez no falló.

Inédito e invisible hasta entonces, el uruguayo fue a desnivelar un partido sin historia, despertando al Barça del letargo y confirmando la muerte deportiva del Espanyol. A partir de ahí, casi, fue un querer y no poder del colista ante la sobriedad, no espectacular, del campeón. Ganó, como necesitaba, el Barça para seguir vivo en la Liga y sentenció el descenso del Espanyol. Se acabó… Hasta que juegue el Real Madrid.

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