Señor director. Seguimos en este sinsentido que al parecer se ha vuelto la vida con la pandemia, insufrible para la mayoría. Lo mejor es tomarlo con calma, sin perder el discernimiento y tratando de mantenerse lo más consciente posible, al margen de la manipulación mental y las tóxicas influencias del pánico colectivo a nivel mundial.

Nos hemos vuelto seres andantes en medio de un mar de confusiones, temores y desconfianza que nos han convertido en carne de cañón de un número reducido de seres ambiciosos y extremadamente peligrosos, que nos han vendido un paquete de sueños inalcanzables, que al igual que el horizonte, cada vez se alejan más.

La sociedad mundial, su economía, política y sistema de desarrollo y empuje, mayormente apesta. Una democracia basada en la explotación del hombre por el hombre que viene de siglos atrás y cada vez se hace más cruel, donde la ambición y el egoísmo priman sobre todo lo demás. Aunque se hacen protestas y revueltas masivas, nunca se llega a ningún lado, porque esas masas terminan exhaustas y derrotadas, pierden sus esperanzas o se dejan convencer y se pasan al otro bando, pensando en una mejoría personal y ya no colectiva. Al final es como si acallaran esas ansias y sueños de libertad colectiva y se conformaran con una vida de mediocridad, o lo que es peor, con una vida aparentemente holgada y tranquila, basada en la venta de los valores morales, la mentira, el engaño y la corrupción o el despilfarro irresponsable de los bienes naturales y materiales que nos pertenecen a todos y se han quedado en manos de unos cuantos.

No es la primera vez que el colectivo humano se ve envuelto en una pandemia, pero sí que se hace eco tan rápido a nivel mundial y se toman medidas extremas nunca vistas a tan largo alcance.
Esta rapidez y locura colectiva, se debe al uso del internet y las redes sociales, donde se divulgan las noticias, se distorsionan y también se inventan.

Ver ese conglomerado con esos tapabocas, que tienen sus ventajas y desventajas, es convencernos de que somos presa fácil de dominación, nos mantiene mentalmente vulnerables, con miedo constante a contagiarnos. Nos hace conscientes de que somos el propio virus ambulante y estamos cada vez más cerca de enfermarnos y transmitir esa enfermedad, lo cual obliga a acercarnos con recelo, incluso a los familiares…

Si bien es cierto que tenemos el deber universal de protegernos y proteger a los demás, a cualquier especie y al planeta, no es menos cierto que solo se hace hincapié en el contagio como algo único en la historia de la humanidad. Y pensar que es quizás lo más absurdo que hemos visto en muchos años, ya que estamos muertos de miedo por un virus más de los tantos a los que hemos sobrevivido.

A la corta o la larga, la gente se acostumbra a todo, y últimamente a una velocidad que asusta, nos acostumbraremos al virus o a las mascarillas y el alejamiento como forma de vida, o de muerte…
I. Harolina Payano T.
COLABORADORA

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