Este domingo 5 de julio el país votará para elegir un nuevo presidente y un nuevo congreso. Ese presidente y ese congreso tienen grandes retos que afrontar en todos los órdenes, y muy especialmente en el aspecto del fortalecimiento espiritual de nuestra nación, y de su rápida y efectiva recuperación económica.

Todos debemos ir a votar en paz y en calma. Con toda la protección de lugar, con nuestras mascarillas, con nuestro gel y todo el cuidado de lugar. A todos los que nos preocupa la nación, su presente y su futuro, debemos asumir con amor y con responsabilidad, ese derecho que tenemos para elegir a nuestros próximos gobernantes.

Pero, sobretodo, debemos votar bien. Así como nos cuidamos ante el coranavirus, debemos cuidar a la nación y su esencia cristiana. Debemos votar conscientes de que en las manos y en la acción del próximo presidente y el próximo congreso, el país puede fortalecerse, salir adelante y seguir iluminado y bendecido.
Pero si no sabemos votar bien, el país puede caminar por un rumbo incierto, que lo hunda económicamente y que, aún peor, lo llene de teorías y acciones extrañas como la ideología de género, el aborto y una agenda totalmente contraria a nuestros valores cristianos.

Debemos votar para escoger un presidente que sea capaz de dirigir la nación en esta etapa crítica, con capacidad gerencial para llevarnos a la recuperación, el crecimiento y el bienestar. Un presidente que sea altamente solidario, que se entregue por los demás, que tenga una amplia vocación de servicio y que cuente con un equipo económico y moral, con capacidad, experiencia y pasión por el servicio a los demás.

Debemos votar por un aspirante presidencial que sea capaz de continuar y ampliar todos los logros económicos y sociales que hemos alcanzado hasta el día de hoy. Que pueda recuperar el crecimiento económico en tiempo records y que mantenga la estabilidad macroeconómica. Que no permita que se pierdan nuestros valores cristianos y que ponga su presidencia en las manos de Dios.

Debemos votar por aspirantes a senadores y diputados que tengan un compromiso de fe, que pongan nuestros valores cristianos por encima de cualquier interés al momento de aprobar leyes. Debemos votar por hombres y mujeres que vayan al congreso a defender la familia, la fe y la vida. Que no apoyen el aborto ni la desunión familiar, que no apoyen la ideología de género ni nada que atente en contra de Dios y su palabra, la Biblia.

El Presidente, el Gobierno y el Congreso que vamos a elegir este domingo 5 de julio deben ser hombres y mujeres que confíen y crean en Jesús, que tenga vocación de servir y ayudar a los demás, y que nunca tomen una medida contraria a la voluntad de Dios.

Todos nosotros a la hora de ir a votar debemos pedir la orientación de Dios. Y hacerlo de corazón, tal y como lo hizo David en el Salmo 25, versículos 4 y 5:
“Señor, muéstrame tus caminos;
guíame por tus senderos;
guíame, encamíname en tu verdad,
pues tú eres mi Dios y Salvador.
¡En ti confío a todas horas!”.

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