He diferido en múltiples ocasiones de los análisis y artículos de la socióloga Rosario Espinal, como también, reconocido la validez de algunos que otros enfoques suyos; pero, en esta coyuntura electoral ha marcado distancia -objetiva-conceptual- haciendo la diferencia para situarse justamente desde un ángulo académico-científico, poniendo en contexto la perspectiva política-electoral y sosteniendo un enfoque de quiebre y ruptura que, de expresarse en las urnas, reportaría una de dos: a) haría añicos -la lectura-inferencia es nuestra- vaticinios tendenciosos de firmas encuestadoras y apuestas-puje de actores socio-económicos fácticos que no se sienten cómodos con ciertos avances en materia de controles institucionales y que, a través de sus voceros y peones mediáticos, han utilizado y asaltado las protestas y movimientos de la clase media alta -“fin de la corrupción e impunidad”- para sus fines corporativos con el acompañamiento de la oposición política; o b) terminaría el reinado de un partido político -el PLD- que, en estos últimos ocho años, ha institucionalizado una serie de políticas públicas y programas sociales que han impactado, favorablemente, a sectores vulnerables o marginados del entramado social que, históricamente, no habían sido tomados en cuenta o puesto en el centro de la gestión pública.

En esa línea de análisis, Rosario Espinal ha sostenido que “…si los pobre salen a votar…” y con ello, acotamos nosotros, a defender las políticas y programas sociales que la actual administración ha creado-implementado para ellos, el candidato oficialista ganaría las elecciones “porque son programas sociales que no existían” y que han tenido un carácter de instauración-institucional sostenido no como dádiva coyuntural de campaña sino como políticas públicas enfocadas a esos sectores excluidos de la acción estatal por décadas; ello, a pesar de varias rupturas-quiebre sociopolítico-electoral, intra-partidario y de una franja de la clase media con el PLD centrado en el tema corrupción e impunidad.

De suerte, que, si el match electoral se encarrila y desemboca por ese carril, de defensa de lo que luego se perdería -las políticas públicas y programas sociales enfocados hacia los pobres- frente a la lucha contra la corrupción e impunidad -de la clase media alta-, entonces el desenlace electoral, “…si los pobres salen a votar…”, será a favor de PLD y Gonzalo Castillo, porque ¿quiénes son más?

De modo, que, de cara al próximo domingo, el plato político-electoral está servido: o los pobres se dejan arrebatar las políticas y programa sociales que han conquistados; o, con el engaño-estafa del “Cambio”, el país se encarrila, a mediano plazo, hacia un Estado-fallido, y donde instancias claves de los poderes públicos quedarían en manos de sindicados-actores de la delincuencia organizada disfrazados de “dirigentes” políticos-candidatos. ¡Pensémoslo-País!

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