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Ante la situación creada por el ataque a la misión, la Junta de Gobierno acordó la salida de Perón, y a través de la Dirección de Extranjería, hizo efectiva la orden ayer a las 5:50 de la tarde. El asilado, acompañado del embajador Bonnelly, abandonó el país en un avión de la línea Taca, del tipo Douglas DC-3”, informó el diario.

La reseña daba detalles del ataque a la embajada, señalando que alrededor de las dos y media de la madrugada, un grupo no identificado había rodeado la quinta Niní, situada en la avenida Los Castaños, urbanización Los Chorros, “y dispararon en varias oportunidades hacia el interior de la residencia”. Los efectivos de la Guardia Nacional que custodiaban la embajada respondieron los disparos, pero no hubo registro de heridos ni detenciones.
Horas después, el embajador Bonnelly denunció el caso al gobierno, que dio, según el periódico, “las excusas correspondientes”, a través del Ministerio del Exterior.

Tras ser informado de la decisión de permitir la salida de su huésped, a pesar de un impedimento judicial por una deuda de 39 mil bolívares, que Perón no reconocía, Bonnelly envió un cable al presidente Héctor Bienvenido Trujillo, informándole que el exdictador saldría a las cinco de la tarde, con otras tres personas, él entre ellas.

En su edición del día siguiente, El Nacional de Caracas tituló que Perón había abandonado el país “nervioso” y “llorando”, bajo los gritos de la multitud que se había aglomerado en los alrededores de la embajada gritando “¡Muera el tirano!”, “¡Abajo Perón!” y “¡Abajo Trujillo!”

El tránsito al aeropuerto, en plena ciudad, aumentó la tensión y el nerviosismo de Perón, pues, según el periódico caraqueño, los choferes de los tres vehículos que formaban la comitiva, en la que iban el Director de Extranjería, coronel Vicente Marchelli Padrón y miembros de la Guardia Nacional, equivocó el camino llegando con retraso a la terminal.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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