Los estragos causados por el virus denominado COVID-19 en gran parte del mundo serán mayores en la medida en que los seres humanos se resistan a obedecer las recomendaciones de los facultativos y a entender que se trata de un problema de todos.
Además, los problemas de mayor delicadeza comenzaran a aflorar, luego de la pandemia, con los niveles de escasez en la producción, la falta de dinero y los grandes compromisos asumidos por los gobiernos, empresas y personas particulares, porque, aunque muchos han hecho su agosto, la mayoría ha sido realmente afectada.

Como nunca se requerirá de la pericia de los gobernantes, los planeadores económicos y los expertos en la conducta humana, porque la secuela en materia de salud, será inmedible, sobre todo, en los países pobres, en los sectores de menores ingresos y formación.

Sin lugar a dudas, que luego del control de la pandemia será preciso hacer grandes esfuerzos para poner en línea la economía de las familias, más aún, en los hogares de trabajadores informales, de empresas no reguladas y de otras áreas en las que no se produce si no se sale a las calles.

Es preciso pues, que aprovechar el aislamiento para pensar en los pasos inmediatos para superar la crisis, ser lo más austeros y organizados posible, para evitar que la ansiedad nos lleve al consumo excesivo y sin control que, a la postre, deja resultados frustratorios.

Los dominicanos tenemos por delante un gran compromiso, el de trabajar con entrega para sacar a flote a las familias y legarles a nuestros hijos y nietos un porvenir sin sombras, engaños ni promesas incumplibles, porque lo que viene no se puede medir con certeza.

Es tiempo de pensar en nosotros mismos, reflexionar profundamente sobre lo que estamos pasando y la secuela que siempre dejan en los seres humanos las guerras y las epidemias virales. Seamos dominicanos, mostremos fortaleza.

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